Antonio Herrera.

Opinión

Europa ante el desafío de asumir su propia defensa sin depender de EE.UU.

Analista en desarrollo estratégico para instituciones públicas y corporaciones privadas.

Guardar

Europa debe aprovechar esta oportunidad para construir una defensa propia.
Europa debe aprovechar esta oportunidad para construir una defensa propia.

La actual coyuntura geopolítica plantea un reto crucial para Europa, que consiste en asumir de manera autónoma su propia defensa y seguridad. La reducción del compromiso de Estados Unidos en el viejo continente y su giro hacia la región Asia-Pacífico obligan a Europa a redefinir su política de defensa con firmeza y determinación, priorizando sus propios intereses estratégicos sobre los beneficios de la industria armamentística. Durante décadas, Europa ha contado con el respaldo inquebrantable de Estados Unidos, especialmente a través de la OTAN.

Sin embargo, la administración estadounidense ha dejado claro que sus prioridades están en otro hemisferio, exactamente en el Indo-Pacífico (según declaraciones del Secretario de Defensa estadounidense Pete Hegseth en la Conferencia de Seguridad de Múnich), lo que implica una mayor carga de responsabilidad para los países europeos. Ya no se trata de una colaboración dependiente, sino de una colaboración entre iguales, donde Europa debe ser capaz de responder a sus propios desafíos de seguridad sin esperar una intervención directa de Washington.

La defensa europea, sin músculo financiero ni liderazgo claro

Uno de los principales obstáculos para el desarrollo de una Política de Defensa Europea robusta es la fragilidad financiera de muchos de sus Estados miembros.

El déficit de inversión en defensa ha sido una constante, y la falta de un liderazgo claro agrava la situación. Mientras Bruselas parece carecer de la capacidad para asumir los costos necesarios de una disuasión real, las miradas se dirigen hacia Reino Unido y Francia como posibles líderes de esta nueva estrategia defensiva. El Reino Unido, con su histórica independencia militar, y Francia, con su capacidad nuclear y visión estratégica, son los países mejor posicionados para guiar a Europa hacia una defensa más autónoma. No obstante, es necesario un consenso y una voluntad política que trascienda los intereses nacionales e industriales.

La guerra en Ucrania expone las carencias de la industria de defensa europea

La guerra en Ucrania ha dejado en evidencia las limitaciones de la industria de defensa europea. Las entregas de material militar sufren retrasos significativos, y la producción de armamento y munición es considerablemente más costosa y lenta en comparación con Estados Unidos. De ahí que EE.UU. se haya convertido en el principal proveedor de armamento colectivo y suministros militares a Ucrania desde el inicio del conflicto. Si fallara la infraestructura logística estadounidense, Europa se enfrentaría serias dificultades para mantener el flujo de suministros a Ucrania. Es de vital importancia que el continente europeo mejore su capacidad de producción y distribución de material bélico para evitar una dependencia crítica.

Además, la guerra de Ucrania ha evidenciado las diferencias estructurales entre la industria de defensa de ambos bloques. Mientras que la industria armamentística de EE.UU. cuenta con una enorme capacidad de producción en serie, una logística altamente eficiente y una capacidad de respuesta casi inmediata a las necesidades operativas, Europa se ve lastrada por su fragmentación industrial. Cada país prioriza su propia industria nacional, generando duplicidades y falta de coordinación. Esto no solo ralentiza la producción, sino que también encarece los costes y limita la escalabilidad. La falta de un mercado común real en defensa en Europa impide alcanzar economías de escala, algo en lo que EE.UU. destaca claramente, logrando una producción de material militar masiva y rentable.

El futuro de la seguridad europea se decide hoy

La respuesta a esta situación no puede ser meramente reactiva. Europa necesita una estrategia proactiva que no esté condicionada por los intereses de ninguna industria o por la evolución de los beneficios empresariales. Es el momento de que la política con mayúsculas tome las riendas y que los líderes europeos desarrollen un enfoque pragmático y efectivo en materia de defensa.

En definitiva, Europa debe aprovechar esta oportunidad para construir una defensa propia, eficiente y compartida, que le permita regir sus propios destinos. No se trata de confrontar con Estados Unidos, sino de establecer una colaboración equilibrada en la que Europa actúe con autonomía y responsabilidad. El futuro de la seguridad europea depende de las decisiones que se tomen hoy, y el margen de error es cada vez más estrecho.