El terrorismo yihadista no solo es preocupante en el Sahel, sino que también lo es su entrada, casi sin oposición, en la zona norte de los países que forman el Golfo de Guinea.
La realidad es que estos grupos siguen arrasando aldeas a su paso, motivo por el que la población se tiene que dirigir hacia otros lugares menos peligrosos. Esta crisis de seguridad que sufre la población civil se une al cambio climático, la pobreza y la expansión de los grupos del crimen organizado que, junto a estos grupos terroristas, hacen que la situación sea insostenible y a la vez imparable por parte de las fuerzas y cuerpos de seguridad de la zona.
Estos ataques trasfronterizos se vienen produciendo en esta zona desde 2018 y son cada vez más comunes como parte de la estrategia de reposicionamiento regional de los yihadistas, según el Instituto de Estudios de Seguridad y el Centro africano de Estudios Estratégicos.
Es una zona especialmente complicada dado que se mezclan los grupos terroristas del Sahel, los grupos del crimen organizado y los secuestradores de Nigeria, frontera con Benín.
Elementos que juegan a favor de estos grupos terroristas son la falta de preparación de los ejércitos de los países del Golfo de Guinea y la geografía de la zona, en su mayoría formada por enormes reservas naturales donde estos grupos pueden esconderse y acceder a todo tipo de tráficos ilícitos.
La supervivencia de estos grupos extremistas depende de las actividades ilegales, incluido el tráfico de armas y drogas, el robo de ganado, la extracción de oro y la caza furtiva. Estas actividades proporcionan fondos para apoyar sus operaciones y expansión.
Lo que en un momento comenzó como una zona de expansión de estos grupos terroristas se ha convertido en un área de reclutamiento, sobre todo en las zonas más marginadas y sin servicios básicos como hospitales o escuelas.
Según fuentes locales, los yihadistas prometen trabajo de vigilancia a los jóvenes del bosque y se les promete una paga de 200,000 FCFA, 100,000 FCFA, por mes. Pero, cuando llegan a la escena, ya no se trata de proteger sino de ser reclutados como terroristas.
Pero más preocupante es el hecho de que el objetivo último de los terroristas es tener salida al mar.
Hay que recordar que durante diez años ni las distintas operaciones militares internacionales llevadas a cabo en el Sahel ni las regionales ni la labor de la ONU han servido para frenar este tipo de terrorismo que ha continuado expandiéndose hasta llegar al Golfo de Guinea.
Los países del litoral de África occidental se han centrado en gran medida en las operaciones militares y antiterroristas para hacer frente a la inestabilidad que se está gestando en la región, sin embargo, deben dar un paso atrás para abordar el problema.
El aumento del extremismo violento no debe verse como el problema, sino más bien como signos de fragilidades sociopolíticas profundamente arraigadas. Es crucial señalar que el enfoque militarizado no puede ser suficiente por sí solo porque el extremismo violento en la costa de África occidental ya no es solo una amenaza externa.
Al igual que los países del Sahel, los estados costeros de África Occidental están luchando con déficits de gobernanza que están erosionando la cohesión social. Estas tensiones, y la inseguridad económica, proporcionan un terreno fértil para el reclutamiento y la propagación de grupos extremistas violentos y redes criminales.
A pesar de los temores de que la crisis del Sahel pueda extenderse a la costa de África occidental, la respuesta hasta ahora ha sido militar en lugar de política. Las respuestas securitizadas, como las operaciones militares en curso en el Sahel, no abordan la raíz de los problemas que han permitido el auge de estos grupos terroristas.
Evidentemente la salida de Francia del Sahel supone un nuevo escenario que favorece a los yihadistas y que crea "un vacío" que aumenta la carga sobre los gobiernos regionales. Hay que analizar el caso de Nigeria, por ejemplo, que todavía se considera la primera potencia de África, que tiene uno de los ejércitos más fuertes de África, pero que hasta ahora no ha podido expulsar las amenazas yihadistas de su territorio.
A medida que el terrorismo yihadista continúe extendiéndose hacia el sur de manera más mortífera, los estados litorales de África Occidental tendrán que desarrollar estrategias más efectivas y dedicar recursos para detener el flujo ahora más frecuente de ataques terroristas.
La puesta en común de las fuerzas militares de los estados de la región es la opción más compartida por los expertos para luchar contra los yihadistas porque un solo país no puede enfrentar el desafío donde las fuerzas conjuntas no han logrado detener los ataques de los yihadistas.
Habria que dar más impulso a la Iniciativa de Accra, que reúne a Benín, Burkina Faso, Costa de Marfil, Ghana y Togo para que pudiera convertirse en un marco más intenso para la cooperación antiterrorista siempre que se encuentre una solución para su financiación.
No obstante, con el aumento de los incidentes violentos y la preocupación en los estados costeros del norte, los países afectados están tomando serias medidas de seguridad para contrarrestar la propagación del yihadismo. Este enfoque de seguridad podría tener éxito en contener a los grupos yihadistas y no permitirles establecer bases fuertes. Sin embargo, no aborda los problemas centrales relacionados con la injusticia, la cohesión social y la coexistencia pacífica. Aparte de las operaciones militares, el éxito del enfoque de seguridad depende de la confianza de la población local y su cooperación con las fuerzas de seguridad y del Estado en general.
La solución al terrorismo yihadista no pasa solo por la vía militar sino de darle respuesta a través de todas las capacidades con las que cuentan los Estados en general, priorizando la situación de desarrollo social y la gobernanza.