Pilar Rangel

Opinión

Hacia un cambio de estrategia para la estabilización del Sahel

Experta en Terrorismo Internacional y en la lucha contra Daesh.

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Calle concurrida en Etiopía. Imagen de recurso.
Calle concurrida en Etiopía. Imagen de recurso.

La amenaza terrorista en el Sahel ha aumentado después de 10 años y todo ello unido a la salida de los distintos actores internacionales de la zona, como el caso de Francia o de la próxima salida de la MINUSMA, y, en paralelo, de la permanencia de las juntas militares golpistas en el poder que ignoran el tránsito a una sociedad civil y democrática junto a la llegada de los mercenarios de Wagner.

La salida de la MINUSMA supondrá el abandono de 15.000 efectivos en el terreno que dejarán toda la zona norte y centro en mayor riesgo de peligro ante la actuación de todos los grupos que actúan en la zona tanto del crimen organizado como del terrorismo y donde la principal víctima será la población civil.

Igualmente, la falta de acuerdo con los grupos tuareg del norte de Mali podría suponer de nuevo una ruptura total, que podría traer un nuevo conflicto interno en Mali como ya sucedió en 2012 con un nuevo llamamiento a la independencia de Bamako.

La Junta militar maliense solo busca perpetuarse en el poder y para ello ha creado un clima de intimidación en el que la sociedad civil no se atreve a hablar de política en medios abiertos unido a la presencia de Wagner, cuya actuación no solo no ha logrado disminuir la presencia terrorista sino que además ha servido para que aumenten los ataques, algo que ha sufrido principalmente la población civil, víctima de ambos grupos como en el caso de Moura, donde ya no estará presente Naciones Unidas para documentar las violaciones de los derechos humanos que se comenten en el Sahel.

Unido a todo ello hemos visto como también la Junta militar maliense ha liberado a prisioneros miembros de Dáesh a cambio de la liberación de rehenes malienses y de una tregua durante un tiempo.

Los vacíos de seguridad en el territorio que han dejado tanto Francia como la MINUSMA serán rellenados por estos grupos terroristas que aumentarán su poder en Mali y en el resto del Sahel, y que llegarán a controlar gran parte del territorio, como actualmente es el caso de Menaka después de la salida de Francia.

Mientras tanto Rusia se ha convertido en el principal proveedor de armas a África subsahariana hasta el punto de que, según un Informe del Instituto Internacional de Investigación para la Paz de Estocolmo (SIPRI), este país ha sustituido a China como el principal proveedor de armas para el África subsahariana entre 2018 y 2022 y ha ganado una cuota de mercado del 26% en la región, en comparación con el 21% en los cinco años anteriores. Las importaciones de armas en Malí aumentaron un 210% entre 2013 y 2022, después de los golpes de Estado malienses de 2020 y 2021.

Los acuerdos de Rusia con estos países del Sahel incluyen entrenamiento militar, venta de armas, acceso a recursos naturales como oro, diamantes y petróleo y están destinados a cubrir las pérdidas debidas a las sanciones impuestas a Rusia desde su invasión de Ucrania.

Ante esta situación, Niger se ha convertido en la actualidad el epicentro en la lucha contra el terrorismo en el Sahel, especialmente en la zona de la triple frontera con Mali y Burkina Faso.

Es por todo ello por lo que la Unión Europea debe comprometerse más en el Sahel para ayudarles a salir de la grave crisis económica y de seguridad que padecen. Los países miembros del Sahel deben actuar a través de todas las instituciones que tiene el Estado en la lucha contra el terrorismo: fuerzas militares, fuerzas policiales y judiciales. Es el Estado el que debe luchar contra estas amenazas con todas sus capacidades sin olvidar a la sociedad civil y al desarrollo, porque sin seguridad no hay desarrollo.

Y recordemos que la única solución no es solo militar, sino que también hay que tener en cuenta en primer lugar a la sociedad civil, incrementar la buena gobernanza, consolidar la democracia y restaurar el Estado de derecho en todo el territorio con todas sus instituciones y sus capacidades.

Para todo ello es fundamental una mayor implicación de las organizaciones internacionales africanas como la CEDEAO y la UA.

Igualmente, Argelia debe tener un papel más activo en esta crisis y no limitarse a ser un mero mediador, sino que debe aprovechar su relación con Rusia y crear un espacio de dialogo entre las autoridades malienses y los grupos armados.

La retirada de la gran parte de los actores internacionales del Sahel a iniciativa de Mali debería llevar acompañado un liderazgo mayor en la lucha contra el terrorismo yihadista en el Sahel por parte de las autoridades de los distintos países de la zona y de esa forma aplicar soluciones africanas a problemas africanos sin la injerencia en asuntos internos por parte de otros países ni el sometimiento al neocolonialismo por parte de Occidente.

Las autoridades de África subsahariana deben actuar teniendo en cuenta las lecciones aprendidas en estos 10 años en los que la única solución se ha visto que no solo es la militar y en los que se ha demostrado se ha de actuar desde todos los ámbitos, desde todas las instituciones empezando desde el plano local hacia arriba y donde son ellos mismos los que deben dar soluciones a sus problemas acompañados de la ayuda de Occidente, si así lo desean.