Conocí a Amando personalmente a mediados de 2005, si bien ya sabía de su prestigio y reputación como sociólogo de referencia, escritor de ensayos y personaje público que frecuentaba las tertulias de radio y televisión de esos días. Precisamente su reputación como sociólogo y su aparente accesibilidad, me animaron a acceder a su email para dirigirme a él a fin de contar con su apoyo y orientación en mi pretensión de escribir un libro en el que poder explicar por qué dejé de ser de izquierdas. Hubo éxito y conseguí contactarle y tuvimos un encuentro muy positivo, él era un sociólogo de prestigio y yo un psicólogo que quería publicar su primer libro sobre temáticas de ideología política que me preocupaban, derivadas del zapaterismo de la izquierda de esos años. El me dio su apoyo, me corrigió el manuscrito, me hizo sugerencias y me ayudo a concluir un libro que nunca se publicaría por mí como autor titular, “Por qué dejé de ser de izquierdas”. Pero esa fue otra historia.
Lo esencial es que Amando me ayudó en mi propósito a la vez que se inició una relación bastante próxima y amable durante casi un lustro, que me abrió a nuevas amistades, a tener ardientes debates, a conocer a ciertos personajes políticos e intelectuales, y alimentar mi pasión para poder iniciar una línea de producción de ensayos y estudios psicosociológicos que hoy superan la docena. Él era sociólogo y yo psicólogo, y teníamos puntos de coincidencia y discrepancias que animaban y daban vida e intensidad a nuestra relación, amén de tejer una red de amigos comunes. Además, al tener 10 años más que yo, ya había entrado en el estatus de la “sabiduría” (inteligencia cristalizada), mientras yo aún flotaba aún en las aguas del experto. En definitiva, una relación que dejó una huella positiva en mi vida de la que me gustaría remarcar algunas vivencias interesantes.
De Amando se aprendía siempre algo, unas veces más y otras menos, aunque en las últimas fases de nuestros encuentros, tendía a realizar generalizaciones tan brillantes como a veces simplistas. Cuando estas generalizaciones tocaban mi fibra psicológica, solía plantarle cara en legítima defensa de mis conocimientos como doctor en psicología, lo que nos sumía en acaloradas y sanas discusiones. Eso hacía nuestra relación más rica e intensa. Con el tiempo he aprendido que la tendencia a generalizar aparece como indicador de que estás entrando en la etapa de la sabiduría, ciclo que considero se abre de forma evidente en todos los humanos, cuando se alcanzan los 70 años. Claro que yo siempre fui 10 años más joven que él.
Hay un tema en mi actividad como ensayista que está directamente vinculado a mi relación con Amando. Fue en el verano de 2008, mientras compartíamos una barbacoa en mi casa de El Espinar. En aquellos días, en mi cabeza bullía la idea abordar alguna actividad intelectual en colaboración con Amando, conectada concretamente, con el combate doctrinal de la izquierda. Me armé de valor y me decidí a hacerle una propuesta de colaboración conjunta y le dije: “Amando, ¿qué te parecería si tu como sociólogo y yo como psicólogo abordásemos un estudio sobre el adoctrinamiento político?”. Su respuesta fue automática y muy clarificadora: “Me parece muy bien. Pero es tu idea, hazlo tú”. Eso significaba dos cosas, que le parecía bien pero que a él este tema no le interesaba. Así que me sentí apoyado en la idea y liberado, poque podía actuar sin la necesidad de ninguna sombra intelectual fiscalizadora. Fruto de esta conversación, me rearmé intelectualmente y a día de hoy, ya llevo publicados ocho libros relacionados con el adoctrinamiento político.
Amando era español, y puedo asegurar que no le percibí nunca como un nacionalista, sino como un patriota, al menos durante el lustro en el que tuvimos los mejores momentos de nuestra relación. El era patrón de la Fundación DENES (Defensa de la Nación Española) y por su influencia me hice miembro de esta asociación y llegaría, en 2014, a ser el director de esta Escuela de Verano, pero no por su mediación, sino por una decisión de su presidente, Santiago Abascal. De DENAES saldría años después Vox, pero no tengo certeza sobre la relación de Amando con este nuevo partido, aunque me inclino a pensar que no llegó a tener vínculos especiales. Supongo que serían de proximidad, pero no de implicación.
Amando era un liberal convencido y de derechas, como solía recordarnos a sus allegados cuando surgía el tema. Frecuentemente nos recordaba donde su ideología liberal quedó definitivamente consolidada. Contaba que durante su ciclo formativo en ciencias políticas realizado en EEUU (no recuerdo la universidad ni el nombre del profesor que él aún recordaba con veneración), él aprendió una lección que le resultó inolvidable y que resumía aproximadamente con las siguientes palabras: “….nos lo dejó muy claro aquél profesor politólogo, que para diferenciar las izquierdas de las derechas hay una fórmula muy sencilla. Las izquierdas defienden la igualdad y las derechas, la libertad”. Puedo asegurar en este punto que mi memoria no yerra y lo cierto es, que cuando he tenido alguna duda, este aserto me ha ayudado a entender mejor las diferencias raíces entre izquierdas y derechas.
Otro tema interesante en nuestros debates era el religioso. Él tenía una obvia formación religiosa católica, como yo y muchos compatriotas de nuestras generaciones. A él le asistían algunas dudas lógicas, yo me definía con rotundidad y aún lo sostengo, como agnóstico. Estas divergencias, nada estridentes, nos llevaban a tener debates esporádicos a propósito de cuál sería la religión verdadera. Durante un viaje que hicimos con otros amigos a Roma, supongo que sería hacia 2009, fuimos a visitar el Vaticano y por supuesto, entramos en el monumental recinto con el objeto de visitar su interior, siempre impresionante. Nos dirigíamos a lo largo de un pasillo que desembocaba en la Capilla Sixtina, flanqueada entonces por innumerables restos arqueológicos, estatuas, imágenes y otras temáticas clásicas y religiosas de época, una muestra impresionante de arte religioso y pagano. De repente se dirigió a mí y me dijo algo así como: “Víctor, ¿tú no crees que una religión que se rodea de tanta belleza debe ser la religión verdadera? Mi respuesta fue que no tenía por qué haber relación entre la belleza y la verdad, pero para él sí, su cuestión era resolver sus dudas de fe. Poco antes de su muerte creo haber leído el titular de un artículo suyo donde él se declaraba creyente. Resulta obvio afirmar que Amando era un creyente católico.
Pero ser liberal, español, de derechas y católico, no sale gratis en la España de hace diez años, ni en la actual. Amando era un sociólogo reconocido nacional e internacionalmente. Él decía tener más de un centenar de publicaciones de carácter científico y literario que se podían consultar en universidades españolas y extranjeras, en definitiva, la historia de la sociología española no se puede explicar sin la obra de Amando. Pero hay un hecho del que pude ser testigo y que él nos refería siempre con amargura. Resultó que, al cumplir los 70 años, se vio obligado a jubilarse y abandonar su plaza de profesor titular de sociología en la Facultad de Ciencias Políticas de Somosaguas. Con legitimidad intelectual y académica, solicitó ser considerado Profesor Emérito de su Facultad, reconocimiento que se daba habitualmente a los profesores con una brillante carrera universitaria como profesor, que sobradamente él cumplía. Pero apareció el revanchismo contra él por su identificación política con las derechas, y a pesar de sus méritos académicos, el claustro de profesores dominado por las izquierdas rehusó inicialmente darle el título o condición de Profesor Emérito. Fue un acto mezquino del mundo progresista. No recuerdo como acabó aquella historia, pero las personas cercanas a él pudimos ver la tristeza y decepción que le produjo este acto arbitrario, injusto y sectario.
Amando tenía sus filias y sus fobias más o menos justificadas, pero procuraba limarlas. Nos comentó que no se llevaba bien con José Maria Calleja, profesor y periodista afín a la socialdemocracia. En 2010 ambos coincidieron en un viaje en AVE a Sevilla, y tuvieron un gran punto de coincidencia: el rechazo del terrorismo. Este hecho le reconcilió con este periodista valiente que acuñó en su día el término “terroristas de la tiza” para referirse a los profesores universitarios colaboracionistas con ETA. José Maria Calleja falleció de covid en abril de 2020.
Para cerrar este modesto pero merecido homenaje, comentaré otra experiencia que compartí con Amando. Como él ya no conducía, viajamos juntos a Santander para asistir a la Escuela de Verano de DENAES, sería Julio de 2009. Yo conducía y fuimos charlando animadamente, pero al entrar en la ciudad, inopinadamente me espetó:
- “Oye Victor, cuando me muera, ¿llorarás por mí?”
- “Por qué me preguntas eso”- le respondí.
- “Porque creo que no me llorarás… “– me replicó.
- “Bueno la verdad es que no me lo he plantado todavía. Todo depende…”
Mi relación con Amando seguiría su curso normal, aunque con el tiempo fue enfriándose dentro de un ambiente de cortesía y respeto, pero sin incidencias dignas de mención.
De Miguel falleció el día 3 de septiembre de 2023 y a día de hoy, puedo afirmar que no he llorado por su muerte, como él bien suponía. No obstante, guardo un recuerdo tan profundo como sincero de él y de su legado. Por esta razón, en lugar de llorar, he decidido mediante este modesto homenaje escrito, expresar mi más sincero agradecimiento por todo lo que me aportó e hizo por mí en su momento, así como un incondicional reconocimiento a su persona y a su obra. Descanse en paz el hombre sabio, sociólogo, español, liberal y católico que fue, Amando de Miguel.