Luis de Mergelina, analista de seguridad del Centro para el Bien Común Global de la Universidad Francisco de Vitoria.

Opinión

El peligro del multiculturalismo en Europa

Analista de seguridad del Centro para el Bien Común Global de la Universidad Francisco de Vitoria.

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Multiculturalismo.
Multiculturalismo.

El multiculturalismo es una corriente política y cultural que busca proteger a ciertas minorías, presentándolas como víctimas que deben ser favorecidas, mientras que, en muchos casos, culpa a Occidente de su situación. Esta ideología predominante en Europa fue impuesta en muchos países por sus gobiernos. Estos aplican un relativismo moral basado en la narrativa woke, surgida en universidades norteamericanas en los años 70, según la cual no es necesario que los inmigrantes se integren ni asimilen las normas y valores de los países que los acogen, ya que se considera que sus propios sistemas de valores merecen el mismo trato y consideración. El paso de los años ha demostrado el evidente fracaso al intentar aplicar la doctrina multiculturalista, con su gran aliado representado por el islamismo, especialmente en las sociedades europeas. Como ha manifestado el gran referente del multiculturalismo, Edward Said, el multiculturalismo europeo ha evolucionado en un sentido muy negativo derivando en un intento de destruir la cultura occidental, en vez de enfocarlo en una reivindicación de todas las culturas.

El movimiento woke fue adoptado sin cuestionamientos en las sociedades occidentales, presentado como símbolo de un progresismo auténtico al que pocos se atrevían a oponerse por miedo a ser catalogados como políticamente incorrectos, extremistas o retrógrados. Así, se fue imponiendo su agenda, basada en la idea de que todas las culturas son iguales y merecen el mismo respeto y trato. Esto llevó a un relativismo que, según esta perspectiva, debe ser aceptado en nuestras sociedades.

La ideología del multiculturalismo se fortalece y defiende con mayor vehemencia sus principios, aprovechando la falta de una visión nacional que permita a todos sentir que pertenecen a una sociedad cohesionada. Esto debilita el sentido compartido basado en los valores y tradiciones comunes, debido a la insistencia persistente del multiculturalismo en que ningún conjunto de valores puede considerarse superior ni establecerse como la norma deseable para todos.

El multiculturalismo ha llevado a una creciente fragmentación social, agravada por la intensa presión de los flujos migratorios externos, especialmente de países musulmanes y del África subsahariana. Estas regiones a menudo tienen costumbres y valores que contrastan profundamente con los del mundo occidental, como en el papel de la mujer en la sociedad o el tratamiento de la homosexualidad, entre otros. El pluralismo, esencial para las sociedades occidentales, exige reciprocidad en el reconocimiento de los particularismos culturales de las comunidades que las integran.  Al mismo tiempo, implica valorar y respetar la cultura mayoritaria del país, con sus costumbres, usos y tradiciones, sin deslegitimarla ni tildarla de intolerante, racista o xenófoba por defender su propio legado.

Este escenario está marcado por paradigmas promovidos por élites políticas e intelectuales que, a menudo, actúan desde una perspectiva superficial y acomodada, protegidas por sus privilegios. Estas élites tienden a ignorar la dimensión social que impacta directamente a la ciudadanía, la cual se siente cada vez más desorientada y alejada de las prioridades impuestas en la agenda política, como la emergencia climática, la ideología de género o el tratamiento de las minorías. Estas cuestiones, aunque relevantes, no abordan las verdaderas necesidades de las personas ni ofrecen un horizonte confiable para sus vidas. Como resultado, se está generando un distanciamiento progresivo de las opciones políticas tradicionales, lo que lleva a muchos ciudadanos a buscar refugio en partidos de corte populista. Este fenómeno se refleja en los recientes resultados electorales de países europeos como Francia y Alemania, y en otros como Italia o Hungría, donde estas fuerzas ya están en el gobierno.

Analizaremos ahora los problemas generados por el multiculturalismo en algunos de los países europeos más importantes, y que la mayoría de estos tienen su mismo origen: el islamismo.

Francia atraviesa una grave inestabilidad política y alberga la mayor población musulmana de Europa occidental, con más de cinco millones de personas. Una de las prioridades del Ejecutivo es combatir el islam político, como anunció el ministro del Interior en la Asamblea Nacional. Este esfuerzo se centra en la defensa de la laicidad, principio fundamental de la sociedad francesa consagrado en su Constitución, y en la preservación de este valor frente a la amenaza de organizaciones islamistas. Estas promueven un antisemitismo radical, la primacía de la ley coránica sobre la republicana y la subordinación absoluta de la mujer, entre otros aspectos. En respuesta, el Gobierno busca impulsar un nuevo tipo penal que permita la disolución de estas organizaciones, cuyo propósito es instaurar la Sharia, la ley islámica que pretende imponerse por encima de los valores y las leyes de la República. Hasta el momento actual eran solamente objeto de disolución aquellas organizaciones que espoleaban al odio y defendían grupos terroristas. Actualmente dentro del colectivo de los musulmanes hay dos grupos, los hermanos musulmanes y los movimientos salafistas, que tienen una estrategia de forzar las normas en materia de laicidad escogiendo para ello como uno de los escenarios prioritarios de confrontación el ámbito educativo.

En este contexto, Francia reafirma su firme compromiso con el laicismo, garantizando que los centros educativos permanezcan libres de influencias religiosas y preserven la neutralidad confesional. Este principio ha sido respaldado por el Consejo de Estado en varias sentencias, que han rechazado los recursos presentados por asociaciones musulmanas contra la prohibición de usar prendas que representen símbolos religiosos musulmanes en las escuelas. Cabe destacar que casi la mitad de los incidentes anuales en las escuelas francesas están relacionados con el uso de prendas religiosas-identitarias. En algunos barrios y pequeñas localidades, el cumplimiento de esta normativa se enfrenta a serias dificultades, ya que el alumnado musulmán, apoyado por colectivos islamistas, ejerce una fuerte presión sobre el profesorado y la dirección de los centros, dificultando la aplicación efectiva de la norma. Cabe recordar en este ámbito al profesor decapitado en octubre de 2020 al salir del colegio en un suburbio parisino por mostrar en clase días antes caricaturas de Mahoma para iniciar un debate sobre la libertad de expresión, y al profesor acuchillado en su instituto en octubre del año pasado por un ex alumno radicalizado que estaba ya fichado por los servicios de seguridad.

Como parte de su estrategia contra el islam político, Francia realiza inspecciones regulares en entidades culturales y centros educativos privados vinculados al islam. Desde el pasado verano, se ha prohibido que imanes consulares actúen como profesores o trabajadores sociales en las escuelas turcas, ya que promovían un islam patriarcal que relegaba a la mujer a un papel subordinado. La diáspora turca en Francia, con más de 700.000 personas, es la segunda más numerosa en Europa tras Alemania. Este islam turco está en expansión en el país, con asociaciones como la Confederación Islámica “Visión Nacional”, que gestiona más de 70 mezquitas en Francia y 600 en toda Europa.

A pesar de la incertidumbre y la inestabilidad política actuales, que continuarán hasta que se convoquen elecciones presidenciales anticipadas como piden los dos principales grupos de la Asamblea Nacional, hay un amplio consenso, salvo entre los partidos de izquierda, sobre la necesidad de implementar estas medidas.

En materia de seguridad es indudable también los vínculos de personas que profesan el islam y cometen hechos de índole terrorista, calificados así por el Ejecutivo francés. Por ello, se ha reforzado la seguridad para proteger sinagogas, escuelas judías y otros centros de esa confesión, especialmente tras el ataque el pasado mes de agosto contra una sinagoga, que provocó dos incendios en los dos accesos al templo, pero sin producir, afortunadamente, víctimas mortales. El conflicto actual en Oriente Próximo ha aumentado el rechazo hacia los judíos y las amenazas de miembros radicalizados del islam, incluidos jóvenes menores de edad. Estos jóvenes se radicalizan rápidamente a través de redes sociales y canales de mensajería cifrada, mostrando gran determinación para cometer atentados. Este año, los servicios de seguridad franceses han detenido a una quincena de ellos al detectar sus planes, aunque aún poco estructurados, pero con gran voluntad de llevarlos a cabo.

En Alemania, que también atraviesa un período de incertidumbre política, se evidencia el conflicto relacionado con la multiculturalidad. En 2024 se ilegalizaron varias organizaciones islamistas por promover ideas contrarias a los principios de la Constitución alemana. Además, en abril y mayo de este año, más de mil islamistas se manifestaron en Hamburgo exigiendo la instauración de la Sharía, la ley islámica. En esta ciudad, el Centro Islámico fue prohibido en julio por ser una organización que difunde una ideología totalitaria que atenta contra la dignidad humana, los derechos de la mujer y promueve un antisemitismo agresivo, exacerbado tras el ataque terrorista de Hamás a Israel el 7 de octubre de 2023. Estas organizaciones abogan por un régimen autoritario-teocrático alineado con el “Líder Supremo de la Revolución” iraní. También fueron prohibidas sus delegaciones en Berlín, Munich y Frankfurt. El gobierno alemán ha aclarado que los musulmanes que practican una fe pacífica no se verán afectados por estas medidas, pero actuarán con firmeza contra el extremismo islamista, que no solo promueve una ideología incompatible con los valores democráticos y constitucionales alemanes, sino que también apoya a organizaciones terroristas como Hezbullah.

En este contexto, organizaciones islamistas radicales llamaron a realizar atentados durante la celebración de la pasada Eurocopa que no se materializaron gracias al importante despliegue operativo de las fuerzas de seguridad alemanas. Sin embargo, no pudieron evitar el reciente atentado de Magdeburgo, donde un saudí con tarjera de residencia permanente tras obtener la condición de refugiado, irrumpió con un vehículo en un mercado navideño asesinando a cinco personas e hiriendo a cerca de 200. Sobre este individuo un año antes el gobierno saudí avisó a las autoridades alemanas de su peligrosidad y solicitó su extradición, no actuando los servicios policiales alemanes ante estas alertas.  Unos meses antes de este ataque, en agosto, en la localidad de Solingen en Renania del Norte, un refugiado sirio que había llegado en diciembre de 2022 y que se encontraba en régimen de protección subsidiaria, asesinó a cuchilladas a tres personas e hirió de gravedad a otras cuatro.

El gobierno alemán ha anunciado varias medidas para intensificar su lucha contra el islamismo, permitiendo que las fuerzas de seguridad utilicen software de Inteligencia Artificial para rastrear sospechosos en redes sociales mediante datos biométricos. Además, se les otorgarán nuevas competencias para la vigilancia de las telecomunicaciones, incluyendo la capacidad de solicitar información e imponer prohibiciones de residencia. En las elecciones previstas para febrero, el partido que logre conectar con las preocupaciones reales de los ciudadanos sobre este tema verá su programa respaldado de manera mayoritaria, ya que la población actualmente muestra gran descontento con las políticas adoptadas para contrarrestar los efectos del islamismo en la sociedad.

El pasado verano en el Reino Unido, tras el asesinato de tres niñas apuñaladas en una escuela infantil de Southport, cerca de Liverpool, por un joven de 17 años, hijo de una familia de inmigrantes de Ruanda, estallaron violentos disturbios en varias ciudades. Más de 500 personas fueron detenidas, varias decenas de policías resultaron heridos y se produjeron ataques a mezquitas y centros islámicos. El primer ministro Starmer atribuyó estos disturbios a la extrema derecha, en un ejercicio simplista, ya que la mayoría de las manifestaciones fueron convocadas de manera espontánea por la ciudadanía en respuesta al brutal ataque. Sin embargo, grupos radicales aprovecharon la situación para expresarse de la forma que mejor conocen: provocando algaradas y disturbios.

El gobierno británico está promoviendo diversas iniciativas en su lucha contra el islamismo radical. El programa Prevent tiene como objetivo identificar y tratar conductas radicales de cualquier ideología que puedan derivar en actividades terroristas, adoptando un enfoque multidisciplinar desde sectores como la educación, la asistencia social y la sanidad. Estos sectores pueden alertar a los responsables del programa sobre individuos con perfiles que podrían beneficiarse de una intervención temprana. Tras una evaluación, se ofrece apoyo para modificar la conducta o, en casos más graves, se inicia una investigación por parte de las fuerzas de seguridad. Según el último registro anual, correspondiente a marzo, casi 7.000 personas han sido tratadas por este programa, de las cuales el 13% tienen una motivación islamista. Sin embargo, el porcentaje más alto, superior al tercio del total, corresponde a personas catalogadas como vulnerables sin vinculación ideológica.

Otra medida que está implementando el gobierno británico es la identificación de predicadores radicales musulmanes, con el objetivo de evitar su entrada al país debido al riesgo que representan para la seguridad pública. Para ello, se utiliza la red de embajadas británicas en el extranjero y se lleva a cabo la monitorización de fuentes abiertas para obtener la información necesaria. Además, se mantiene contacto con las comunidades musulmanas ya establecidas en el país para evitar que inviten a estos predicadores y les otorguen visados.

Terminamos este breve análisis con los países nórdicos que antaño eran un ejemplo de integración de la inmigración y por su generosa acogida en su sistema de bienestar, y que en noviembre de 2023 firmaron un acuerdo -Dinamarca, Suecia, Noruega, Finlandia e Islandia- para endurecer las condiciones de acceso, restringir la inmigración e incrementar las deportaciones de quienes no tienen derecho a residir en sus países, contemplando también aumentar la ayuda a los programas de retorno voluntario  gestionados por Naciones Unidas.

Entre los principales motivos que explican este giro en la política migratoria de países que han recibido en las últimas décadas una gran oleada de inmigración musulmana, se destacan la creciente pérdida de identidad cultural percibida por los ciudadanos, que ven en la inmigración una amenaza a la cohesión social y a la identidad nacional. Además, el generoso sistema de bienestar social ha incentivado que, en algunos casos, fuera más rentable cobrar un subsidio de desempleo que trabajar y contribuir al mantenimiento de dicho sistema, lo que ha dificultado la plena integración de los inmigrantes.

En Dinamarca, que ha implementado medidas más estrictas en el control de la inmigración en los últimos años, esta ha disminuido en cerca del 30%, y las solicitudes de asilo han caído un 82%. Además, el acceso a la nacionalidad está condicionado a la aprobación de un examen de lengua y de conocimientos sobre la historia y la sociedad danesa. Estas disposiciones cuentan con el apoyo de la mayoría de los partidos políticos con representación parlamentaria.

Una parte de los clérigos y fieles del islam practica su fe de manera fundamentalista, intolerante y machista, actitudes que son claramente incompatibles con los valores de la sociedad europea. Estos buscan imponer sus creencias y normas aprovechando la tolerancia y las leyes que los protegen, incluso a costa de la convivencia, beneficiándose del buenismo y la pasividad de nuestras sociedades occidentales.

Por ello, es crucial dar una batalla cultural y política para reivindicar las raíces cristianas que han forjado Europa. Estas raíces están en riesgo de desdibujarse, lo que podría quebrar nuestra cultura tal como la conocemos. Es esencial que Europa se sienta orgullosa de sus valores y tradiciones, porque nuestra civilización no es natural ni inevitable, y es vulnerable. Por eso, debemos defender nuestros valores y la convivencia que han generado.

A la descristianización en el corazón de Europa se suma el proceso de reislamización, impulsado por movimientos islamistas de diversas corrientes. En la década de los 80, los islamistas criticaban el escaso interés de la juventud musulmana en Europa, considerándola perdida para su causa. Esto se reflejaba, por ejemplo, en la casi inexistente práctica del uso del velo por parte de las mujeres y en la adopción de las costumbres y el estilo de vida occidental.

Décadas después, el escenario ha cambiado y Europa se ha convertido en un foco del yihadismo internacional. Es esencial identificar dónde se produce la radicalización de los jóvenes musulmanes, lo que requiere un escrutinio riguroso de las escuelas islámicas y las actividades en las redes sociales, acompañado de normas legales más estrictas que dificulten y limiten sus acciones.