En mi permanente objetivo de comprender y explicar lo aparentemente inexplicable, en este análisis me dispongo a profundizar sobre las razones que permitirían dilucidar por qué ciertos líderes –objetivamente indignos e indeseables– lograr sobrevivir y perpetuarse en determinadas sociedades, a pesar de los efectos negativos que provocan en sus ciudadanos. En este contexto, no puedo evitar asombrarme ante la adhesión incondicional de los votantes progresistas a su líder actual, Pedro Sánchez, lo cual me parece incomprensible por el cúmulo de contradicciones e irregularidades que acumula.
Sinceramente, me cuesta entender cómo un gobernante tan impopular –hablando objetivamente– y con semejante pobreza moral, todavía continúe resultando atractivo para más de siete millones de votantes españoles. El pasado mes de octubre realicé una primera aproximación a esta cuestión en un artículo titulado "Sobre la sumisión de los votantes sanchistas". Sin embargo, los acontecimientos más recientes me llevan a formular una nueva hipótesis, una segunda vuelta al asunto, que estimo necesaria.
En este nuevo enfoque recurro a la figura del psicosociólogo Henri Tajfel, nacido en Polonia el 22 de junio de 1919 y fallecido en Bristol, Reino Unido, el 3 de mayo de 1982. Tajfel, nacionalizado británico, adquirió relevancia por sus investigaciones sobre la Teoría de la Identidad Social (TIS) y por sus estudios sobre estereotipos, prejuicios y discriminación entre grupos sociales. Para desarrollar estos trabajos, analizó casos extremos de liderazgo como los de Hitler, Stalin, Mao, Pol Pot o Sadam Hussein. Lo que más le fascinó fue cómo estos líderes totalitarios, pese a su crueldad, ejercían una influencia social tan potente sobre sus seguidores y generaron muchas más adhesiones que rechazos. Pero ¿por qué motivo —salvo los casos evidentes de terror y persecución— las masas sucumbían a estos líderes?
El interés de Tajfel por este tipo de figuras políticas se comprende al revisar su biografía. Al ser un judío polaco, se vio obligado a emigrar a Francia para poder continuar sus estudios. Durante la Segunda Guerra Mundial, fue movilizado por el ejército francés y cayó prisionero de los alemanes, aunque no lo deportaron a un campo de exterminio precisamente por tratarse de un judío francés. Al analizar la tragedia del Holocausto judío, llegó a la conclusión inquietante: si hubiera sido parte de un grupo judío no francés, habría sido ejecutado. ¿Por qué los alemanes no actuaron contra él por ser francés y sí lo habrían hecho por ser polaco? Esta pregunta trató de resolverla con la Teoría de la Identidad Social (TIS), que desarrolló a partir de su experiencia personal.
La Teoría de la Identidad Social: Ingroups vs. Exogroups
La Teoría de la Identidad Social, formulada por Tajfel en 1978, plantea que las personas tienen una tendencia innata a definirse o a clasificarse (categorizarse) a sí mismas en grupos excluyentes, los "ingroups", (nosotros). Esto les permite construir parte de su identidad singular, mientras forman parte de grupos que les dan seguridad de pertenencia. Adicionalmente, se crean barreras excluyentes frente a los "exogroups" (los otros), grupos externos que suelen tener connotaciones de inferioridad en distintos ámbitos: social, cultural, intelectual, económico, doctrinal, etc.
Otra dimensión asociada con la TIS consiste en aceptar que las personas se integran en estos ingroups para "maximizar su distinción positiva", ya que estos grupos no solo les proporcionan una identidad grupal, social o cultural, sino que también contribuyen a reforzar su autoestima personal y su reputación social. A la luz de estas consecuencias, es posible comprender cómo se estructuran la relaciones personales y grupales en diferentes entornos: social, familiar, deportivo, político, laboral, etc. Pertenecer a grupos fuertes y excluyentes, los ingroups, comporta gratificaciones que no se tendrían en otros grupos con menor reputación, los exogroups.
En términos metafóricos, el seguidismo social tiene recompensa para aquellos que se someten al ingroup. Además de los beneficios directos anteriormente mencionados, derivados de su adhesión al grupo, les permite sentirse superiores a los miembros del exogroup y también evita que sufran costes emocionales y psicológicos, como discriminación, acoso social o rechazo, así como las dificultades inherentes al hecho de ser un disidente o un sujeto objeto de exclusión social. Por tanto, en regímenes autoritarios como la Alemania nazi o la Rusia soviética, resultaba más fácil seguir las normas del sistema que enfrentarse a él y ser perseguido.
Esta teoría psicosociológica de Tajfel es aplicable a cualquier tipo de líder, liderazgo y comunidad de seguidores. Desde esta perspectiva, podemos comprender por qué los alemanes siguieron a Hitler, los rusos a Stalin, los chinos a Mao o los venezolanos a Maduro. Y este mismo razonamiento lo extiendo –de forma deliberada– a los simpatizantes, votantes y militantes socialistas que continúan siendo fieles a Pedro Sánchez.
El seguimiento a este líder persiste porque independientemente de las tropelías que haga, pertenecer al ingroup socialista tiene más beneficios psicológicos, emocionales y de otras características que formar parte de cualquier exogroup estigmatizado, ya que para los progresistas resultan reaccionarios y satánicos por representar a la ultraderecha o a la llamada fachosfera. Aunque estos colectivos sean muchos y variados, todos seguirán siendo considerados exogroups, alejados de la hegemonía y de la superioridad moral y doctrinal del ingroup progresista, que actúa como una trituradora de cualquier forma de antagonismo y por extensión, del individualismo psicológico.
¿Romper con el grupo? Una decisión muy valiente… y altamente improbable
Otro aspecto que me gustaría resaltar es la valentía que implica apartarse del influjo del ingroup y, además, rechazar a su líder, incluso cuando los hechos evidencian que no está a la altura moral, intelectual o política que el sentido común demanda. Este acto de rechazo es intrínsicamente gratificante para quién lo lleva a cabo, puesto que constituye un comportamiento de afirmación que insiste en el valor de ser diferente de otros sujetos sometidos y que refuerza la dignidad personal de quien lo hace. No obstante, también conlleva numerosos perjuicios y costes psicológicos adicionales.
Entonces, ¿están los votantes y simpatizantes de Sánchez dispuestos a romper con su ingroup y pasar a formar parte de un exogroup? No parece probable porque desde el poder que ejercen a través del Estado –publicando leyes y facilitando cargos y privilegios para su clientela– reciben suficiente compensación y prestigio social como para tolerar los abusos, arbitrariedades y presuntas corrupciones que, por acción u omisión, su líder avala.
Pedro Sánchez es, para sus seguidores, un líder gratificante porque refuerza su identidad progresista, les permite sentirse vencedores en el ámbito político y les proporciona una identidad social y cultural con la que se identifican como ganadores, sin olvidar otras prebendas. Aunque sea un líder objetivamente indigno, prestigia a su ingroup, lo cual facilita que se le perdone cualquier arbitrariedad. Como mucho, es posible que el desgaste provoque que algunos –no muchos– se desconecten y decidan no volver a votarle, pero difícilmente se producirá una repudia masiva a su liderazgo.
En resumen, la teoría de Tajfel permite extraer dos importantes conclusiones: la primera, que los miembros del ingroup rara vez defenestrarán a su líder; y la segunda, que terminarán convirtiéndose en cómplices, por acción u omisión, de sus actos. Así, puede afirmarse que los líderes políticos indignos sostienen su liderazgo gracias a la complicidad necesaria y a la sumisión de sus seguidores, quienes, en ese proceso, metabolizan y absorben la indignidad del líder.