Zuckerberg muestra síntomas de nerviosismo. No es para menos. Los últimos meses han traído para la antigua Facebook, hoy denominada Meta, un cúmulo de hechos negativos. El último de todos ha corrido a cuenta de la Unión Europea y las transferencias internacionales de datos personales. Los datos generados en el Espacio Económico Europeo gozan de un elevado nivel de protección y, para realizar una transferencia internacional de los mismos a un espacio ajeno al europeo, el país receptor debe ofrecer garantías de protección adecuadas y equiparables. Naciones fuera de ese ámbito como Canadá, Suiza o el Reino Unido, entre otras, gozan del mismo estatus que los países del Espacio Económico Europeo al ser declaradas de nivel de protección adecuado por la Comisión Europea.
EE.UU. tenía la consideración de país de nivel de protección adecuado gracias a la Decisión de adecuación del Privacy Shield o Escudo de la Privacidad, por la cual los organismos y empresas norteamericanas que quisieran traspasar esos datos a los servidores radicados en su país se acogían a dicho mecanismo de transferencia. En la práctica, operaban como si el país gozara de los mismos niveles de protección que el resto… Hasta que, en julio de 2020, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea invalidó dicha Decisión.
Esto supuso un varapalo para las multinacionales estadounidenses, pero, sobre todo, fue un ataque directo a la línea de flotación de Meta, cuyo negocio se basa exclusivamente en extraer el valor de los datos que los usuarios le ceden gratis, así como de las interacciones que tienen entre ellos y con otras empresas dentro de plataformas como Facebook o Instagram.
Vista la imposibilidad de traspasar esos datos a los servidores norteamericanos, Meta decidió pasar al ataque lanzando un órdago y asegurar que, de no poder realizar esas transferencias internacionales, se vería obligada a cerrar sus diferentes negocios en la Unión. Ante el desprecio que las autoridades europeas hicieron a la amenaza, Meta tuvo que matizar sus palabras al día siguiente, asegurando que no piensa dejar de ofrecer sus servicios en Europa, pero dejando claro que la normativa europea dificulta en gran medida la operativa de su negocio.
No es para menos. La compañía vive de la extracción de datos y de su venta. Sin ellos, el negocio se va a pique. Es como si una gasolinera no tuviera combustible. Y lo cierto es que, con esa sentencia, Meta se queda sin su gasolina, algo que se está viendo reflejado en sus cuentas: las previsiones apuntan a que, en el primer trimestre de este año, sus ingresos sólo crecerán entre un 3 y un 11%. Datos poco halagüeños, que señalan que, en un futuro no tan lejano, Meta puede ahogarse si no se llega a un acuerdo entre las partes que permita y legalice el flujo transoceánico de datos personales.
Meta no se irá de Europa. Si dejara de dar servicio a los ciudadanos que conforman el Espacio Económico Europeo, otras redes sociales ocuparían su lugar. TikTok, sin ir más lejos, ya supone un duro competidor para sus servicios. Si Facebook, Instagram o WhatsApp abandonaran, dejarían el camino expedito a otros competidores y, aunque en un futuro la legislación europea cambiase a su favor, volver a recuperar clientes resultaría más difícil.
Los datos son el nuevo campo de batalla y las legislaciones van a volverse cada vez más restrictivas. El problema es que, hasta la aparición de las diferentes normativas, firmas como Meta han estado utilizando toda esa información facilitada por sus clientes y sus interacciones a su antojo, sacando ingentes beneficios de ella. Negocios como los suyos se nutren y perviven de los datos de sus usuarios. No sólo de los que éstos le ceden de forma gratuita, sino que también obtiene una información muy valiosa de las páginas a las que se conecta, de las cuentas que sigue, de los hashtags que busca, de los dispositivos desde los que se conecta o de la relación que tiene con otras empresas dentro de sus plataformas. Con todos esos ingredientes, Meta puede desarrollar nuevos servicios, mostrar contenido publicitario adaptado a los gustos de cada usuario, ofrecer análisis a otras compañías basadas en datos concretos o vender campañas totalmente segmentadas.
Meta y otras empresas están ofreciendo servicios a costa de nuestra privacidad, y lo que pretende la legislación europea es precisamente proteger esa privacidad. La Unión Europea está plenamente convencida de que esa protección es fundamental: por ello no se inmuta por las amenazas de Meta. La realidad es que la política de Meta ata al usuario. Que el usuario no pueda usar la aplicación si rechaza las condiciones de uso en aras de proteger su privacidad es un chantaje en toda regla. Con ello, el que pierde es el cliente, que debe elegir entre no poder utilizar un determinado servicio o perder su privacidad.
La solución pasa porque Meta y compañías similares cuenten con avisos legales claros y directos, donde los usuarios vean con cierta tranquilidad lo que se va a hacer con sus datos, e incluyan procedimientos que no tengan que suponer necesariamente que los datos personales sean entregados de forma indiscriminada a terceros, ultrajando sin piedad la privacidad. Para eso sólo hay que tener el ánimo de hacer las cosas bien.
Antonio Quevedo es CEO de GlobalSuite Solutions.