En plena ofensiva y viendo cómo elevar su oferta sobre el Banco Sabadell, al BBVA se le abren nuevos escenarios de incertidumbre que elevan la preocupación entre sus inversores.
Por un lado, se encuentra el escenario económico, porque con cada 10% de caída en las divisas mexicanas y turcas el banco pierde 10 y cuatro puntos básicos, respectivamente, lo que le resta potencia financiera. Y en lo que va de año van pérdidas del 10% en el peso mexicano y del 7,5% en la lira turca.
Y, por otro lado, está el escenario estratégico y de marco legal, ya que en Acapulco en abril de este año el expresidente Andrés Manuel López Obrador, en su última Convención Bancaria en México, le agradecía el trato que recibió por parte de los 50 bancos que operan en territorio mexicano. “Me han tratado muy bien, con respeto, y han sido correspondidos, los he tratado también con respeto y he cumplido los compromisos que hice desde el inicio de mi Gobierno”. Su sucesora, la presidenta Claudia Sheinbaum, aunque repite palabras tranquilizadoras similares, lo desmiente con los hechos: este mismo octubre anunció un plan de vivienda en el que se “considerará la adquisición de terrenos privados a precio del gobierno”.
Es decir, no a precio mercado, sino a “justi o injustiprecio” que tase el gobierno, una especie de “exprópiese” venezolano, para construir vivienda popular. No olvidemos que la misma presidenta Sheinbaum que rechazó la presencia del rey Felipe VI su ceremonia de investidura, tenía casi como “actor invitado” al dictador Maduro.
Toda esta serie de iniciativas, unidas a la reciente reforma constitucional del poder judicial, quiebran la separación de poderes y dejan en manos de la presidenta y de su partido todo el monopolio del poder.
De su uso y abuso, y de la seguridad del marco jurídico pasan a depender de la buena voluntad del gobernante de turno y no de la certeza jurídica. No es un buen escenario de fondo para garantizar las inversiones.
En el caso turco, la solicitud de este país de unirse al bloque BRICS+, encabezado por Rusia y China, está generando inquietudes sobre el compromiso del presidente Recep Tayyip Erdogan con la OTAN y la UE.
La candidatura de Turquía al grupo BRICS+ marca la primera vez que un miembro de la OTAN y candidato a la UE solicita unirse a un grupo dominado por Rusia y China, que se ve a sí mismo como un contrapeso al orden global liderado por Occidente.
La petición de Turquía para unirse al bloque ha levantado sospechas en las capitales occidentales, sobre todo porque la ambición turca de ingresar en la Unión Europea ha sufrido múltiples altibajos desde que se presentó la solicitud por primera vez en 1987.
Desde que Turquía presentó su solicitud oficial el 14 de abril de 1987 para formar parte de lo que entonces era la Comunidad Económica Europea (CEE), 16 países han recibido la luz verde a sus candidaturas, lo que hace aún más flagrante la omisión de Ankara.
En 2011, dijo que esperaba que la adhesión se completara en 2023, coincidiendo con el centenario de la república turca. La fecha ha pasado y no se ha completado, sobre todo, porque el problema es el propio Erdogan.
A raíz del intento de golpe de Estado de julio de 2016, el presidente turco ha reforzado su control del poder y consolidado un gobierno unipersonal, iniciando una época de deterioro paralelo entre derechos y democracia en el país con deterioro de sus relaciones con la UE, un deterioro que culminó en junio de 2018, cuando los Estados miembros dejaron en suspenso las negociaciones.
Desde entonces, Erdoğan ha ordenado peligrosas operaciones de perforación en el Mediterráneo oriental y ha mantenido lazos cada vez más intensos con Vladímir Putin a pesar de la invasión a de Ucrania por parte de Rusia.
La relación entre Bruselas y Turquía, que técnicamente sigue siendo un país candidato, está tan dañada que es ahora sospechosa de ayudar a Rusia a eludir las sanciones de la UE. El último informe sobre la ampliación publicado por la Comisión Europea ofrece un sombrío y real balance de la situación actual: "El Gobierno turco no ha invertido la tendencia negativa en relación con las reformas, a pesar de su reiterado compromiso con la adhesión a la UE", “No se han abordado las graves preocupaciones de la UE sobre el continuo deterioro de la democracia, el Estado de Derecho, los derechos fundamentales y la independencia del poder judicial".
En esos marcos de deterioro del Estado de Derecho, cada vez más pronunciados en México y Turquía, es en el marco que ahora debe desenvolverse el BBVA.
Paradójicamente, aún con menos fuerza, la entidad presidida por Carlos Torres Vila necesita ahora más comprar el Sabadell, ya que esta diluiría con el segundo la dependencia de Turquía y México en favor de España y Reino Unido.