En la doctrina militar, Estados Unidos respecto a China, Rusia e Irán estos últimos parten de la base en que al menos en la primera mitad del siglo XXI, y reconociendo su inferioridad bélica individual respecto a Washington, están expandiendo su área de confrontación e influencia a nuevas áreas como publicidad en redes sociales, trafico de drogas, mercado negro del petróleo e intromisión en procesos electorales para lograr desplazar a EE.UU. como superpotencia mundial.
A raíz de las recientes elecciones en Venezuela, y lo que parece ser un autentico golpe de Estado por parte de Nicolás Maduro, multitud de fuentes diplomáticas narran las presiones de EE.UU. sobre el grupo de Puebla y los países que más cercanía o influencia ejercen sobre Maduro; es decir, Brasil, Colombia y México.
El mensaje de fondo no es nada tranquilizante: “o le convencéis vosotros o intervenimos nosotros”.
Dos mandatarios han tomado muchísimo protagonismo en este asunto. Se trata de Gabriel Boric, presidente de Chile y quien, desde su toma de postura respecto a Maduro, no reconociendo los resultados ni su legitimidad (primero se es demócrata y luego de izquierdas), ha subido 15 puntos en la aprobación de sus ciudadanos, y de Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, situado en el otro vértice de la ecuación.
Según la oposición venezolana, actualmente Maduro escucha más el “resiste” de Ortega y sigue su patrón de represión (condicionar ONGs, marcar puertas disidentes, represión en las calles, etc.) que a sus antiguos aliados (Lula, López Obrador, Petro). Y esto es así hasta el punto de que cada vez se escucha más en los foros diplomáticos que el toque de aviso de los estadounidenses sería en Nicaragua (Ortega) antes que en Venezuela.
Más aún, a raíz de las noticias sobre el incidente-aterrizaje en la noche del 12 de agosto de un helicóptero de transporte de fabricación rusa Mi-17 en Eldorado, Carolina del Norte, cerca de la base militar Fort Liberty (antiguamente conocido como Fort Bragg), se han disparado todas las alarmas.
Según la prensa local, el aparato no tenía distintivos identificativos, de él salieron al menos siete hombres equipados con mochilas que desaparecieron en un bosque cercano de inmediato. Según otros “testigos”, los ocupantes hablaban castellano y el helicóptero tenía una escarapela nicaragüense.
Y qué tensión no se habrá generado en Caracas cuando otras versiones apuntan a que el helicóptero “llevaba enseña venezolana y las siglas 00764”, que según la propia Fuerza Armada Nacional Bolivariana (FANB), corresponden a un Mi-17 suyo accidentado en 2022.
Ya tenemos la psicosis de intervenciones de la CIA y los marines montada. Veremos qué pasa en los próximos días.