Javier Saldaña Sagredo

Opinión

¿Recuperará España la soberanía sobre Gibraltar tras el Brexit?

Coronel de Ejército de Tierra en situación de Reserva

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Edificio de apartamentos residencial en Gibraltar. Imagen de archivo.
Edificio de apartamentos residencial en Gibraltar. Imagen de archivo.

La reciente reunión mantenida en Bruselas el pasado mes de abril por los ministros de Exteriores de España y Reino Unido, en el marco de las negociaciones sobre el futuro de Gibraltar tras el Brexit, concluyó sin acuerdo aunque según el comunicado conjunto que fue entregado a la prensa ha supuesto “grandes avances” en el proceso de negociación. Un proceso que tiene como punto de partida el denominado “Principio de Acuerdo entre España y Reino Unido sobre Gibraltar y el Brexit” alcanzado el 31 de diciembre de 2020 consistente en 25 estipulaciones y 3 anexos que tratan de todo lo relativo a la movilidad y el paso de la Verja de ciudadanos y trabajadores fronterizos y de la integración del territorio de Gibraltar en el área de Schengen.

Desde entonces se han celebrado casi una veintena de rondas de nivel técnico sin alcanzar todavía ningún pacto entre ambos países, siendo la celebrada el pasado día 12 de abril la primera de alto nivel en más de dos años y medio. Uno de los principales escollos es el establecimiento de puntos de control de entrada FRONTEX en el puerto y en el aeropuerto de Gibraltar que el Reino Unido se opone sean efectuados por funcionarios españoles. Cabe preguntarse si cuando el Acuerdo llegue a buen puerto, nuestro país habrá avanzado algo en sus históricas demandas de revertir la soberanía del Peñón o, por el contrario, supondrá un nuevo triunfo de la diplomacia británica que sin solución de continuidad sigue alargando el proceso más largo y flagrante de explotación colonial desde hace más de tres siglos.

Analizado a lo largo de la historia, el contencioso sobre Gibraltar constituye un ejemplo de cómo el territorio de Gibraltar no ha cesado de aumentar tanto por tierra como por mar desde la cesión de España al Reino Unido como consecuencia del Tratado de Utrecht (1714), que establecía que la cesión se realizaba “sin jurisdicción territorial alguna y sin comunicación alguna abierta con el país circunvecino por tierra”. Posiblemente la razón de todo este triste proceso al que se ha llegado ha sido nuestra clara inferioridad política y diplomática (y también militar), aunque también es cierto que durante estos trescientos años nuestro país se ha dedicado más a confrontar y prestar más atención a los contenciosos territoriales internos que al adversario exterior.

Una y otra vez, desde la firma en Utrecht y apoyándose en el declive del imperio español y en el auge del británico, los ingleses no han cesado de modificar el estatus de Gibraltar, reinterpretando lo pactado en beneficio de sus propios intereses con independencia del color del gobierno de turno en claro antítesis con lo que acontecía en nuestro país. Sólo en una ocasión puede decirse que España obtuvo un sonoro triunfo cuando la España de Franco, a la que todo el mundo daba la espalda en nuestras reivindicaciones mas allá de nuestras fronteras, consiguió que la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobase una resolución donde instaba a los gobiernos de España y Reino Unido a entablar negociaciones para la descolonización de Gibraltar, que el resultado de ese proceso no podría ir en contra del principio de unidad nacional o integridad territorial (y ésta fue la gran victoria de España en clara alusión a su soberanía sobre el Peñón) y que tenía que tener también en cuenta los intereses de la población gibraltareña (cuestión ésta que los británicos lucharon hasta el último momento que se incluyese en el texto).

Sin embargo, desde entonces ningún gobierno británico ha cumplido nada de la esa resolución e incluso han conseguido limitarla en el tiempo. En efecto, a corto plazo y a pesar del éxito logrado, nuestro país no fue capaz de imponer las tesis aprobadas por las Naciones Unidas. La España de aquella época, con un régimen manchado por la colaboración con la Alemania nazi y que no figuraba entre los vencedores de la guerra, poco pudo hacer frente a la victoriosa Inglaterra con un puesto permanente en el Consejo de Seguridad y enorme influencia mundial a la sombra de los emergentes EE. UU. Por eso, y como último recurso, a España no le quedó más opción que el cierre de la verja como medida de presión hasta el advenimiento de la democracia en la que con la entrada de España en la OTAN y el UE, renacieron las esperanzas de la devolución del Peñón a España.

Sin embargo, eso nunca ocurrió. La falta de una sólida política exterior del Estado durante la alternancia política en la Transición española contribuyó sin duda a ello. Por ello, cuando en 2020 se produjo la salida del Reino Unido de la UE, la situación de Gibraltar volvió a dar un inesperado vuelco que España, sin embargo, no supo aprovechar para ofrecer una serie de contrapartidas en la negociación del Acuerdo que “convenciesen” a los “llanitos” para reintegrarse en el territorio español.  El Reino Unido siempre ha implorado en sus negociaciones el sentir de la población autóctona para no acceder a revertir la soberanía del Peñón a su legitima beneficiaria que es España. Legitima beneficiaria como así lo establece el propio Tratado de Utrecht cuando señala que “si en algún tiempo la Corona de la Gran Bretaña le pareciera conveniente dar, vender o enajenar la propiedad de la dicha ciudad e Gibraltar, se ha convenido y acordado por este Tratado que se dará a la Corona de España la primera opción antes que a otros para redimirla”.