Después de años de presencia rusa en la base siria de Hmeimim y en la base naval de Tartuss, Rusia sale de Siria y se reubica en Libia para no perder el acceso geoestratégico al Mediterráneo y muy especialmente para que le sirva como punto de apoyo logístico a sus operaciones en el Sahel.
A pesar de los intentos de Moscú de negociar con el nuevo gobierno sirio para continuar en las bases del país, esta posibilidad parece improbable dado que la Unión Europea ya ha hecho saber que el cierre de Tartus y Hmeimim era un requisito previo para establecer relaciones con las nuevas autoridades y levantar las sanciones.
La presencia de vuelos rusos que viajan a Bamako vía Libia demuestra que Rusia ya está utilizando a Libia como alternativa. Además, debemos recordar el uso que Rusia ya ha venido haciendo del puerto libio de Tobruk, donde han desembarcado equipos militares y mercenarios rusos meses atrás. Putin necesitará un acuerdo para sustituir la base naval en Siria por otra en Libia con el permiso del mariscal Haftar, que conoce que la presencia de una zona de operaciones rusa en el Mediterráneo supone una amenaza para EE. UU. y principalmente para Europa.
Rusia sustituye así a Al Assad por Haftar para mantener su presencia en el Mediterráneo, donde se encuentran además las bases de la OTAN. Resulta preocupante también la presencia rusa en Libia porque los flujos migratorios son un arma estratégica de Moscú. Y es una de las maneras en las que Rusia hace uso de su guerra hibrida frente a Europa y que podría suponer un nuevo escenario de tensiones entre con la OTAN. De esta forma, el Kremlin está fortaleciendo su capacidad para influir en los mercados energéticos, los flujos migratorios y la dinámica política regional.
La caída de Al Assad y la salida de Siria es un fracaso para Rusia, aunque lo nieguen. Porque, aunque en Libia la fuerza aérea rusa ya está presente con la autorización del mariscal Haftar, sin embargo las horas de vuelo necesarias para llegar a Libia desde Rusia en comparación con Hmeimim constituyen una limitación para el transporte aéreo de equipo pesado.
En el territorio libio controlado por el mariscal Haftar, se dice que los rusos tienen instalaciones en cuatro bases aéreas: al-Qadeer, al-Jufra, Ghardabiya y Brak ak-Shati. Pero ¿pueden los aviones rusos de fuselaje ancho llegar a Libia sin detenerse en el camino para repostar?
Sin la base rusa en Tartus, la única forma de proyectar el poder naval en el Mediterráneo es a través del Báltico, lo que está lejos de ser ideal. Del mismo modo, sin la base aérea de Khmeimim, proporcionar apoyo aéreo a las operaciones en África también dependería de la buena voluntad de Turquía, que es poco probable que complazca a Moscú. Los aviones rusos utilizan actualmente un corredor aéreo que pasa por el Mar Caspio, Irán e Irak, y reposta en Khmeimim antes de continuar hacia África. Además, EE. UU. ha convertido en una línea roja el establecimiento de una base naval rusa en Libia.
Por ello es de esperar que Rusia e Irán intensifiquen sus alianzas después de la salida de Siria y que los gobiernos africanos que tienen como socio a Moscú cuestionen su alianza y las garantías que Rusia puede ofrecerles desde este momento.
Por ahora parece que los buques de guerra de Tartus no han llegado a Libia, pero Rusia está aumentando su presencia allí de forma rápida. La pregunta es si en el caso de que lo haga, ¿cuál será la respuesta de Occidente y muy especialmente de EE. UU. y Europa?
Mientras, según el WSJ, Putin está estudiando la posibilidad de modernizar el puerto libio de Tobruk para dar cabida a los buques de guerra rusos y negocia el uso del puerto de Bengasi. Haftar también pide a Rusia que proporcione sistemas de defensa aérea y le proteja contra ciertos grupos respaldados por Turquía.
Y por otra parte, se está olvidando que Turquía apoya al Gobierno de Trípoli en confrontación con el de Bengasi presidido por el mariscal Haftar con el apoyo de Rusia.
Occidente debe recordar las lecciones aprendidas en Libia y Afganistán para no reproducirlas en Siria y tratar de que Libia vuelva a ser un Estado unificado y deje de ser un Estado fallido y dividido donde las grandes potencias hacen uso de sus proxy wars en perjuicio de Europa.