Poco imagina un aspirante a vigilante de seguridad el estado de las cloacas de este sector. La ilusión por servir a los demás y protegerles les llevan a entrar en un mundo desconocido y hostil que le hará más fuerte, o por el contrario sucumbirá atrapado por la vorágine de un sector cada vez más podrido e inútil.
La ilusión volará por los aires y una vez perdida esta escogerá el camino de desistir y dedicarse a otra cosa. También podría escoger el pasar de todo y limitarse a ser un número más sin ninguna otra pretensión que la de que el tiempo vaya pasando.
Pocos los que son independientes en sus ideas y dan pasos adelante tratando de que el futuro de la profesión no se vislumbre en una negritud absoluta. Muchos los que inoculados por un virus sindical ondean sus banderitas haciéndoles el juego a quienes permanecen en el tiempo liberados y con prebendas que al final se diluyen en una ciénaga política a la que acuden a beber en compañía de quienes manejan el sector.
Estos estómagos agradecidos se ven recompensados por el amo que de vez en cuando les pasará la mano por el lomo a modo de complicidad. Tendrá que mirar a la otra mano, ya que podría esgrimir un puñal para acabar con su recorrido porque ya no le vale y escogerá a otro.
Todos los cerdos de esta ciénaga roncan y roncan mientras no les echan de comer. Una vez el amo a vertido la capacha con todas las sobras que ha encontrado, ya no se escucharán durante un buen rato. Eso sí, se pelearán entre ellos por las exquisiteces que el amo les ha regalado.
Están también los que tienen una buena “parcelita” con buenas bellotas y sombra permanente y que, al tener el alimento asegurado, ni se manchan ni se mezclan con los demás.
Este es el panorama que les espera a quienes pasan a ser los esclavos de la seguridad del siglo XXI. La perspectiva es que o se da una patada al sistema y entre todos salimos de esas parcelitas para cambiar el sector o todos acabaremos siendo parte de esas ciénagas fangosas y pestilentes que harán que el barro no nos deje avanzar.