Victor M Perez Velasco, autor de “El marxismo, una religión sin Dios”.

Opinión

Sobre la sumisión de los votantes sanchistas

Psicopolitólogo.

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Los votantes sanchistas le siguen de manera incondicional. Foto: Europa Press /  Fernando Sánchez.
Los votantes sanchistas le siguen de manera incondicional. Foto: Europa Press / Fernando Sánchez.

Somos muchos los que nos preguntamos porque el sanchismo sigue teniendo votantes a pesar del balance más que dudoso de su liderazgo en estas dos últimas legislaturas. Dentro de las múltiples hipótesis que se pueden lanzar para comprender esta conducta colectiva, sugiero una hipótesis que se incardina en un reciente trabajo que he publicado titulado El marxismo una religión sin Dios.

En esta publicación se plantea que el marxismo, como filosofía política, está poco a poco convirtiéndose, sin que sus seguidores se percaten, en una religión laica. En dicha obra, se describe el proceso de sacralización del marxismo que afecta a un amplio espectro de formaciones políticas, a saber: socialistas, comunistas, socialdemócratas, neomarxistas y filomarxistas en sus diversas versiones. En resumen, el marxismo sería de hecho, la religión de la progresía.

Consecuentemente el sanchismo, oficialmente socialdemócrata, se está transformando en esta nueva religión con las consiguientes consecuencias observables en especial las de sus adeptos. Por lo tanto, según la nomenclatura religiosa aplicable a los miembros de esta nueva comunidad de creyentes, los militantes y votantes del sanchismo se convierten en parte de esta nueva feligresía.

Así las cosas, es más fácil de entender y comprender esta sumisión incondicional de los sanchistas a su líder. Precisamente, este seguimiento acrítico a Sánchez de una mayoría de los militantes y votantes del PSOE refuerza la hipótesis de esta publicación: que el marxismo se ha convertido de facto en una religión. Ello explicaría que buena parte de sus votantes tengan como principal causa de su sumisión, la lealtad como fieles creyentes a la voluntad de su “divinidad”.

Pero la entrega a un líder como Sánchez tiene sus efectos. Efectivamente, este líder ha gobernado durante más de 6 años, ha controlado el BOE, ha introducido nuevas políticas y ha creado un estilo de gobernar dudosamente modélico. ¿A qué precio? Veamos un resumen simplificado de los costes políticos, emocionales y organizativos, de los mandatos del ciclo sanchista, que deberían afectar directamente a la sensibilidad y decisiones   de los votantes socialistas y progresistas:

1. Gana irregularmente las primarias del partido.

2. Depura el aparato orgánico de adversarios internos.

3. Ejerce un liderazgo autocrático.

4. Se conduce anómica y amenazantemente.

5. Cosecha los peores resultados electorales nacionales del partido.

6. Consigue la mínima expresión del poder municipal y autonómico socialista.

7. No ejerce ninguna autocrítica a sus conductas.

8. Rompe con la línea tradicional del PSOE histórico.

9- Se entrega al nacionalismo periférico.

10. Convierte Cataluña en territorio de privilegios e impunidad.

11. Rompe la igualdad entre ciudadanos.

12. Se rinde a Marruecos y traiciona al Frente Polisario.

13. Se enmascara con los herederos de los terroristas de ETA.

14. Degrada la separación de poderes del Estado de derecho.

15. Pone las instituciones al servicio de sus ambiciones personales.

16. Legaliza la corrupción y busca el indulto de los delincuentes de los ERE.

17. Crea la sospecha de que Moncloa es un centro privado de negocios.

18. Genera un importante rechazo social ciudadano.

En este listado se enumeran solo 18 incidentes diversos atribuibles al sanchismo, convertibles en dieciocho razones para no volver a votarle. Es un diagnóstico resumido y objetivo del legado negativo de Pedro Sánchez, que afecta de forma directa a su propio partido. Se trata de una herencia poco gratificante de este líder que el votante socialista está obligado a asumir, incluso contra su voluntad. Ética, política y estéticamente hablando, de verdad, ¿ser sumisos a Sánchez merece la pena?

¿En qué piensan los seguidores sanchistas cuando votan? ¿Lo hacen porque son de una personalidad sumisa? ¿Porque optan por un sometimiento voluntario? ¿O porque son miembros de esta nueva congregación religiosa? En cualquier caso, lo que existe es una insalubre dependencia psicológica respecto de un líder democráticamente tóxico que aparentemente les satisface.

La nueva hipótesis de esta sacralización de la izquierda quizás explique la conducta de una parte importante de estos votantes cautivos que ven en el sanchismo una suerte de religión secular o política, cuya función salvadora está redimiendo a nuestra sociedad. Esto exime al líder de críticas porque desarrolla una función entre mesiánica y benefactora de la mano de la justicia social. En cualquier caso, estos votantes sumisos estarían más próximos a feligreses de “fe ciega” que a ciudadanos libres y demócratas. Puros “meapilas” de la religión progresista.

Ya sea por sumisión psicológica, ideológica o por pura feligresía, estos votantes son cómplices y corresponsables de las políticas que votan y deben asumir sus responsabilidades, derivadas de su conducta de seguidismo hacia el líder. Sin duda que en un futuro se les juzgará como colaboradores necesarios por su ceguera doctrinal o por la ausencia de reacción crítica ante estas políticas. Su actitud condescendiente podemos resumirla en cuatro comportamientos democráticamente nada modélicos:

La “obediencia debida” o asentir sistemáticamente a las propuestas del líder, que debe ser entendida como un acto de sabotaje. La falta de reacción o consentimiento ante ciertas decisiones del líder por simple apoyo disciplinario y seguidismo debe entenderse como una forma de autodestrucción colectiva por parte de los seguidores que no cuestionan las propuestas equivocadas o inasumibles.

La complicidad consciente y adhesión activa de estos votantes ante una decisión o acción del líder ostensiblemente ilegal, injusta o inmoral, es una conducta indigna y reprobable, difícil de suscitar ningún tipo de admiración, apoyo o respeto. En este caso, el votante sumiso debería compartir los mismos cargos que pesasen sobre el líder.

El silencio culposo o acallamiento de críticas o discrepancias ante las decisiones ostensiblemente inaceptables de un líder, su líder, para no perturbar o dificultar la aplicación de estas decisiones ruinosas. Este silencio, debería convertirse en denuncia venga de quien venga y en especial, deberían ser sus propios seguidores quienes alzasen su voz.

La responsabilidad histórica en que pudiera incurrir el líder que implanta decisiones que minan el Estado de derecho y destruye la igualdad entre los ciudadanos, cuando lo hace en beneficio de élites minoritarias, desde una arbitrariedad obscena y cuya responsabilidad deberá extenderse a estos votantes sumisos por su fe ciega, pasividad y falta de valentía democrática.

La película El gran dictador (1940) fue un filme condenatorio del fascismo alemán e italiano que concluía, si mal no recuerdo, con un discurso de Charles Chaplin muy impactante y en especial, con una frase para enmarcar: “…sólo el dictador es libre…”. Aserto que adquiere una relevancia especial hoy día con el sanchismo, donde la connivencia de sus sumisos votantes nos arrastra a la inmolación de las libertades individuales en la pira del egoísmo obsceno que representan las ambiciones personales de este líder.

El votante sumiso en general, y el sanchista en particular, no merece ningún tipo de admiración, empatía, simpatía, comprensión o conmiseración. Me parecen ciudadanos que viven en el corto plazo, cómodamente instalados en su indolencia y me cuesta trabajo aceptar que no arrastren algún tipo de culpabilidad intima, porque, en su mayoría, saben muy bien lo que están votando. No se autoengañan, saben lo que hacen, pero insisten en su sumisión a sabiendas del daño que producen.

Mientras tanto, con la colaboración inestimable de estos votantes sumisos, con su complicidad, su silencio y su obediencia debida, avanza el sabotaje y desmantelamiento de la democracia española, de la mano de este líder autócrata sin escrúpulos. ¿Habrá una rección emancipadora? Sólo Dios lo sabe… 

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