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Opinión

Una sociedad enferma camino del suicidio

Editor de Escudo Digital

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El coordinador general de la coalición, Arnaldo Otegi, comparece ante los medios durante el seguimiento de la jornada electoral de elecciones autonómicas del País Vasco. Foto: EuropaPress.
El coordinador general de la coalición, Arnaldo Otegi, comparece ante los medios durante el seguimiento de la jornada electoral de elecciones autonómicas del País Vasco. Foto: EuropaPress.

Los últimos resultados electorales en el País Vasco han venido a confirmar los que muchos llevamos pensando desde hace muchísimos años: que la sociedad vasca, en su gran mayoría, es una sociedad enferma que camina irrevocablemente hacia su suicidio colectivo.

El resultado electoral de los herederos políticos de ETA, EH Bildu, no ha sido una sorpresa para nadie, y han sido los grandes triunfadores de los últimos comicios autonómicos por mucho que el PNV se haya declarado vencedor por una su exigua diferencia de votos y con el mismo número de escaños al final en el Parlamento Vasco (27). 

El hecho de que el partido que ejerce como legatario político de la organización terrorista que asesinó a 857 personas durante casi medio siglo haya recibido el apoyo del 32,5% de los votantes vascos señala un agujero moral tremendo en la sociedad vasca que sin duda alguna no se da en ningún otro lugar del mundo y que resulta totalmente irracional e incomprensible.

No es posible entender, y menos explicar, cómo 340.000 vascos han votado a quienes nunca han condenado la violencia y reducen medio siglo de crimen y terrorismo organizado a un conflicto político que consistía, según su macabra lógica, en la lucha de un pueblo, el vasco, contra un Estado opresor, el español.

La mal llamada cuestión vasca es el mayor fracaso de la historia de España. Y lo es porque tras más de 857 víctimas, más de 3000 heridos, más de 300 asesinatos sin resolver y más de 200.000 vascos que tuvieron que abandonar su tierra por la extorsión que efectuaba ETA, su brazo político sigue avanzando hasta su último objetivo sin ningún tipo de coste. Y lo hace ante una amnesia colectiva que trata de justificar lo injustificable y con el triste argumento de que ya no matan y vivimos en una especie de mundo feliz en el que el pasado es pasado y el final hacia el que se dirigen bien justificó los medios que nos martirizaron durante décadas. Estos últimos y macabros réditos electorales son el mejor ejemplo de una sociedad vasca enferma terminal.

Ahora, tres cuartas partes de la Cámara de Vitoria están ya en manos nacionalistas: 54 escaños de 75. Y esa mayoría soberanista, la más amplia de la historia, es la constatación más evidente del fracaso de los partidos de Estado, que se han mostrado totalmente incapaces de ofrecer una alternativa política y cultural al nacionalismo excluyente liderado por un PNV recogedor de nueces y un terrorismo de ETA que ha hecho el trabajo sucio.

Es un salto adelante hacia la construcción nacional impulsada durante décadas por el PNV, pero también de la política de blanqueamiento y legitimación impulsada por el PSOE de José Luis Rodríguez Zapatero en persona mientras negociaba con la mismísima ETA, y multiplicada hasta sus últimas consecuencias por Pedro Sánchez para perpetuarse en La Moncloa. Sin dejar de lado los años de Rajoy mirando para otro lado. 

Y precisamente ahora, esta mayoría soberanista supone una nueva amenaza para la convivencia entre vascos y entre vascos y españoles. Ya nada garantiza que en los próximos años impulsen un proyecto de ruptura al mejor estilo catalán incluso con un nuevo estatus y aprovechando la dependencia de Pedro Sánchez para seguir en La Moncloa.

Ya nada volverá a ser lo mismo aunque nos quieran hacer creer que todo parece igual. Euskadi ha iniciado ya su suicidio colectivo con un Parlamento vasco más soberanista que nunca que echa a andar en la etapa más frágil de nuestra democracia.