Dolores Rubio García.

Opinión

Taiwán: el polvorín del mar de China

Profesora de Relaciones Internacionales de la UCM.

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Misiles apuntando a la bandera de Taiwán.
Misiles apuntando a la bandera de Taiwán.

En agosto pasado, en el contexto de la visita de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, a Taiwán, China publica un “libro blanco” muy sugestivo sobre la reunificación de Taipéi y el gigante asiático, de aquí a 2049, centenario de la creación de la China Popular.

Pekín, que invoca la Resolución 2758 de la Asamblea General de la ONU, adoptada en octubre de 1971, que le permitió a la República Popular de China representar a la República de China al ocupar el puesto permanente en el Consejo de Seguridad que esta ostentaba, defiende que, en ese documento, que califica de político, se incorpora, como principio jurídico obligatorio, el de una sola China. Pekín, que desde entonces instrumentaliza la resolución para evitar la participación de Taiwán en el sistema de la ONU, se resiste a las diferentes interpretaciones de alcance legal y, sobre todo, enfrenta a sus competidores en la escena internacional, principalmente, a Estados Unidos.

Sin duda, existe un consenso internacional en torno al concepto de una única China. Nadie habla en la ONU de una China continental y otra insular. Sin embargo, están los que defienden el principio de una sola China, utilizado por Pekín y sus aliados, que consideran que Taiwán forma parte de la misma; y los que preconizan la política de una única China, de la que se hace eco Washington y los países occidentales, que mantienen relaciones con Pekín, pero que, desde una ambigüedad estratégica que se deriva del hecho de que la resolución 2758 no supone un arreglo sobre el statu quo de Taipéi, no se pronuncian sobre Taiwán.

Cuando China se une a Naciones Unidas, Occidente se siente fascinado por un mercado potencial de dimensiones extraordinarias. Pero actualmente la geopolítica ha cambiado. La amenaza de China de sancionar económicamente a Australia por pedir una investigación sobre el covid-19, no ha hecho más que profundizar la relación del país de Oceanía con Washington en el ámbito militar (reciente acuerdo Aukus sobre submarinos nucleares). En Asia del Este y en el sudeste asiático, los vecinos de Pekín se replantean el tipo de colaboración que han tenido con China. Japón quiere alcanzar de aquí a cinco años el 2% del PIB en inversión militar, lo que no se ha visto desde la Segunda Guerra Mundial. La adquisición de misiles de crucero de mediano alcance, que permitirían a Tokio actuar fuera del territorio japonés, implicaría la revisión de su constitución, adoptada en 1948 bajo tutela de Estados Unidos, y que obliga a Japón a intervenir únicamente en el interior. Y Corea del Sur se mantiene del lado de Washington desde hace mucho tiempo, aunque es prudente en su relación con China, porque una implosión del gobierno norcoreano dislocaría las ambiciones de Pekín en su intento de limitar la influencia de Estados Unidos en la zona.

¿Qué lugar corresponde a Taiwán en la escena internacional?

La isla representa las principales rutas marítimas del mundo. Casi el 80% de la carga internacional, que cuenta para China, Japón o Corea, pasa por allí. Mientras Pekín se encuentra bloqueado en su proyección marítima hacia el Pacífico y el Atlántico, por Taipéi circulan las materias primas desde China, en particular la energía, que transita cerca del Estrecho de Taiwán.

Desde principios de 2021, 700 aviones de combate chinos han ingresado a la zona de defensa aérea de Taipéi. Estas inclinaciones chinas hacia Taiwán y el Pacífico no gustan a Estados Unidos. Washington sostiene que tiene el compromiso de defender la isla de Pekín. Pero como ningún tratado lo obliga a intervenir en caso de un ataque chino, se desea preservar el statu quo, lo que significa no presionar a los separatistas taiwaneses para que declaren la independencia.

De hecho, la idea de independencia ha evolucionado. Habida cuenta de que Taiwán es un Estado soberano de facto, rechaza, al principio, una declaración de esa naturaleza, que hubiera provocado un conflicto entre Pekín y Taipéi. En la actualidad, mientras Washington distingue a Taiwán de la República de China, y aboga por que participe en los trabajos de algunas agencias de la ONU, Pekín presiona para que no se produzca. La resolución 2758 no impide que Taiwán sea representado en organizaciones internacionales, mientras el intento de Pekín de internacionalizar en la ONU el principio de una China única topa con el hecho de que no existe un reconocimiento universal del mismo, pudiendo convertir a esta zona de la Tierra en el próximo epicentro de un potencial conflicto.