Los países costeros del Golfo de Guinea, como Benín, Togo, Ghana y Costa de Marfil están tratando de fortalecer su postura militar para asegurar sus fronteras con Malí, Níger y Burkina Faso después de los últimos atentados terroristas y están muy preocupados por el reclutamiento de grupos yihadistas dentro de la población del norte. Estos países han reforzado la seguridad en las zonas vulnerables, incluida Ghana, que hasta ahora se ha librado de los ataques.
El objetivo de los terroristas son principalmente los funcionarios de agua y bosques, los funcionarios públicos y los puestos militares. Con esto pretenden desarrollar una estrategia de ocupación que les permita gravar un impuesto de circulación a los transportistas que cruzan la frontera hacia el Sahel. Asimismo, se aprovechan de las rutas de contrabando habituales en la zona para exprimir ellos también una porción de los beneficios.
Unido a estos ataques terroristas, ha habido una creciente afluencia de predicadores islámicos más radicales, que han facilitado la obtención de un punto de apoyo en las comunidades locales por parte de los yihadistas. Esto se hace tanto a través de su predicación como por su infiltración en las escuelas islámicas locales. Como ha sido el caso en los países vecinos, los grupos yihadistas están explotando el resentimiento de las comunidades fulani, que están cada vez más estigmatizadas en medio de las tensiones por la explotación de la tierra y los recursos, así como los problemas del cambio climático y el crecimiento de la población (Le Monde, 27 de enero de 2023).
Aunque la situación en estos países no es tan grave como en Burkina Faso o Malí, el marcado aumento de la cantidad e intensidad de los ataques yihadistas en el último año y medio demuestra la existencia de una amenaza creciente. Asimismo, demuestra que los dirigentes de estos países carecen de capacidad para detener decididamente esta amenaza creciente.
Igualmente, los pastores, los jóvenes desempleados y los migrantes figuran principalmente entre los grupos que corren el riesgo de ser blanco de los esfuerzos de reclutamiento por parte de estos grupos terroristas. Además de la prestación de servicios básicos a la población, el empleo juvenil se considera una prioridad para evitar que los jóvenes del norte se unan a los grupos yihadistas que operan en esta zona.
Todo ello, unido a la salida de Francia de Mali y Burkina Faso, hace que la situación actual de seguridad para estos países sea aún más preocupante. Sin embargo, es fundamental que los países del Golfo de Guinea fortalezcan su seguridad con una mayor cooperación militar en términos de inteligencia con Burkina Faso y Malí, países con los que comparten frontera y lucha contra estos grupos terroristas.
Pero la solución a la lucha contra el terrorismo yihadista no es solo militar y por eso solo puede contenerse si los ciudadanos prefieren recurrir al Estado en busca de protección en lugar de a los yihadistas. Los responsables de la toma de decisiones deben estar convencidos de esto e identificar ahora las fuentes de tensión, a menudo conocidas, y dar una respuesta integral desde todas las instituciones de las que dispone cada uno de los Estados. Y debe implementarse para inmunizar a la población contra las tentaciones de unirse a estos grupos yihadistas.
Existe el riesgo de que los errores que se produjeron en el Sahel en la lucha contra estos grupos yihadistas sean replicados tanto por los países costeros como por los europeos.
La solución pasa por un análisis preventivo y transversal que cubra las necesidades políticas, económicas y sociales que pueden representar un terreno fértil para el reclutamiento y la implantación del terrorismo yihadista.
Mejoras en la gobernanza, combatir la corrupción y prestar servicios públicos esenciales es básico para garantizar la seguridad de la población civil de estos países. El problema subyacente no es tanto el terrorismo, que también lo es, sino la ausencia o debilidad de la gobernanza y la falta de la presencia del Estado en todo su territorio.
Hace años que avisamos de que el yihadismo del Sahel se expandiría al resto de los territorios de la región, principalmente a los países del Golfo de Guinea. Y esa predicción desgraciadamente ya se está cumpliendo.
De estos países y de la comunidad internacional depende su futuro, y el de ellos está ligado al nuestro porque hoy en día una amenaza para África es una amenaza para Europa. Garantizar su seguridad es garantizar la nuestra.