La gestión de la política internacional del recién elegido presidente de Estados Unidos, Donald Trump, no tiene porqué necesariamente iniciar un período de inestabilidad mundial. En este estado de cosas, ya vivimos la guerra de Ucrania y Rusia; el conflicto en Oriente Medio que, de Israel y Palestina, hoy, afecta a Líbano, Siria, Yemen e Irán; la amenaza de China sobre Taiwán; la guerra y hambruna en Sudán; la proliferación de regímenes comunistas (dictatoriales) en muchos países de Hispanoamérica; la pérdida de peso económico y, en consecuencia, geopolítico de la Unión Europea y, por ende, de Reino Unido tras el Brexit.
Evidentemente, todo puede ir a peor, como sucedió con las dos guerras mundiales. Trump ha avisado en campaña electoral que, solo él si era elegido podría evitar la tercera guerra mundial, que, según él, implicaría armas nucleares. Pero también las cosas pueden ir a mejor, como sucedió en Occidente tras la Segunda Guerra Mundial, con el mayor crecimiento económico de la historia durante tres décadas.
Trump se ha comprometido a acabar con la guerra de Ucrania y con la Oriente Medio, nada más tomar posesión de la presidencia. El cómo lo haga es imposible de saber hoy, más allá de sus declaraciones al respecto durante la campaña electoral. Pero sí es cierto que, durante sus cuatro años de presidencia (2017-2021), Estados Unidos se inmiscuyó en menos conflictos, porque Trump se centró en la economía. Sus guerras fueron económicas, comerciales y tecnológicas, especialmente con China. Este tipo de conflictos van a continuar, porque trasciende a cualquier presidente. Durante las presidencias de Barack Obama, Trump y Biden (2009-2024), la lucha por la primacía mundial, económica y militar, entre Estados Unidos y China, ha sido una constante.
La ciberseguridad es el arma de China (también de Rusia) más potente contra Estados Unidos. Es un asunto este que hemos tratado varias veces en Escudo Digital.
En la última década los hackeos chinos a grandes corporaciones y organismos públicos norteamericanos se han multiplicado. Lo que no deja de ser paradójico, dado que las más grandes y mejor valoradas empresas tecnológicas y de Internet son estadounidenses: Nvidia, Apple, Microsoft, Amazon, Google, Meta, Tesla, etc. Y sus competidores chinos les imitan y copian (Baidu, Xiaomi, Tencent, Byte-Dance, TikTok, Alibaba, Huawei, etc).
Estados Unidos, con Trump, no cederá el cetro de la primacía mundial. Seguirá incentivando la fabricación de productos tecnológicos en Estados Unidos, especialmente, procesadores, semiconductores y chips. Por supuesto, todo lo referido a la Inteligencia Artificial, actual caballo de batalla entre Estados Unidos y China. Este es un conflicto que, junto con los aranceles comerciales a las importaciones chinas, continuará.
Pero si Trump cumple su promesa y acaba con la -sin sentido- guerra entre Ucrania y Rusia y alcanza la paz en Oriente Medio (al menos, un alto al fuego) será un paso adelante en la buena dirección de hacer el mundo más estable y seguro.