Aunque la captación de menores para trabajos de las bandas criminales organizadas, incluidas las terroristas, no es un fenómeno nuevo, las redes sociales están propiciando un aumento de la tendencia por la dificultad de detección de los procesos.
Europol alerta en el documento The recruitment of young perpetrators for criminal networks de la evolución de los métodos de reclutamiento y el encargo a menores de actividades violentas como extorsiones y asesinatos. En España, por ejemplo, se ha podido constatar un aumento de la participación de menores en agresiones sexuales y en actividades de bandas juveniles.
El tráfico de drogas
Recientes investigaciones en las que ha intervenido Europol confirman que los menores tienen un papel activo en el tráfico de drogas, sobre todo en los mercados de la cocaína y el cannabis, con una influencia inferior en las redes de drogas sintéticas y heroína.
Las organizaciones criminales utilizan a personas de edades comprendidas entre los 13 y los 17 años para distintas funciones, como traficantes callejeros locales (menudeo), correos, operarios de almacén, ‘recolectores’ de droga de contenedores de transporte y participantes en la retirada de alijos de los canales de distribución.
La utilización de menores para las actividades logísticas del narcotráfico era antes poco frecuente, pero ahora supone casi el 10% de los casos en algunos países. Estos jóvenes se mueven de una ciudad a otra, lo que impide que las fuerzas de seguridad los detecten. Los desplazamientos disminuyen las posibilidades de detención.
Reclutamiento online
Las plataformas online se han convertido en el lugar perfecto para reclutar menores con el objetivo de que desempeñen distintas funciones: correos de cargamento de poca cantidad de droga, ‘recolectores’ de paquetes, pero también para la comisión de delitos violentos, entre los que se incluye el asesinato.
Las publicaciones en las redes sociales con frecuencia ofrecen una visión positiva del tráfico de drogas, como los incentivos económicos (de unos pocos miles de euros hasta los 20.000 euros que se pagan por asesinato). Generalmente, estos menores no contactan con los niveles superiores de las organizaciones criminales: son reclutados mediante ‘proveedores de servicios criminales’.
El perfil de los menores favorece su contratación, por su escaso conocimiento de la estructura de la banda y la ausencia de antecedentes penales. Son activos de bajo riesgo, ya que es poco probable que den información en caso de detención.
Anonimato y cifrado
Los servicios de mensajería encriptada de las redes sociales y los parámetros de privacidad personalizables permiten la creación de grupos y canales anónimos, que se usan para la planificación de actividades ilegales con riesgo mínimo de detección.
Los cibermalos tienen la posibilidad de configurar los mensajes para que se autodestruyan, borrar el historial de conversaciones y limitar el acceso al grupo solo a miembros verificados. Estas propiedades dificultan el seguimiento de las comunicaciones, ya que las interacciones no crean una huella digital duradera.
Las apps utilizadas por menores favorecen los canales de comunicación directa que eliminan la necesidad de reuniones físicas. Muchos jóvenes son activos en estas plataformas, lo que permite a los reclutadores centrarse en un amplio público con mínimo esfuerzo. Los reclamos de los delincuentes para captar la atención son los conceptos de “dinero fácil” o “dinero rápido”. El menor entiende que la interacción es inofensiva o de bajo riesgo, lo que propicia la relación con los reclutadores digitales.
Lenguaje adaptado
Las redes delictivas utilizan un lenguaje adaptado, que incluye jerga, emojis y frases codificadas, para comunicarse con los menores de manera atractiva y compleja para que no la comprendan los extraños. Estos símbolos y términos del argot son habituales en la cultura juvenil y hacen que sus mensajes resulten accesibles para los menores, pero también camuflan la naturaleza de las actividades.
Por ejemplo, los términos vinculados con las drogas pueden sustituirse por lenguaje o símbolos de la vida cotidiana, como copos de nieve para representar la cocaína o árboles para representar la marihuana. Eslóganes como “oportunidad de trabajo” o “negocio” se emplean para disimular y que las actividades ilegales parezcan legítimas. Así se reducen todavía más las dificultades para que los menores ingresen en el mundo de la delincuencia.
Imitación de la comunicación de los influencers
Los reclutadores de delincuentes adoptan el estilo comunicativo de los influencers en las redes sociales. La gamificación es otra de las características, porque las tareas ilegales pueden presentarse como misiones o retos. Así se presentan como más atractivas y con menos peligro, más en consonancia como los juegos en línea.
Incluso se llegan a utilizar videojuegos como prácticas donde ser recibe instrucción de técnicas de tiro.
Manipulación emocional
Los reclutadores adoptan un lenguaje con expresiones cargadas de emoción, que busca fomentar la confianza, la lealtad y el sentimiento de pertenencia. Es la manera que tienen los delincuentes de conseguir que los menores se sientan “especiales”.
Este lenguaje llama la atención de aquellos menores que anhelan validación, protección o un sentimiento de comunidad. Lo que consiguen las organizaciones criminales es borrar las fronteras entre amistad y explotación. El joven tiene más difícil reconocer el peligro.
El desconocimiento que tienen los novatos de la organización de la red criminal y su reducida exposición complican la percepción de riesgo. También dificulta la intervención policial para poder prevenir la captación y la explotación.