El mundo no funcionaría como tal sin el cobre. Este material está presente en la gestión de electricidad, agua, comunicaciones, transportes... El planeta consume 25 millones de toneladas de cobre al año. La Bolsa de Metales de Londres (LME) es quien marca el precio de venta al contado del cobre (8.466,50 dólares por tonelada el 2 de febrero). En España, el precio del producto reciclado ronda los 6-7 euros el kilo. Antes de este proceso, una chatarrería puede pagar entre 4 y 6 euros.
Al menos para los delincuentes se ha convertido en un “metal precioso”, como explica a Escudo Digital Alicia García Franco, directora de la Federación Española de la Recuperación y el Reciclaje (FER): “El robo del cobre la mayoría de las veces es un problema, no en sí por una cuestión del material o por el valor del material que se roba, sino por los estragos que puede producir cuando se roba. Por ejemplo, si se produce el robo de una catenaria de las vías del tren, se pueden producir retrasos en la circulación de los trenes, pasajeros que sufren esos retrasos, etc. O se puede dejar sin luz a carreteras y autovías o, incluso, a un grupo de población”.
La sensación general es que el robo del cobre es muy frecuente, pero García Franco aclara que la realidad es distinta: “De las 185.000 toneladas de cobre que se reciclan anualmente en nuestro país, los robos suponen alrededor de 300 toneladas anuales. Lo que quiere decir que más del 98% de las operaciones se hacen conforme a la legalidad. Esto se debe a que la gestión de residuos es un sector muy regulado, con controles de entrada del material y de identificación del proveedor”.
Las empresas recicladoras son unas de las principales víctimas del robo y comercio ilegal de cobre. “Pese a que son sustracciones -señala la directora de FER- que no tienen impacto social y no forman parte de las informaciones de los medios de comunicación, son mucho más onerosas, pues las mafias aprovechan que el proceso de reciclaje haya terminado para robarlo durante su transporte”. Se espera a que el camión transporte cobre reciclado y listo para fundir para asaltarlo y robarlo dirigiéndose directamente a cruzar la frontera. Una vez cometido el robo, el cobre sale rápidamente del país, dice García Franco, “y una vez en otro país de la Unión Europea (UE), lo envían a otro tercer país fuera de la UE mediante alguna empresa que les sirve de tapadera”.
Asunto de seguridad
El robo de cobre alcanzó tal magnitud en lo referente a estructuras públicas, sobre todo las vías de tren, que en 2015 el Ministerio del Interior impulsó el denominado ‘Plan Permanente de Respuesta a las Actividades Ilícitas relacionadas con el Cobre’, con el objetivo de prevenir la comercialización de cable y otro material de cobre, y evitar el robo en instalaciones industriales, almacenes, infraestructuras, servicios públicos y en cualquier emplazamiento que preste servicios esenciales para la comunidad.
La estrategia supone la coordinación policial internacional mediante Europol, Interpol y la creación de mecanismos en España para la colaboración entre las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado, las Policías Autonómicas y las Locales. Como primera providencia se legisló que hubiera un censo de industrias, depósitos, redes de distribución, de servicios y donde se lleve a cabo la fabricación, el procesamiento, el uso o el almacenamiento de cobre que pueda ser sustraído.
Geográficamente se trata de una contingencia que afecta a toda España. Existe una lista de lugares que se deben vigilar con especial interés, como casas de campo, tendido eléctrico, transformadores, pozos de riego, estaciones, centros de reciclaje, campos eólicos, explotaciones agrícolas y ganaderas, vías públicas, empresas y obras.
Chatarrerías ‘concertadas’
Un agente policial que prefiere no ser identificado relata el modus operandi de estos delincuentes: “A veces lo detectamos por la columna de humo. Los hay tan ansiosos que lo queman para separar el plástico. Lo que sucede es que el cobre quemado tiene menor precio. Si los pillamos quemando cobre se les denuncia por delito medioambiental. Si interceptamos una furgoneta con cobre se investiga si es robado, pero es complicado comprobarlo”. “Les preguntamos la procedencia, pero habitualmente se van de rositas”, añade.
Los ladrones prefieren trabajar en invierno, con más horas de noche, y asaltar instalaciones y obras. Aunque no olvidan el cobre ferroviario, que es de mejor calidad.
Ni los controles periódicos sobre transportes ni sobre establecimientos de compraventa están dando el resultado esperado, indica el policía: “Estos tipos suelen tener chatarrerías ‘concertadas’. Los propietarios conocen de dónde viene el cobre”. Los grupos de ámbito local no interfieren en las operaciones organizadas por las mafias internacionales.
Los ladrones prefieren trabajar en invierno, con más horas de noche, y asaltar instalaciones y obras. Aunque no olvidan el cobre ferroviario, que es de mejor calidad. El operador ferroviario Adif ha cuantificado los robos de este material en 111 kilómetros de 2019 a 2022, lo que provocó retrasos en sus vías correspondientes a 74 días. El peligro para la seguridad de los viajeros resulta evidente.
El perfil del ladrón de cable correspondía hasta hace poco tiempo a de delincuentes pertenecientes a poblaciones marginales. Ahora han entrado en escena las mafias internacionales. El motivo: el ‘negocio’ es menos lucrativo que otros, como el narcotráfico, pero no tienen que asumir especiales riesgos. Guardias civiles y policías nacionales, locales y autonómicos no pueden cubrir toda el territorio. Esa sensación de poca vigilancia ampara la impunidad de los delincuentes, que además se estructuran como comandos itinerantes. Al menos, la fibra óptica que las operadoras telefónicas están utilizando para sustituir el cableado de cobre puede limitar los habituales asaltos en este escenario.