La tecnología favorece la seguridad en el taxi

Cambia la tipología criminal: el gremio sufre la constante amenaza de las bandas organizadas que roban catalizadores.

Antonio M. Figueras

Periodista y escritor.

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Taxis.
Taxis.

Todos los taxistas de las grandes ciudades están expuestos a robos y agresiones. La violencia contra el gremio es cíclica y aumenta en momentos de crisis económica, como la derivada de la pandemia de COVID-19. No son pocos los que piensan que la única solución disuasoria son las cámaras de seguridad, portátiles, con tarjeta de memoria. Pero para poder utilizarlas se debe cumplir la normativa de protección de datos y advertir a los clientes de que se les está grabando.

Marzo comenzó con un atraco a un taxista en Ceuta. La víctima acudió a un servicio pedido a través de la central. Cuando llegó al lugar solicitado por el cliente, se encontró con un individuo que le amenazó con un machete para que le entregara toda la recaudación. El atracador nunca tuvo idea de utilizar el servicio público. Se trataba de trampa. Solamente.

El 31 de enero, tres hombres atracaron a un taxista en Badajoz. Le agarraron con una cuerda por el cuello y atemorizaron con arma blanca. El hecho sucedió cuando los delincuentes llegaron a su destino. El botín: dos carteras y el dinero en efectivo que tenía en su guantera. En cuanto pudo soltarse, la víctima aceleró el coche para que los delincuentes abandonaran el coche y huyó del lugar.

Son solo dos muestras. Los atracadores consideran que los taxistas son un objetivo al alcance de la mano para conseguir dinero fácil. Las “herramientas” de los delincuentes va desde la navaja al machete pasando por las pistolas simuladas.

El cobro con tarjeta

Antonio Sampedro Hernández, delegado de Radio Taxi Gremial, explica a Escudo Digital la evolución de la seguridad en el taxi: “Llevo 30 años trabajando en el taxi y está claro que el cobro con tarjeta ha relegado ciertos problemas que teníamos a segunda plano. Afortunadamente no hay tantos incidentes”.

La evolución tecnológica es clave de los cambios en materia de seguridad, según Sampedro: “Primero tuvimos radio emisoras, que iban por canuto, como decimos. La asignación de servicios era por voz y teníamos una serie de códigos o de palabras pactadas por si había algún problema, poner un seguimiento y mandar una patrulla policial”.

“Con la informatización de la gestión de flotas -afirma Sampedro- durante mucho tiempo llevamos un pisón (pedal de alarma) en el coche. Cuando había un problema, pulsabas y directamente hacía una llamada al 112. De aquí pasamos a la vinculación del servicio y los taxímetros mediante aplicaciones. Este sistema ocasionaba unos costes que incrementaban la facturación en la mensualidad del mantenimiento del taxímetro”. Y lo último: “Con las aplicaciones móviles no necesitamos ningún botón de pánico o similar, actualmente”.

Los tiempos pandémicos

En tiempos más duros del COVID se podían ver en Madrid carteles en algunos taxis con este tipo de leyendas: “No lo abras, que no hay nada dentro”. Lo que sucede es que ha cambiado la metodología del atraco. Como la mayor parte de los servicios se paga con tarjeta, los taxistas como mucho llevan efectivo por valor de 60 o 70 euros. Por eso intentan entrar en los coches aparcados. Apuesta Sampedro por “meter el vehículo en el garaje, porque siempre hay quien se cree que dejamos la recaudación o algo de valor y te rompen la ventanilla. Evito dejar a la vista el vehículo profesional, sobre todo en horas intempestivas”.

La delincuencia evoluciona al ritmo de la tecnología, incluso a veces va por delante, a decir de los expertos. La última tendencia es el robo de catalizadores de ciertos modelos, sobre todo Toyota Prius. El motivo: que contienen platino, paladio y cromo, metales preciosos muy cotizados. Las bandas organizadas -en los últimos días la Policía Nacional ha desarticulado una organización criminal dedicada al robo y exportación de catalizadores y han detenido a 29 personas en Málaga, Madrid y Toledo- recorren las ciudades en busca de su nuevo Eldorado. Algunos taxistas recurren a artimañas en los talleres para poder blindar ese catalizador.

A Antonio Sampedro no le han atracado nunca, quizá porque lo ha podido evitar: “En una ocasión obligue a bajarse cerca de Usera a dos personas que me daban muy mala espina. Lo que sí me ha ocurrido es que algunos se hayan ido sin pagar”.

Profesión de riesgo

¿Pero es una profesión de riesgo? “El policía al menos lleva un arma. Nosotros, solo el coche, pero no sabemos a quién llevamos -argumenta-. Nunca he salido a trabajar con miedo, porque el taxista tiene que ejercer la psicología y analizar al cliente. Aunque la tecnología haya fomentado la seguridad, no solo es una cuestión de atracos. Tuvimos mucha incertidumbre en tiempos de pandemia, estamos expuestos al tráfico, a cualquier incidencia en la vida. Yo sí lo considero una profesión de riesgo”.

De parecida opinión es Willy L., que lleva cinco años al volante como servicio al público entre VTC y el taxi, “porque estás muy expuesto en la calle”. Aunque tampoco ha sido atracado, recuerda una experiencia negativa: “Cogí a tres individuos en un parque, al lado de la Avenida de los Poblados. Y me pidieron un trayecto corto, pero pronto me di cuenta de que iban bastante perjudicados por el alcohol. Temí que me atracaran. Me armé de valor y les sugerí que se bajaran. No me hicieron caso y llegaron a su destino, donde salieron corriendo sin pagar”.

Algunos taxistas optan por enfrentarse al atracador, como señala Willy L.: “Tengo un compañero que hizo frente al agresor, que se amedrantó y se marchó sin botín alguno. Yo me he planteado usar una cámara de vigilancia, porque hay mucho zumbado por ahí suelto”.