Tras la detención este mes del ex primer ministro Imran Khan en Pakistán, se han dado raras y violentas protestas contra el estamento militar. Los partidarios de Khan tomaron las calles acusando al ejército de ser responsable de su expulsión del poder el año pasado y su encarcelamiento. Se han producido diversos ataques a instalaciones castrenses, un hecho sin precedentes en un Estado islámico con un pasado dictatorial donde el ejército ha tenido las llaves del poder durante décadas. El gobierno juzgará a los manifestantes civiles con arreglo a las temidas leyes militares del país.
La crisis política llega en el marco de una grave situación económica: escasean los alimentos y otros artículos de primera necesidad. Con la inflación disparada y menguantes reservas de divisas se avecina un impago de la deuda. En junio expira un programa de financiación del FMI.
El caos en Pakistán causa inquietud en India y China aunque por razones muy diferentes. El hecho de que los tres países sean potencias nucleares incrementa la angustia en el mundo.
Podría pensarse que su rival, India, lo considera un panorama propicio. Así, los problemas internos de Pakistán reducen su influencia en Afganistán cuando Nueva Delhi está desarrollando discretamente sus lazos con los talibanes.
Sin embargo, la inestabilidad conlleva riesgos. La difícil situación de Khan ha diezmado la legitimidad y credibilidad no solo de la frágil coalición gobernante, sino también del poderoso ejército pakistaní. En una encuesta de Gallup publicada hace unas semanas, Khan fue el líder más popular, con unos índices de aprobación del 61%. Es muy posible que la popularidad de Khan se haya visto reforzada por su detención, posterior puesta en libertad y la represión de su partido por parte de la clase dirigente. El enfrentamiento tiene visos de prolongarse.
Para India, estos vaivenes suelen provocar volatilidad en la frontera. Para los extremistas la anarquía genera oportunidades para ataques transfronterizos. Recuérdese que en 2008, poco después del derrocamiento del ex presidente Pervez Musharraf, los militantes lanzaron en Bombay uno de los atentados terroristas más mortíferos en suelo indio. En la crisis actual, la capacidad del ejército para controlar estos elementos es menor. La seguridad fronteriza de la India, mucho más precaria.
El propio ejército pakistaní –sumido en una crisis de credibilidad– podría intentar reafirmar su autoridad desencadenando hostilidades con India a lo largo de la frontera. Durante décadas, los militares pakistaníes han intentado reafirmar el control presentando India como una amenaza existencial que sólo ellos pueden contrarrestar.
Las complejas relaciones transfronterizas han sido más estables con los líderes pakistaníes poderosos, incluso con los vinculados al ejército. Ahora la lucha por el poder en Islamabad dificulta la respuesta diplomática de India a las eventuales crisis, al no contar con un socio creíble con quien tratar.
La eterna manzana de la discordia entre Pakistán e India es la región de Cachemira. Aquí China, aliada de Pakistán, entra en el juego. Islamabad denuncia que Nueva Delhi “abusa” de su presidencia del G20 al celebrar una reunión sobre turismo en esta disputada región del Himalaya. La delegación china se negó a acudir. El ministerio de Exteriores pakistaní agradeció a Pekín que boicoteara esta clase de encuentros en territorios en litigio. Turquía y Arabia Saudí se unieron a la protesta china. No obstante, la postura pakistaní hubiera sido más sólida y eficiente con un gobierno estable.
Más allá de Cachemira y debilitar a Nueva Delhi una de las metas de Pekín es expandir su influencia hacia el oeste y en especial Oriente Próximo. Para ello necesita a sus socios musulmanes. Y no le interesa en absoluto un país polarizado y al borde del colapso.
En el reciente Diálogo de Cancilleres de China, Afganistán y Pakistán, el gigante asiático ha prometido fortalecer la cooperación trilateral en seguridad y lucha contra el terrorismo. Pekín está listo para trabajar con el objetivo de promover el desarrollo de alta calidad del Corredor Económico China-Pakistán y fortalecer los intercambios militares y la cooperación en defensa.
En este contexto conviene señalar que para China es de crucial importancia la región de Baluchistán que alberga buena parte de las reservas de gas natural y minerales de Pakistán. Allí está además el puerto de aguas profundas de Gwadar, de alto valor estratégico como salido al Océano Índico. El separatismo y la insurgencia no cesan en esta volátil provincia. Sucede como en otras partes de Pakistán donde imperan lealtades tribales y culturales sobre las estatales. China ha realizado enormes inversiones y teme por ellas. Los militares pakistaníes aplastarían cualquier movimiento secesionista y justo por esta razón su debilidad en la vigente crisis es motivo de ansiedad en Pekín.
Cuanto más dure la crisis política de Pakistán, mayor alarma en India y preocupación en China.