Claves para la reconstrucción de ciudades devastadas por la guerra

Ucrania y la Franja de Gaza precisarán ayuda internacional para darle una nueva vida a sus núcleos urbanos.

Antonio M. Figueras

Periodista y escritor.

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Ya existen planes para la reconstrucción de ciudades arrasadas por la guerra en Ucrania
Ya existen planes para la reconstrucción de ciudades arrasadas por la guerra en Ucrania

Las cicatrices de la guerra en Ucrania son profundas y dolorosas. Las bombas y la artillería rusas no paran de machacar las ciudades, sembrando muerte y destrucción, perfilando una imagen de urbes destruidas por los estragos. Pero entre los escombros y las ruinas surge la esperanza, el sueño de un futuro nuevo, cuando la batalla escampe y la ciudadanía pueda rehacer su vida y su entorno.

Sobre la reconstrucción de ciudades destruidas en contiendas bélicas existen dos teorías, que Sigfrido Herráez, decano del Colegio Oficial de Arquitectos de Madrid (COAM), explica a Escudo Digital: “Hay quienes proponen regenerar y volver a construir con la misma estructura urbana el mismo trazado de ciudad. Otros teóricos del urbanismo defienden que, una vez que ya no hay ciudad, como sucedió tras la II Segunda Guerra Mundial en muchas localidades alemanas, se construye una nueva urbe. Berlín es el ejemplo claro de esta idea”.

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La reconstrucción de los edificios patrimoniales debe buscar recuperar la identidad.

Las dos teorías le parecen aceptables desde el punto de vista intelectual, aunque Herráez se inclina más por la segunda, “hacer una nueva ciudad con parámetros de ahorro energético, de movilidad”. La única excepción deben ser los edificios patrimoniales. “Gracias a la técnica ―dice― se pueden reproducir de manera más o menos similar estos lugares”.

El ejemplo de Irak

“Show me the money”, le gritaba Cuba Gooding Jr. a Tom Cruise en la película Jerry Maguire. Sin inversión importante no hay posibilidad de reconstrucción. En el caso de Irak se ha dado una importante aportación de Estados Unidos para la rehabilitación. Según Herráez, “Europa va a adoptar a Ucrania como el hijo pródigo y va a fomentar ayudas para la regeneración urbana y de patrimonio”. “Los arquitectos nos enfrentamos a un doble debate: quién lo va a hacer y con qué dinero, pero también cómo, con qué orden, qué tipo de ciudad”, añade.

Cada ciudad arrasada precisa un plan de reconstrucción personalizado, es diferente por historia patrimonial, aclara Herráez: “No son lo mismo los edificios históricos de Odesa que zonas que se han desarrollado en el siglo XX, fundamentalmente construcciones inspiradas en la vivienda rusa. Además, hay que dar cierto protagonismo al habitante de allí”.

Cuando acaba la guerra llega el momento de empezar de nuevo. Hasta que no cesan los bombardeos no se puede comenzar con las obras. Tras la pacificación debe llegar la inversión. “Así se recupera la esperanza de los habitantes, que han sufrido lo indecible. Ver cómo el resto del mundo les ayuda contribuye a que recuperen la normalidad”, sentencia el decano del COAM.

Járkov

Una de las ciudades más afectadas es Járkov, situada a tan solo 40 kilómetros de la frontera con la nación agresora, en su extremo oriental. Hasta la invasión, era la segunda metrópoli del país, habitada por 1,5 millones de personas, un gran centro industrial donde se fabricaba la mayor parte del calzado del país. Ahora, sus ruinas representan el símbolo del sufrimiento del pueblo, la metáfora de la locura, precisamente en el enclave que fue capital de la república de Ucrania entre 1923 y 1934.

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La ciudad de Járkov ha quedado parcialmente destruida por los bombardeos rusos.

El arquitecto británico Norman Foster concibió en 2022 un plan maestro para su reconstrucción, basado en cinco proyectos piloto: el Proyecto Patrimonio Cultural, que crearía un nuevo hito arquitectónico en el centro de la ciudad; el Proyecto Río, que desarrollaría una franja verde de seis kilómetros entre los ríos Járkov y Nemyshlya para peatones y ciclistas; el Proyecto Industria, para convertir una central eléctrica de carbón en un centro de energía limpia y alimentación; el Proyecto Ciencia, para atraer a empresas tecnológicas, de investigación y a compañías emergentes a la ciudad; y el Proyecto Vivienda, para que los edificios existentes sean más modernos y eficientes energéticamente. Solo falta que acabe la guerra para que los planes, este y otros, se puedan desarrollar.

Soluciones sostenibles

La celebración el pasado año en Madrid y este mes de mayo en Barcelona de la Exposición ‘Arquitectura en acción. Destrucción y reconstrucción en Ucrania’, organizada por la Fundación Arquitectura COAM, en colaboración con la Unión Nacional de Arquitectos de Ucrania, permitió analizar el patrimonio destruido y las acciones que deben emprenderse para su recuperación tras la guerra.

Para Miguel Lasso de la Vega, director de la Fundación y coordinador de la muestra, entre las claves para la reconstrucción de las ciudades de Ucrania figura “la voluntad de volver a levantarse, algo que notamos en sus arquitectos que son, junto con los políticos correspondientes, los principales responsables de la nueva etapa de las ciudades desde el punto de vista urbano”.

Los criterios internacionales deberán tenerse en cuenta para intervenir en los edificios. “En muchos casos, se podrían reconstruir ―afirma Lasso de la Vega―, sobre todo cuando tenían un valor identitario para la población. Pero en otros, tal vez hay que recuperar el ambiente urbano con claves contemporáneas a la hora de proyectarlo”. “También hacen falta técnicos bien formados. Y eso pasa por la colaboración con los países más avanzados en materia de patrimonio, como Italia, Francia, España, subraya.

La reconstrucción es un buen momento para la renovación. “Sus ciudades, influidas por el mundo soviético, están en gran medida desactualizadas. Cuando acabe la guerra sería un buen momento para buscar soluciones sostenibles, pero también para dotar de equipamientos que favorezcan la habitabilidad de las personas”, comenta.

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Mantener algún edificio en ruinas tiene un evidente valor simbólico.

Sobre dejar algún elemento sin reconstruir como símbolo de la barbarie, como se hizo en Berlín o en Varsovia, cree el director de la Fundación Arquitectura COAM que “convendría hacerlo muy puntualmente, porque tampoco podemos vivir con el muerto presente, continuamente recordando desastre y el pasado”. “Aunque algo debe conservarse como muestra de la catástrofe. No sé si hasta el punto de dejarlo completamente destruido o que conviva con una nueva actuación, como la creación de un centro de interpretación, un edificio contemporáneo, junto a la ruina”, sostiene.

La duración de la reconstrucción depende del estado en que se hallen las ciudades, y también de los fondos con los que se cuenten. Recuerda Lasso de la Vega “el milagro alemán, en diez años las ciudades volvían a tener vida y habían quedado en muchos casos arrasadas”. “Con voluntad y ayuda internacional, en una década, o tal vez menos, se podría recuperar la vida normal. Solamente algunos edificios históricos precisarían algunos años más”, expone.

En primera línea

La muestra se acompañaba con un panel frontal con 15 fotografías realizadas por el fotorreportero Luis de Vega en distintas ciudades ucranianas, donde se reflejaban los efectos devastadores de la contienda. Este reportero y fotógrafo del diario El País ha sido enviado especial en la guerra de Ucrania. En los últimos 25 años ha cubierto guerras, terremotos, golpes de Estado, movimientos migratorios... Recientemente ha sido galardonado con el prestigioso Premio de Periodismo Cirilo Rodríguez, que distingue el trabajo de corresponsales y enviados especiales de medios españoles en el extranjero. En la actualidad se encuentra en Israel, desde donde firma crónicas para su periódico sobre la invasión de Gaza.

Las vivencias en primera línea en las ciudades ucranianas se reflejan en sus razonamientos: “No podemos cansarnos de recordar que cuando las guerras acaban, cuando hay un armisticio, un acuerdo de paz, una tregua permanente, el último muerto, el último disparo comienza un periodo del que muchas veces nos olvidamos, que son las posguerras. Es en ese periodo normalmente en el que los territorios y las sociedades afectadas afrontan la complicada tarea de la reconstrucción”.

Advierte el enviado especial de que las dificultades en Ucrania son enormes, porque “es un territorio amplísimo, 600.000 kilómetros cuadrados, en el que, aunque la gran violencia está concentrada en el este y en el sur, hay bombardeos muy frecuentes en todo el país; incluso han llegado  los rusos a bombardear varias veces la zona más próxima a la frontera con Polonia”.

En las ciudades más castigadas por los bombardeos rusos, Luis de Vega ha visto “destrozos de infraestructuras, vías de trenes, estaciones de todo tipo, carreteras, escuelas, hospitales, edificios en grandes centros urbanos, pero también casas de pequeños municipios en la línea del frente u ocupadas por militares”.

Asunto destacado para prestar atención es la invisibilidad de las minas anti-persona. “Es muy importante tener en cuenta lo que supone en la resaca de los conflictos la presencia de zonas minadas que dificultan muchísimo la vuelta a la normalidad, tanto de la población que originalmente vivía allí, como de la tarea de reconstrucción”, apunta.

La Franja de Gaza

Para el decano del COAM no existe diferencia entre una zona y otra en cuanto a la financiación, las ciudades destruidas han de ser reconstruidas con la ayuda de la inversión internacional: “Tiene que establecerse un orden, un planeamiento. No se puede improvisar. Ese plan general debe estar consensuado con la gente que vive allí”.

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La Franja de Gaza vive en un permanente estado de destrucción.

El matiz viene con el asunto de la planificación. “Las ciudades de Ucrania responden a la urbanización occidental ―argumenta Lasso de la Vega―. El poso de la historia en Gaza es distinto, con falta de planeamiento urbano en sus barrios. Primero debe resolverse el problema político que ha originado la guerra y luego tal vez aprovechar el momento para acometer la planificación de las ciudades”.

Luis de Vega relata las particularidades de la Franja: “Es un espacio muy pequeño. El escenario principal de esta guerra sucede en 360 kilómetros cuadrados, donde viven embotelladas 2.300.000 personas. Pero es una zona que, desgraciadamente, en los últimos años ha tenido que ser ‘reconstruida varias veces’. El 7 de octubre abrió la puerta a la mayor destrucción en estos territorios”.

El futuro está por escribir. “Ahora básicamente se está hablando de poner fin a la guerra ―expresa el periodista―, de cómo va a ser el gobierno de transición, de qué va a pasar con Hamás, es decir, todo el armazón político de la posguerra, pero estoy seguro de que está habiendo ya intensos movimientos de países que están interesados, o bien por filantropía, o bien por intereses ideológicos o económicos, en la reconstrucción de la Franja de Gaza”.