El primer ministro británico Keir Starmer convocó el pasado domingo a varios líderes europeos e internacionales en Londres, para tratar la cuestión de la seguridad en Europa tras el fiasco de la visita de Zelenski a los EE. UU. A la reunión acudieron los principales Estados de la Unión Europea (UE) más Canadá y Ucrania. Un total de dieciséis naciones que estuvieron acompañados por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, y el presidente del Consejo Europeo, Antonio Costa, así como el secretario general de la OTAN, Mark Rutte.
En la reunión, convocada por un miembro destacado de la OTAN, fueron significativas las ausencias de los representantes de las tres repúblicas bálticas, limítrofes con Rusia y temerosas de figurar en los primeros puestos de su política expansionista, así como las de los mandatarios prorrusos de Hungría y Eslovaquia. De esa forma, Starmer, durante la rueda de prensa, tuvo que bautizar la reunión como una “Coalición de voluntarios” impulsada por Reino Unido, a la que “un número de países” han mostrado su disposición a unirse para preservar la paz en Ucrania, si se llega a un acuerdo para un alto el fuego.
Nos encontramos en consecuencia ante una situación en la que una UE más dividida que nunca necesita a un exsocio para liderar un proyecto de paz. De la foto de familia difundida a los medios tras la reunión celebrada en el palacete de Lancaster House se puede extraer una conclusión: algunos de sus miembros están claramente posicionados con las tesis rusas y observan de manera reticente que una iniciativa “europea” pueda ir en contra de ello. Sin querer (o poder) dar detalles sobre cuáles serían los que se sumarían a ese plan, el premier británico aseguró que Reino Unido está dispuesto a poner "botas sobre el terreno y aviones en el aire" como garantías de seguridad para Ucrania.
Unas garantías que sirvan como última oportunidad de Zelenski para alcanzar un acuerdo de paz. Un acuerdo que, según destacados analistas internacionales, empiece por aceptar la propuesta que se cuece en algunas cancillerías occidentales mediante el cual Rusia mantuviese el control de facto, pero no de iure, del territorio ocupado actualmente en las repúblicas de Donetsk, Lugansk, Jersón y Zaporiyia y Crimea. Como contrapartida, Ucrania tendría garantías de seguridad suficientes sobre el resto del país. Ello no supondría el reconocimiento de la soberanía de Rusia sobre ese territorio ucraniano, que atentaría contra el derecho internacional, sino el beneplácito implícito de que esas republicas deberían ser recuperadas en el futuro por las vías diplomática y negociadora.
Última oportunidad para Zelenski de alcanzar un acuerdo
Sin embargo, las posiciones de partida para el acuerdo de paz están aún muy alejadas. Rusia quiere territorios y Ucrania no está dispuesto a cederlos sin condiciones, y las condiciones económicas impuestas por Trump no ayudan a ello. Pero eso es lo que quiere imponer a Zelenski: paz por recursos, lo acordado con Putin. El problema es que Zelenski no está por la labor. Y muchos países europeos (no todos) están con él. Sin embargo, con independencia de la realidad, para Zelenski es la última oportunidad de alcanzar un acuerdo y solo esta Coalición de voluntarios puede ayudar a ello.
Que el Reino Unido lidere la coalición no es una casualidad. Es el único país europeo en el que Trump confía probablemente por razones históricas, culturales y estratégicas. Ni siquiera la Italia de Meloni es de fiar para el actual mandatario norteamericano. Muchos americanos creen que el mundo acaba en sus fronteras anglosajonas y Trump es uno de ellos. Starmer es probablemente el único líder europeo que pueda hacer recapacitar a Trump después del fatídico 28F. Macron está en un segundo nivel y bastante tendrá con aunar las voluntades de la UE en esta Coalición de voluntarios.
Starmer y su coalición ya han hecho público su plan de actuación. Pero eso no significa gran cosa. Estos son los cuatro puntos del plan que salieron de la reunión de Lancaster House:
- Mantener la ayuda militar a Ucrania.
- Incrementar la presión económica sobre Rusia.
- Proporcionar garantías de seguridad europeas a Ucrania.
- Asegurar el respaldo de Estados Unidos.
Estos puntos chocan frontalmente con la posición rusa de cualquier acuerdo de paz que (secretamente) se haya puesto sobre la mesa cuyas condiciones son conocidas solo por los EE. UU. y los propios contendientes.
Plan para fortalecer a Ucrania
Lo acordado en Lancaster House no es una propuesta de paz alternativa a lo que seguramente se viene ya negociando por los beligerantes bajo el auspicio de los EE. UU., sino una serie de medidas que intentan fortalecer a Ucrania en esta (esperemos) fase final del conflicto. Unas medidas por la que solo esos quince países europeos (más Canadá) están dispuestos a empeñarse para proporcionar una seguridad duradera a Ucrania. Unas medidas que difieren de las “simplistas” de Trump al que solo le importa lo mercantil. Unas medidas que alejan el triunfalismo del agresor ruso que ve como alguien en Europa ha reaccionado por fin. Unas medidas que persiguen un acuerdo de paz más tradicional en relación con la “rendición incondicional” propugnada por Trump y Putin.
Unas medidas que desde luego continuarán suponiendo para los países implicados un fuerte apoyo financiero y militar para Ucrania y que por vez primera podría implicar un despliegue de tropas sobre el terreno y medios aéreos en caso de alcanzarse un alto el fuego. Una situación a la que Rusia se ha negado repetidamente, pero que la Coalición de voluntarios debe imponer y sobre todo ser capaz de convencer de su necesidad a Trump. Esto solo será posible con el liderazgo británico, que paradójicamente desempeña el significativo rol de ser el principal aliado militar de EE. UU. en el mundo y el principal también adversario de Rusia en Occidente. La UE, que el Reino Unido abandonó, no ha tenido un papel protagonista que todos esperábamos. Confiemos en que de ello se extraigan lecciones aprendidas. No hay soberanía sin defensa, no hay independencia sin poder, no hay paz sin disuasión.
Un despliegue de tropas de la coalición significaría un enorme esfuerzo militar en términos logísticos y que no muchos países se pueden permitir. Diseñar y planear el despliegue de una fuerza multinacional creíble que asegure el alto el fuego no será fácil. No van a ser cascos azules, la ONU está fuera de la resolución del conflicto como amargamente se ha demostrado. Debe ser una fuerza militar capaz de disuadir al “oso ruso”, que disponga de adecuadas capacidades de respuesta sobre el terreno y como reacción de forma diferida puestas a su disposición desde los países que la compongan con tiempos de respuesta rápidos. La OTAN lo ha ensayado en múltiples ocasiones, pero esto no es la OTAN, falta su principal socio: EE. UU.
Compleja actuación
Será difícil que la fuerza multinacional disponga de una contrastada (y entrenada) capacidad esencial para su puesta en acción como es el Mando y Control. En un entorno de actuación de “multidominio”, en el que a los tradicionales ámbitos de actuación terrestre y aéreo se sumarán el ciberespacio y el cognitivo, dicha capacidad se averigua fundamental. Unos medios que hoy en día solo la OTAN puede aportar de forma contrastada mediante sus propias capacidades permanentes. Y para ello el concurso de los EE. UU. y la autorización de Trump son imprescindibles.
Así, por el momento, al compromiso de despliegue de tropas británicas sobre el terreno solo se ha sumado Francia. Casualmente los dos únicos actores con capacidad nuclear de la Coalición de voluntarios. Por ello, muchos de los países de la coalición esperan que la capacidad de liderazgo del Reino Unido promueva un concepto de la operación militar que facilite el proceso de constitución de la fuerza, creíble para actuar en un escenario complejo y con capacidad para defenderse de las acciones que, en todo el espectro de la zona “gris” del conflicto, ambos bandos pudieran seguir empleando durante el proceso de paz. Un proceso de paz para el que ni siquiera aún se han sentado en la mesa de las negociaciones. Un proceso de paz que necesita como condición sine qua non el acuerdo inicial de un alto el fuego que, en condiciones normales, el fatídico 28F hubiese propiciado.