Georgia, en su gran encrucijada: entre la influencia rusa y las aspiraciones europeas

Las tensiones políticas en un país dividido entre su afinidad histórica con Moscú y sus deseos de integrarse en el proyecto de la UE condicionan el futuro del país.

Pedro Fernaud

Periodista

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Georgia es un país dividido.
Georgia es un país dividido.

Georgia es un país situado en el corazón del Cáucaso, que se encuentra en un momento crucial de su historia, atrapado entre la influencia de Rusia y su deseo de integrarse en la Unión Europea (UE). Las recientes protestas y elecciones en aquel país (comicios que tuvieron lugar en octubre de 2024) han puesto de manifiesto la profunda división dentro de la sociedad georgiana, donde una gran mayoría apoya la adhesión a la UE, mientras que el Gobierno, liderado por el partido Sueño Georgiano, parece inclinarse hacia Rusia. En este relato se exploran las complejas dinámicas geopolíticas que están moldeando el futuro de Georgia, desde las manifestaciones proeuropeas hasta las estrategias de poder del Kremlin.

Como señala Diego González, autor del blog Fronteras, la historia reciente de Georgia ha sido “convulsa”, marcada por guerras, revoluciones y crisis constitucionales. Estamos en un momento en el que son habituales las protestas de la ciudadanía contra su Gobierno, en una dinámica donde los manifestantes han ondean banderas georgianas y europeas. González fue testigo directo de esas protestas y lo describe así: “Nosotros solo fuimos una vez, pero para ellos eran ya 58 días consecutivos manifestándose, y siguen haciéndolo a fecha de hoy”. Estas protestas reflejan la lucha entre las fuerzas que operan en Moldavia y Ucrania, y el deseo de los georgianos de elegir su propio destino, en contra de la influencia rusa.  

En cualquier caso, la realidad geopolítica de Georgia es tremendamente compleja. Prueba de ello es la ocupación rusa de regiones como Abjasia y Osetia del Sur, y el impacto en la población. González lo explica así: “Un cuarto de millón de personas fueron expulsadas en su momento de Abjasia, y cincuenta mil lo fueron de Osetia del Sur y también de Abjasia en la guerra de 2008”. La dependencia económica de Georgia con respecto a Rusia y el deterioro de las relaciones con la UE son factores clave en esta dinámica.  

Lamentablemente, crece el autoritarismo en Georgia, así como las restricciones a la libertad de expresión y reunión. Como detalla González, se producen “detenciones arbitrarias y en masa”, al tiempo que se registra la “falsificación de pruebas y la realización de palizas y torturas”. Se trata de hechos que se extraen de una escucha atenta de las historias contadas por los manifestantes.

¿Qué pasó entre Georgia y Rusia?

El conflicto se intensificó en agosto de 2008, cuando estalló una guerra de cinco días por las regiones separatistas de Osetia del Sur y Abjasia. Rusia intervino militarmente bajo el pretexto de proteger a sus ciudadanos en estas áreas, muchos de los cuales tenían pasaportes rusos. Como resultado, Georgia perdió el control sobre ambas regiones, que fueron reconocidas por Rusia como Estados independientes, aunque la comunidad internacional las considera parte de Georgia. Esto marcó el inicio de una ocupación rusa que persiste hasta hoy, con tensiones constantes y denuncias de limpieza étnica contra la población georgiana.

¿Cuándo Georgia fue parte de Rusia?

Georgia fue parte del Imperio Ruso desde principios del siglo XIX hasta 1918. En 1801, el reino de Kartli-Kajetia, en el este de Georgia, fue anexionado por Rusia, y después, en 1810, los rusos incorporaron también a sus fronteras el reino de Imereti, en el oeste. Durante este periodo, Rusia ofreció protección contra invasiones otomanas y persas, pero también impuso políticas de rusificación que generaron descontento. Tras la caída del Imperio Ruso en la I Guerra Mundial, Georgia declaró su independencia en 1918. Sin embargo, su historia con Rusia continuó con la ocupación soviética en 1921, de manera que se convirtió en la República Socialista Soviética de Georgia, permaneciendo bajo control soviético hasta el 9 de abril de 1991, con la disolución de la URSS. La ocupación soviética marcó una etapa de represión y resistencia que culminó con la restauración de la soberanía georgiana.

Claves del dilema de Georgia entre Rusia y Europa

Georgia es conocida por su diversidad étnica y su importancia geoestratégica. Entre los atractivos de este país poliédrico, está el hecho de que en su población tiene una presencia significativa de hasta cinco religiones, al tiempo que su territorio cobija abundantes recursos naturales que atraen la atención de las grandes potencias.

El país ha experimentado una serie de conflictos y cambios políticos en este siglo XXI. Un tramo histórico en el que ocupa un papel significativo la Revolución de las rosas, en 2003. Este movimiento representó  un cambio de poder no violento, impulsado por protestas contra unas elecciones controvertidas, que culminó con la renuncia de Eduard Shevardnadze, presidente de la República de Georgia desde 1995 hasta el 23 de noviembre de 2003, que marcó el fin del liderazgo soviético en el país y consolidó una política exterior prooccidental.

El nombre de esta revolución proviene del gesto simbólico de los manifestantes, quienes irrumpieron pacíficamente en el Parlamento con rosas en la mano. A raíz de esta revolución, se celebraron unas elecciones que llevaron  a Mijaíl Saakashvili al poder, lo que marcó un acercamiento a Occidente, pero también exacerbó las tensiones con Rusia, culminando en la ya referida intervención rusa de 2008.

En la actualidad, Georgia se encuentra nuevamente en una encrucijada. El partido Sueño Georgiano, liderado por el oligarca Bidzina Ivanishvili, busca un equilibrio entre sus relaciones con Rusia y su aspiración de integrarse en la UE, una postura que genera controversia y protestas, como las lideradas por la presidenta Salomé Zurabishvili.

En octubre de 2024 se celebraron elecciones parlamentarias, marcadas por denuncias de fraude electoral, lo que desató protestas y críticas tanto dentro del país como desde la comunidad internacional. En este contexto, el Gobierno aprobó una controvertida ley de “agentes extranjeros”, inspirada en una legislación similar en Rusia, que obliga a las organizaciones y medios que reciban más del 20% de su financiación del extranjero a registrarse como tales.

Esta medida ha sido interpretada como un intento de limitar la sociedad civil y la prensa independiente, lo que ha generado rechazo de la oposición y preocupaciones de la Unión Europea. En respuesta, la UE decidió congelar el proceso de integración de Georgia, poniendo en duda sus aspiraciones europeas y aumentando la tensión en un país que, desde la Revolución de las Rosas de 2003, ha buscado acercarse a Occidente. Ante esta situación, la presidenta georgiana Salomé Zurabishvili (con poderes mayoritariamente simbólicos) ha afirmado que sus compatriotas “han sido ‘víctimas de una operación especial rusa’”, lo que evidencia la profunda división que atraviesa el país.

El 85% de los georgianos quiere integrarse en la UE

Toda esta crisis hunde sus raíces en el colapso de la URSS, que se tradujo en que Rusia implementó estrategias de poder blando –que incluyeron energías baratas y apoyo político–. De forma que Rusia puso sobre la mesa estos incentivos, que no lograron consolidar un dominio efectivo, lo que, sumado a la creciente tendencia de la sociedad georgiana a optar por un rumbo prooccidental, marca un panorama muy complejo. De cualquier modo, de lo que no parece haber muchas dudas es de la mayoritaria aspiración de los georgianos a enrolarse en la Unión Europea. Así lo señala una encuesta confeccionada por IRI (International Republican Institute, una organización no gubernamental con sede en Estados Unidos que promueve la democracia y el fortalecimiento de instituciones políticas en el mundo), según la cual el 80% de los georgianos cree que el rumbo en política exterior debe ser prooccidental y el 85% apoya la adhesión a la UE.

Frente a esa realidad, los expertos en la política georgiana describen la persistente e incluso creciente influencia de Rusia, especialmente en términos económicos y militares. Se describen cifras reveladoras, como el hecho de que Georgia haya recibido más de 3.000 millones de dólares de Rusia y el notable incremento de empresas rusas en el país. En este contexto, el ministro de Asuntos Exteriores de Rusia, Serguéi Lavrov, expresó que su país “quiere promover la normalización de relaciones entre Georgia y los separatistas”, lo que subraya el intento del Kremlin por mantener su presencia en una región estratégica.

Una represión de las protestas ‘como nunca antes’

Para comprender la magnitud de las protestas que está expresando el pueblo georgiano, resulta pertinente señalar que estas manifestaciones han sido reprimidas por la policía con cañones de agua y gases lacrimógenos, y que han deparado más de 300 arrestos y numerosos heridos. También resulta de interés el testimonio de Lasha Dzebisashvili, profesor de Política en la Universidad de Georgia, quien señala a la BBC: “El nivel de gente a la que han perseguido y los golpes que han recibido, hasta el punto de tener que ser tratadas en hospitales, es algo que nunca antes se había visto aquí”.

Entretanto, Nika Gvaramia, líder de la oposición de la alianza Coalición para el Cambio, afirma: “Estamos perdiendo nuestro país” y enfatiza la lucha entre una Georgia europea y otra a favor de Rusia. Por su parte, el primer ministro Irakli Kobakhidze rechaza las negociaciones y acusa a las protestas de estar financiadas desde el extranjero. Mientras, Rusia observa de cerca la situación, comparándola con el Maidan de Ucrania en 2014. Desde la perspectiva de Moscú, el Maidan de 2014 fue un golpe de Estado orquestado por Occidente para derrocar al Gobierno prorruso de Víktor Yanukóvich. Desde la perspectiva ucraniana, el Maidan fue una revolución popular a favor de la democracia y la integración con Europa, que derrocó a un Gobierno corrupto y prorruso.

Pero, como apuntan en el Carnegie Endowment for International Peace, Georgia parece estar girando su política exterior hacia Eurasia, lo que podría fortalecer sus relaciones con Rusia. Sin embargo, esta estrategia genera incertidumbre, ya que la mayoría de la población georgiana sigue apoyando la integración con la UE. A pesar de que el Gobierno justifica sus decisiones como una reafirmación de la soberanía nacional, la oposición y sectores de la sociedad civil denuncian un alejamiento de los valores democráticos y una deriva autoritaria. La administración georgiana podría estar buscando un equilibrio pragmático entre Rusia y Occidente, aunque la viabilidad de esta postura dependerá de la evolución del contexto internacional y la reacción en el medio y largo plazo de la ciudadanía.

Recapitulando: la situación es un reflejo de las tensiones geopolíticas más amplias que afectan a la región del Cáucaso. La comunidad internacional tiene un papel crucial que desempeñar para garantizar que el pueblo georgiano pueda elegir libremente su destino. La influencia rusa, aunque significativa, no debe eclipsar las aspiraciones democráticas y europeas. Es esencial que la UE y otros actores internacionales apoyen los esfuerzos para fortalecer la democracia y la soberanía, asegurando que cualquier acercamiento a Rusia sea el resultado de una decisión informada y libre, y no de la coerción o la manipulación política. La estabilidad y la prosperidad de Georgia dependen de su capacidad para navegar estas aguas turbulentas y forjar un futuro que refleje verdaderamente la voluntad de su pueblo.