Groenlandia: la competición estratégica en el Ártico

Las declaraciones de Trump sobre la adhesión han puesto en evidencia los distintos intereses geopolíticos en la zona.

Javier Saldaña Sagredo

Coronel de Ejército de Tierra (R).

Guardar

Groenlandia es una zona estratégica donde entran en juego distintos intereses.
Groenlandia es una zona estratégica donde entran en juego distintos intereses.

Groenlandia es una gigantesca isla de 2.166.086 kilómetros cuadrados situada en el continente americano entre los océanos Atlántico Norte y Ártico. Pertenece al Reino de Dinamarca desde 1814 y su población, de unos 55.000 habitantes, reside fundamentarme en el litoral suroeste. La isla, casi en su totalidad cubierta por hielo, además de poseer una ingente cantidad de recursos marinos en sus aguas circundantes, esconde en su subsuelo grandes riquezas naturales particularmente de las denominadas tierras raras.

Pero lo que siempre ha despertado el interés norteamericano por su adhesión es sin duda su estratégica posición geográfica. Situada en gran parte sobre el círculo polar ártico, le proporciona un extraordinario control sobre las vías de comunicación que circundan el océano del mismo nombre. El deshielo que en las aguas del Ártico causa el calentamiento global está provocando que sean navegables durante grandes períodos de tiempo durante del año. Se prevé que en 2030 serán transitables durante dos meses al año y diez años después los barcos dispondrán previsiblemente casi 90 días de tránsito, por lo que las nuevas rutas marítimas a través del Ártico pueden suponer una revolución en el comercio a nivel mundial.

Seguridad nacional

El deshielo favorece el incremento de las rutas de navegación en el Ártico.
El deshielo favorece el incremento de las rutas de navegación en el Ártico.

Pero más que en intereses comerciales, la respuesta a la obsesión de Trump la debemos buscar en las sucesivas Estrategias de Seguridad Nacional (ESN) de los EE. UU. donde sus presidentes establecen su visión del mundo con el objetivo final de preservar los intereses nacionales que incluye el continuar siendo la nación líder del mundo globalizado. Desde la primera promulgada en 1988 por el presidente Reagan se han sucedido doce más, la última de la administración Biden en 2022. En ella, se declara claramente la priorización de la competición estratégica con China y la identificación de Rusia como un desafío sobre todo tras la guerra de Ucrania. Y uno de los escenarios donde se producirá esa confrontación será sin duda el océano glaciar Ártico tal y como por primera vez estableció ese mismo año la National Defence Strategy (NDS) documento derivado de la ESN que sienta las bases de la política de defensa norteamericana cada cuatro años.

Fruto de ello, el 21 de junio del pasado año, el Departamento de Defensa de los EE. UU. publicaba su primera Estrategia para el Ártico (Arctic Strategy). En ella los EE. UU. se reafirman como una nación ártica dentro de una región crítica para la defensa de su territorio nacional, la protección de la soberanía nacional y los compromisos de defensa comprometidos en sus tratados.

El documento establece que los principales cambios geopolíticos están impulsando la necesidad de este nuevo enfoque estratégico para el Ártico, incluida la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia, la adhesión de Finlandia y Suecia a la Alianza de la OTAN, el aumento de la colaboración entre la República Popular China (RPC) y Rusia, y los impactos acelerados del cambio climático. Concluyendo que “esta región cada vez más accesible, se está convirtiendo en un lugar para la competencia estratégica, y Estados Unidos debe estar listo para enfrentar el desafío junto con aliados y socios”.

Libertad de navegación

En este nuevo escenario, la libertad de navegación se averigua fundamental. Se puede realizar por dos vías: la ruta del noroeste (Northwest Passage) y la del norte (Northern Sea Route). La primera que circunda por el norte de Alaska y Canadá y atraviesa numerosas islas que hace que los bloques de hielo se formen con más facilidad y que dificulta mucho más la navegación ya que sus aguas no se descongelan tan rápido como la vía del norte adonde desembocan los ríos siberianos que las calientan. Esta, que discurre casi en su totalidad por aguas rusas, está siendo en consecuencia la primera que se está librando del hielo por el cambio climático.

En ambos casos, el Ártico es clave para la expansión económica y comercial de China (la línea de comunicación que lo atraviesan es denominada “ruta de la seda polar”). Durante la visita de Xi Jinping a Moscú en marzo de 2023, se anunció la creación de un organismo sino-ruso para desarrollar la ruta norte (Northern Sea Route). El país asiático tiene un enorme interés en ser protagonista con “voz y voto” en los asuntos árticos. Para ello, dispone ya de instalaciones permanentes en el área como lo son su Centro de investigaciones en el archipiélago noruego de Svalbard y la gestión de un proyecto gasístico en la península rusa de Yamal.

Control del Ártico

En ese sentido, aunque la mayor parte del océano Ártico se considera aguas internacionales y se rige por la Convención de las Naciones Unidas sobre el Derecho del Mar, su control se ejerce desde los litorales adyacentes. Cinco son los países ribereños: Dinamarca (Groenlandia), Canadá, EE. UU. (Alaska), Rusia y Noruega que reivindican la explotación de una parte de ese océano que alberga el 13% del petróleo y el 30% del gas natural del planeta más allá de sus zonas económicas exclusivas. De hecho, los cinco países ya se han comprometido a someter sus reclamaciones al arbitraje de la Comisión Internacional para los Límites de la Placa Continental de Naciones Unidas, que deberá resolver de acuerdo con los dictados de la Convención de Derecho Marino.

Con la “adhesión” de Groenlandia, los EE.UU. multiplicarían por dos sus “derechos de explotación” adquiridos en el Ártico. La vieja ambición ahora se torna urgente debido al paulatino deshielo provocado por el cambio climático que va a suponer sin duda que los tiempos de navegación marítima entre los principales puertos de Asia y del norte de Europa y América disminuirán de manera considerable.

Pero eso es solo una pequeña razón de porque ahora Groenlandia ha vuelto a la actualidad con las declaraciones de Donald Trump sobre una incorporación bajo soberanía estadounidense. Sobre todo, teniendo en cuenta que no son nuevas. Ya en su primer mandato planteó la posibilidad de comprar la isla a Dinamarca motivando una pequeña crisis diplomática después de que la primera ministra danesa Mette Frederiksen calificase la propuesta de comprar Groenlandia como “absurda”, lo que provocó la cancelación de un viaje previsto de Trump a Dinamarca.

Base en Pituffik

El Ártico es una zona de especial relevancia para Rusia.
El Ártico es una zona de especial relevancia para Rusia.

En términos más concretos, la diferencia ahora estriba en que el nuevo inquilino de la Casa Blanca ha declarado abiertamente lo que sus predecesores no se habían atrevido a mencionar hasta la fecha: el interés norteamericano por Groenlandia que ya Truman en 1941 había destapado. Efectivamente, fue durante la Segunda Guerra Mundial, cuando los EE. UU. ocuparon Groenlandia. Oficialmente fue para impedir que Alemania nazi la utilizara como base de operaciones tras la ocupación de la Dinamarca continental.

La ocasión no la desaprovechó el presidente Truman, que intentó comprar la isla por primera vez ya en 1946 y, si bien no lo consiguió, sí logró permanecer en la isla después de la guerra estableciendo una base aérea en el aeropuerto de Thule en la costa noroeste de la isla y a solo 1.500 kms. del polo norte. Una base aérea reconvertida hoy en una base “espacial” y rebautizada como Pituffik y donde los EE. UU. tienen desplegados una estación permanente de su Sistema de Alerta Temprana contra Misiles Balísticos intercontinentales en un claro augurio de lo que Groenlandia puede significar para la defensa de su territorio continental.

Gran portaaviones natural

Aquí es donde Groenlandia tiene su valor estratégico como el “gran portaaviones” natural que los EE. UU. necesitan como base de operaciones para el control de los accesos del Atlántico norte al Ártico. EE. UU. necesita controlar el Ártico y sus accesos al Atlántico norte y sin una ocupación efectiva y permanente de Groenlandia, no sujeta a vaivenes geopolíticos, no va a ser posible. 

El Ártico ha pasado de un escenario de extraordinaria seguridad (High North, Low Tension, como los marinos noruegos lo denominaban en plena “guerra fría”) basado en la cooperación entre los países ribereños y un sistema de gobernanza multilateral como pretende el Consejo Ártico, institucionalizado por la apertura de la URSS de Gorbachov en 1996, a otro caracterizado por la militarización de la postura rusa en la región.

Desde marzo de 2022, debido a la invasión rusa de Ucrania, siete de los ocho Estados del Consejo Ártico con zonas de soberanía situadas más allá del círculo polar ártico que lo componen: Canadá, Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega, Suecia y los EE. UU. se han negado a reunirse con Rusia, el octavo miembro. Aunque poco se puede decidir sin el concurso de Rusia, en cuyo territorio se encuentra, que desde el mar de Barents al estrecho de Bering, el 64% del litoral ártico.

Capacidad nuclear rusa

De esa forma la estrategia militar de la Federación Rusa ha elevado su nivel de ambición para combatir los retos que suponen el cambio climático y las tensiones militares y geopolíticas en la zona. Para ello, y de acuerdo con CSIS (Centre for Strategic and International Studies), Rusia dispone alrededor del Ártico de 3 grandes bases militares, 13 aeropuertos y 10 estaciones de Detección y Alerta temprana. Su Flota del Norte dispone en sus bases del mar de Barents de navíos equipados con dos tercios de las capacidades nucleares de la Armada lo que incluye la totalidad de los submarinos nucleares. Existe una gran preocupación desde hace años por el hecho de que Rusia dispone de un tercio más de bases militares que Estados Unidos y la OTAN juntos en el Ártico, lo que supone sin duda a priori disponer de una ventaja estratégica en la región.

Desde 2014, Rusia ha construido más de 475 instalaciones militares en sus regiones árticas. Dispone de más de medio centenar de rompehielos, mientras que EE. UU. solo tiene dos (uno de ellos en la Antártida). Es parte del resultado de un mas amplio proceso revisionista ruso que ha aumentado la tensión y la militarización en la zona que se ha visto multiplicada por el deshielo de las rutas comerciales, la explotación de los recursos emergentes y el interés de potencias globales como China.

En este contexto, la toma de posiciones de los principales actores como los EE. UU. y Rusia con la presencia y actividades militares en la región está sin duda ligada a la creciente competición estratégica. Y Groenlandia es sin duda una pequeña pero importante pieza del puzle de la nueva narrativa de esa confrontación.

Aproximación indirecta

De esta forma la competición estratégica norteamericana con Rusia en el Ártico es ya palmaria y Groenlandia, como ya lo hace Alaska, va a jugar un papel decisivo en todas las modalidades de “war gaming” que se puedan imaginar. De momento, para los americanos ejercer un cierto grado de soberanía sobre la gigantesca isla aseguraría el control de la mitad del Ártico al oeste del meridiano de Greenwich mientras que Rusia controlaría la mitad este.

Paralelamente y como parte de una estrategia de aproximación indirecta, los EE. UU. están intensificando sus acciones para posicionarse adecuadamente en la competición estratégica en el Ártico con sus socios de la OTAN. Su estrategia regional está poniendo el acento en aumentar su influencia en los países ribereños a través de las negociaciones de sus acuerdos de defensa con Noruega (2021), Dinamarca (2022), Suecia (2023) y Finlandia (en curso). 

En ese sentido, en clave OTAN, la doctrina militar rusa siempre la ha considerado como una amenaza para su política ártica, especialmente desde el comienzo de la invasión de Ucrania en 2014 y a pesar de que el área de actuación de la Organización solo cubre el High north atlántico, un término ambiguo que identifica las zonas libres de hielo.

Las declaraciones de Trump

Los analistas consideran en ese sentido que la presencia militar de la OTAN en el Ártico esta retrasada diez años de la de Rusia. Sin embargo, a pesar de tener un balance militar muy favorable, existe una muy creciente preocupación en Rusia por la entrada de Suecia y Finlandia en la OTAN en cuanto a la reducción de sus activos estratégicos en el Ártico. Acciones como las maniobras militares Steadfast Defender de la OTAN en el Atlántico norte alto (high north) entre enero y mayo de 2024, las mayores desde el fin de la guerra fría y en las que participaron 90.000 efectivos aliados, contribuyen sin duda a ello.

Por todo ello, las declaraciones de Donald Trump como: “La gente ni siquiera sabe realmente si Dinamarca tiene algún derecho legal sobre la isla, pero si lo tiene, deberían renunciar a ello porque la necesitamos por seguridad nacional” o “hablo de proteger al mundo libre”, añadiendo incluso que hay barcos chinos y rusos “por todas partes” en la zona y amenazando Dinamarca con aranceles “de muy alto nivel” si no cumplen hay que ponerlas en contexto. Donald Trump puede ser imprevisible en términos dialecticos y mediáticos, pero lo que sin duda no será es un presidente norteamericano recordado por no defender los intereses de su país y por ende los de las civilizaciones libres y liberales lo que incluye la de sus tradicionales socios y aliados.