EE.UU. ha anexado Groenlandia sin disparar un tiro. ¿Qué busca Washington en el Ártico? ¿Cómo han reaccionado China, Rusia y Europa ante este cambio?
Aunque esta declaración suene a clickbait o provocadora, la realidad es compleja y el interés de Estados Unidos por Groenlandia responde a una larga historia de ambiciones sobre la isla que van mucho más allá de los exabruptos de Trump.
¿Por qué Groenlandia es tan importante para EE.UU.?
EE.UU. no ha tenido que comprar o invadir este territorio, sino que se trata de una alianza alternativa a la tutela danesa. Y las razones norteamericanas para adherirse Groenlandia combinarían diversas razones militares, económicas y geoestratégicas:
- Situación geográfica óptima. Groenlandia se encuentra en la ruta más corta entre Europa y América del Norte, ideal para operaciones de defensa aeroespacial y control de tráfico marítimo intercontinental.
- Deshielo del Ártico es equivalente al control de rutas. Se están abriendo rutas de navegación por el norte que reducirían los trayectos entre Asia y Europa hasta en un 40%. Trump quiere evitar que China o Rusia dominen estas vías emergentes.

- Minerales estratégicos. Groenlandia posee reservas significativas de tierras raras (REE), fundamentales para la tecnología militar, baterías, y electrónica avanzada. Junto a la reciente adquisición de estos minerales en Ucrania, bajaría su dependencia en este ámbito de China.
- Energía. Esta isla tiene reservas sin explotar de gas, petróleo y uranio. Si EE.UU. lograse controlar o influir en su explotación, aumentaría su autonomía energética, y quizás, la de sus aliados.
- Muro de contención. La expansión china en minería y el interés ruso en navegación polar hacen que EE.UU. vea la isla como un bastión de contención.
- Dominio del Espacio Exterior. La base de Pituffik es esencial para el seguimiento satelital y las futuras operaciones militares espaciales. La militarización del espacio comienza —paradójicamente— en el hielo.
Pero, ¿cuáles han sido las reacciones del mundo ante ‘esta anexión’?

China: diplomacia contenida y expansión indirecta
China lleva tiempo convirtiéndose en "Estado cercano al Ártico", término que usó oficialmente en su White Paper on the Arctic (2018).
Pekín, en principio, no tiene reclamaciones territoriales, pero necesita el Ártico para:
- La Ruta de la Seda Polar, que conecta Asia con Europa a través del mencionado deshielo del mar Ártico.
- El acceso a recursos naturales (gas, petróleo, tierras raras).
- La participación en gobernanza internacional (Consejo Ártico, tratados multilaterales).
¿Cómo ha reaccionado Pekín?
China ha condenado, de manera diplomática (pero ambigua) la adhesión, apelando al respeto por la soberanía danesa. No quiere confrontar directamente a EE.UU. Pero esta situación le está llevando a reforzar sus vínculos con Rusia en el Ártico con mayores inversiones en infraestructura, puertos e industrias de extracción en Siberia y el mar de Kara.
Esta nueva situación geopolítica ha obligado al gobierno chino a acelerar los acuerdos con Islandia, Noruega y Canadá para mantener presencia indirecta. Si EE.UU. lo permite, inversión en Groenlandia.
China no reaccionaría militarmente ni rompería con Washington, pero fortalecería su presencia en el Ártico euroasiático como contrapeso estratégico.
Rusia: propaganda, maniobras y dominio polar
Rusia considera el Ártico una zona de influencia estratégica vital, por lo que esta anexión supone un duro golpe para Moscú.
Bajo su doctrina militar, el Ártico es una frontera que debe ser defendida y explotada (a toda costa), y por ello Rusia tiene:
- La mayor flota de rompehielos nucleares del mundo.
- Bases militares en la península de Kola, archipiélago de Nueva Zembla y otras islas árticas.
- El control de gran parte del paso del noreste (Northern Sea Route), y de recursos minerales en la plataforma continental.
¿Cómo ha reaccionado Moscú?
Esta anexión de Groenlandia por parte de Estados Unidos le ha venido muy bien a Moscú para su campaña propagandística, denunciando así el "doble rasero" de Washington, que critica la anexión rusa de Crimea pero se anexiona Groenlandia por "alianza".
Sin duda, la actividad militar rusa en el Ártico ha crecido exponencialmente; nuevas maniobras, despliegue de misiles antiaéreos S-400 o incluso misiles hipersónicos. También se está produciendo una mayor presión sobre Noruega y Finlandia, que limitan su acceso atlántico.
Al igual que vimos en el caso chino, se ha “estimulado” la cooperación con China e Irán en el marco de la estrategia del "Gran Ártico Eurasiático".
Europa: fractura, reacción tardía y replanteamiento estratégico
La Unión Europea considera el Ártico una región clave por su seguridad energética, ambiental y geopolítica. Groenlandia, como territorio danés, ha sido parte de esa proyección europea, aunque la isla no pertenece formalmente a la UE.
La reacción inicial europea ha estado dividida. París y Berlín han criticado duramente la anexión, mientras países bálticos y Polonia (más pro-OTAN) han matizado sus críticas. Londres se siente beneficiada por la acción de su aliado americano.
Dinamarca, a pesar de “exigir” el apoyo diplomático europeo por la “pérdida”, no ha tenido mucho éxito. Europa está más interesada (la perdida de Groenlandia es ya irreversible) en una mayor inversión en investigación polar, con infraestructuras duales (científicas/militares) en Islandia, Noruega y Suecia.
Al igual que ha ocurrido con la guerra de aranceles y de seguridad con Donald Trump, se ha reforzado de manera drástica el vínculo con Canadá y Reino Unido, manteniendo la influencia en el norte atlántico.
Europa está más debilitada, pero ha madurado su visión estratégica del Ártico, y ha acelerado (aún mas) la creación de una defensa europea más autónoma de EE.UU.
¿Qué cambia realmente con esta alianza entre EE.UU. y Groenlandia?
La incorporación de Groenlandia a EE.UU. por medios pacíficos y negociados, ha reconfigurado el tablero mundial. El Tío Sam controla directamente una de las piezas clave del futuro energético, tecnológico y marítimo del planeta, lo que ha socavado los planes rusos y chinos para esta región, y también para el ansiado control del Ártico.
Este escenario, aunque hipotético, se torna cada vez más real, porque el Ártico ya no es un territorio lejano, sino un nuevo eje de poder donde el deshielo del hielo eterno ha comenzado a descongelar también el equilibrio global.