La percepción de Estados Unidos sobre sus enemigos ha estado históricamente marcada por mitos y simplificaciones que a menudo distorsionan la realidad de sus relaciones internacionales. En la actualidad, países como Rusia, China, Irán y Corea del Norte son presentados como un bloque homogéneo que amenaza la estabilidad global, una narrativa que recuerda al "eje" de la Segunda Guerra Mundial.
Sin embargo, como argumenta el experto en relaciones internacionales Eugene Rumer para el think tank The Carnegie Endowment for International Peace, las dinámicas entre estos actores son transaccionales y fragmentadas, algo que refleja intereses nacionales divergentes más que una alianza sólida. En este contexto, comprender las diferencias entre los mitos propagados y las realidades geopolíticas resulta esencial para diseñar estrategias diplomáticas efectivas y evitar que errores de percepción agraven las tensiones internacionales.
Qué países son enemigos de EE.UU.
Varios países mantienen relaciones tensas o de abierta hostilidad con Estados Unidos. Rusia, por ejemplo, incluyó a EE. UU. en su lista de "países hostiles" en 2021, lo que se tradujo en la restricción de la actividad de la embajada estadounidense en Moscú. Otra nación que mantiene relaciones particularmente difíciles con el país norteamericano es Irán, que ha articulado una red combativa contra los intereses occidentales a través de su "eje de la Resistencia", que incluye a grupos que se oponen de manera furibunda a la influencia estadounidense en Oriente Medio, como Hizbulá y Hamás.
Corea del Norte también es conocida por su retórica antiestadounidense y su desarrollo de armas nucleares en desafío a las sanciones internacionales. Además, China ha acusado a Estados Unidos de armar a Rusia, lo que refleja las crecientes tensiones entre ambas potencias. Estas dinámicas ilustran la complejidad de las relaciones internacionales y los desafíos que enfrenta la diplomacia estadounidense en diversas regiones del mundo.
Pese a las apariencias, la narrativa del Eje de los Enemigos de EE.UU. está errada
El artículo que ha inspirado este reportaje es "The United States and the 'Axis' of Its Enemies: Myths vs. Reality", escrito por Eugene Rumer, experto en la realidad rusa, europea y asiática, y dedicado a analizar la supuesta alianza entre Rusia, China, Irán y Corea del Norte como un "eje" contrario a los intereses de Estados Unidos. El autor rechaza esta narrativa simplificada y argumenta que, aunque estos países comparten una oposición al poder estadounidense, sus intereses son esencialmente distintos y a menudo contradictorios. Rumer menciona que incluso el "eje original" de la Segunda Guerra Mundial (Alemania, Italia y Japón) no fue tan unido como se suele pensar, y que la situación actual es mucho más estable en comparación con el periodo tumultuoso de los años 30.
Un ejemplo claro de lo ficticio de esta categorización es la relación pragmática entre China y Rusia, que Runner describe como una asociación transaccional más que una alianza ideológica. De acuerdo a la interpretación de este experto, "la asociación 'sin límites' entre Pekín y Moscú tiene límites claros" y está motivada por intereses geográficos y estratégicos complementarios.
Además, subraya que las tensiones de EE.UU. con Corea del Norte e Irán son reales, aunque específicas de sus contextos históricos y geopolíticos. Por ejemplo, las políticas nucleares de Corea del Norte son el resultado de que los norcoreanos, o más concretamente el régimen presidido por Kim Jong-Un, perciben que los Estados Unidos amenazan su existencia y, por este motivo fundamental, han optado por la amenaza nuclear como una herramienta disuasoria para preservar la integridad de un sistema político dictatorial por lo demás siniestro, como ha documentado Amnistía Internacional.
Hablamos de que en Corea del Norte se cometen graves violaciones de derechos humanos, como el uso de la tortura, ejecuciones públicas y detenciones arbitrarias, al tiempo que se registran condiciones inhumanas en cárceles y campos de trabajo. La represión también incluye restricciones extremas a las libertades de expresión, religión y circulación. Eso por no hablar de la crisis alimentaria prolongada que sufre el país, exacerbada por desastres naturales y mala gestión, lo que ha causado malnutrición masiva y millones de muertes, mientras la distribución de ayuda internacional no es equitativa. Además, los ciudadanos norcoreanos devueltos desde China tienen que afrontar interrogatorios, castigos severos y, en algunos casos, ejecuciones, perpetuando así un ciclo de abusos extremos.
En este contexto, la creciente cooperación militar entre Rusia y Corea del Norte, incluida la transferencia de tecnología avanzada y tropas norcoreanas enviadas a Kursk, responde más a necesidades estratégicas puntuales que a una visión compartida. Lo mismo sucede con las relaciones entre Irán y Rusia, reforzadas por la guerra en Siria y el comercio de armas, pero que no forman una alianza sólida debido a divergencias significativas en sus objetivos en Oriente Medio.
Mitos y realidades de la tensa relación entre Estados Unidos y Cuba
Otro de los enemigos habituales de Estados Unidos en los últimos 60 años es Cuba. Lo cierto es que la relación entre la nación caribeña y Estados Unidos ha estado marcada por una serie de mitos que han moldeado la percepción pública sobre este conflicto histórico. Uno de los más extendidos es que la tensión surgió con la alianza de la Revolución Cubana con la Unión Soviética. Sin embargo, las raíces del enfrentamiento se remontan al siglo XVIII, cuando Estados Unidos comenzó a ver a Cuba como una extensión natural de su territorio y buscó dominar la isla. En ese sentido, documentos históricos muestran que esta ambición se mantuvo constante a lo largo de los siglos, hasta el punto de que la doctrina de la "fruta madura" en 1823 es un claro ejemplo de la intención de anexar Cuba bajo su esfera de influencia. Por tanto, el conflicto no se originó con el acercamiento de Cuba a la URSS, sino con el rechazo cubano a someterse a los dictados hegemónicos de Washington.
Otro mito recurrente es que fue el gobierno cubano el que forzó la ruptura diplomática en 1961. En realidad, desde los primeros meses tras la Revolución de 1959, Estados Unidos implementó medidas hostiles, como sabotajes, sanciones económicas y apoyo a grupos contrarrevolucionarios, con el objetivo de desestabilizar al gobierno de Fidel Castro. La decisión de romper relaciones ya estaba tomada desde 1959, mucho antes de que Cuba declarara su carácter socialista o estableciera vínculos significativos con la URSS. Estos hechos desmienten la narrativa de que la radicalización del proceso revolucionario fue la causa principal del deterioro de las relaciones, evidenciando que el conflicto estuvo impulsado por el rechazo estadounidense a aceptar una Cuba independiente de su control.
El eje cubano-venezolano como antagonistas, cuando no enemigos, de EE.UU.
La relación actual entre Cuba y Estados Unidos sigue siendo tensa, marcada por el embargo económico y las acusaciones mutuas de injerencia política. Estados Unidos considera a Cuba un enemigo debido a su sistema político comunista, su alianza histórica con adversarios estadounidenses como la Unión Soviética y, más recientemente, por su apoyo a gobiernos críticos de Washington en América Latina. Venezuela también ha sido catalogada como una amenaza por parte norteamericana, especialmente desde el gobierno de Hugo Chávez y ahora bajo Nicolás Maduro, debido a su retórica antiestadounidense, la expulsión de empresas estadounidenses del sector petrolero, y las acusaciones de violaciones a los derechos humanos.
¿Y hasta qué puntos cooperan entre sí estos denominados "enemigos latinos de Estados Unidos"? La colaboración entre Cuba y Venezuela se ha evidenciado en programas como el intercambio de petróleo venezolano a cambio de ayudas y colaboraciones con el personal médico cubano, lo que ha fortalecido sus lazos. En los últimos años, la retórica de los dirigentes de ambos países ha enfatizado la resistencia al "imperialismo estadounidense", mientras que Washington los acusa de desestabilizar la región y fomentar gobiernos autocráticos. Un ejemplo claro es la denuncia de Estados Unidos sobre la influencia cubana en la seguridad interna venezolana.
Otros mitos que orbitan en torno al imperio estadounidense
Para comprender la complejidad del dominio estadounidense en la esfera internacional, y los diferentes enemigos que sus estrategias geopolíticas han generado y generan, nos ha parecido de especial interés el artículo "Cinco mitos y realidades del imperio estadounidense", elaborado James Petras, activista de los derechos humanos y profesor universitario en Nueva York, en el que este experto desmonta cinco mitos comunes sobre el imperialismo estadounidense.
En el caso del déficit comercial con China, Petras argumenta que una gran parte de este corresponde a exportaciones de multinacionales estadounidenses con sede en China, lo que convierte las cifras en una representación distorsionada. Además, señala que las intervenciones militares no son la principal herramienta del imperio, que ha preferido métodos civiles, como elecciones manipuladas y sobornos, que han posibilitado una mayor eficacia en su expansión.
Por otro lado, Petras rechaza la noción de un bloque asiático cohesionado capaz de desafiar la hegemonía estadounidense, y subraya las divisiones internas y alianzas con EE.UU. Finalmente, destaca cómo la deslocalización de capital y manufactura, producto de la derrota del comunismo, ha debilitado la economía doméstica estadounidense. A pesar de su expansión global, el imperio del tío Sam enfrenta contradicciones internas que amenazan su sostenibilidad, con una base laboral precarizada y una élite desconectada de las necesidades populares, lo que podría acelerar su colapso.
Cómo Estados Unidos se enemistó con Afganistán
En un reportaje sobre el valle afgano de Waygal, Azam Ahmed narra para el New York Times cómo Estados Unidos creó un enemigo de mucha enjundia, actor principal en los atentados terroristas del 11-S, la agresión más grave que los estadounidenses han padecido en su territorio a lo largo de toda su historia.
Los norteamericanos generaron esa enemistad al intentar consolidar su presencia en una región de difícil acceso. Durante años, las tropas estadounidenses y sus aliados locales combatieron no solo la resistencia talibán, sino también las complejidades de un territorio hostil, culturalmente ajeno y con una historia de desconfianza hacia los extranjeros. La estrategia militar incluyó alianzas con figuras locales que más tarde serían abandonadas, alimentando resentimientos y fortaleciendo la narrativa talibán. Este ciclo de promesas incumplidas y violencia erosionó cualquier posibilidad de estabilidad y dejó una estela de aliados traicionados.
El caso es que las tropas estadounidenses, al forjar alianzas temporales con líderes locales, generaron expectativas que más tarde se desmoronaron al retirarse, dejando a sus aliados expuestos y traicionados. La desconfianza histórica hacia los extranjeros se profundizó, reforzando el discurso de los talibanes como defensores de la soberanía afgana, que dio pie a la tragedia del 11 de septiembre de 2001.
La relación actual entre Afganistán y Estados Unidos es compleja y marcada por desconfianza mutua tras la retirada de las tropas estadounidenses en agosto de 2021 y el regreso al poder de los talibanes. Aunque no existe un conflicto militar directo, Afganistán es considerado un foco de preocupación para Estados Unidos debido a la presencia de grupos extremistas como Al Qaeda y el Estado Islámico-Jorasán (ISIS-K), que siguen operando en el país y representando una amenaza para la seguridad global. Además, el régimen talibán ha implementado políticas opresivas y deshumanizadoras contra las mujeres y restringido libertades básicas, lo que ha generado condena internacional, incluida la de Washington. Afganistán sigue siendo visto como un posible refugio para el terrorismo internacional, una de las principales razones por las que Estados Unidos lo percibe como un enemigo potencial y mantiene sanciones económicas y restricciones diplomáticas.
¿Qué política exterior adoptará Donald Trump respecto a los enemigos de EE.UU.?
Todas estas claves sobre los enemigos de Estados Unidos pueden adquirir una relevancia crucial para el mundo en el segundo mandato de Donald Trump, cuya toma de posesión tendrá lugar el 20 de enero de este 2025.
En su próxima presidencia, Trump podría adoptar una política exterior caracterizada por un enfoque más conciliador hacia Rusia, de manera que busque reanudar el diálogo con Vladimir Putin y explorar soluciones negociadas al conflicto en Ucrania. Sin embargo, su postura ambigua respecto al apoyo militar a Ucrania y sus críticas a la OTAN podrían generar tensiones con los aliados europeos, quienes temen una reducción del compromiso estadounidense con la seguridad transatlántica.
¿Y qué pasará con los adversarios de EE.UU. en Asia? Donald Trump podría retomar su enfoque personalista en las relaciones con Corea del Norte, lo que puede traducirse en cumbres directas con Kim Jong-un para negociar la desnuclearización, aunque sin garantías de resultados concretos.
Respecto a la relación con Irán, es probable que continúe su dura postura, lo que se reflejaría en un endurecimiento de las sanciones económicas. Esto haría inviable cualquier posibilidad de retomar el acuerdo nuclear de 2015, lo que podría intensificar las tensiones en Oriente Medio.
En cuanto a China, su estrategia seguiría centrada en la confrontación económica, con una posible escalada de la guerra comercial y restricciones tecnológicas, mientras mantiene un discurso nacionalista que alimenta la rivalidad geopolítica.
En definitiva, su tendencia al proteccionismo económico y al personalismo en las relaciones internacionales podría incrementar la polarización global y afectar la estabilidad de las alianzas tradicionales de Estados Unidos. Estas dinámicas podrían generar un mayor aislamiento de Estados Unidos respecto a sus aliados históricos y aumentar el riesgo de conflictos regionales.
Volviendo al eje vertebrador de este reportaje, Eugene Rumer, experto en política internacional, considera "contraproducente agrupar a los enemigos de EE.UU. como un eje, ya que refuerza su percepción de fortaleza colectiva". Rumer argumenta que los enfoques de Estados Unidos hacia estas naciones deben ser individualizados, teniendo en cuenta sus particularidades culturales, históricas y estratégicas. Por ejemplo, resalta cómo China y Rusia interpretan las críticas estadounidenses como intentos de desestabilizar sus regímenes autoritarios, lo cual alimenta su narrativa antiestadounidense.
El experto propone un enfoque pragmático y pone como ejemplo la negociación nuclear con Irán durante el gobierno de Barack Obama, que priorizó un tema crítico sobre diferencias políticas internas. "Una política única y rígida para adversarios tan diversos", concluye Rumer, "es una receta segura para el fracaso".