Mark Rutte se hizo cargo de la OTAN el pasado martes día 1 de octubre, en el momento más emocionante, pero quizás también más peligroso para la Alianza Atlántica, una organización que se halla relativamente cerca de entrar en guerra con Rusia, pero que también podría tener que involucrarse en una contienda bélica entre Irán e Israel.
El antiguo primer ministro holandés entra en una oficina llena de problemas y desafíos, aunque también en la fase más importante de la historia de la Alianza después de la Guerra Fría. Para empezar, se encuentra con un entorno geopolítico inestable; es obvio que Rutte asume el liderazgo en un momento crítico con la guerra en Ucrania todavía en curso y unas tensiones en aumento con Rusia, a lo que se le suma ahora el creciente conflicto en Oriente Próximo con Irán e Israel con las espadas en alto. Los miembros de la OTAN esperan que Rutte tome decisiones firmes para fortalecer la posición defensiva de la alianza, así como para garantizar un apoyo continuo y efectivo a Ucrania.
Para continuar su presidencia, el holandés se va a encontrar en breve con las elecciones presidenciales de EE.UU., y por ende con la posibilidad de una nueva presidencia de Donald Trump, que representa todo un desafío existencial para la OTAN. Trump ha sido crítico con la organización y ha amenazado con reducir su apoyo (o directamente retirarlo). Rutte deberá estar preparado para manejar el impacto que un cambio en la Administración estadounidense podría tener sobre la cohesión y el futuro de la alianza.
También chocará Rutte con el desafío del aumento del gasto en Defensa de Europa. El cumplimiento del objetivo del 2% del PIB para el gasto en defensa sigue siendo una prioridad, pero muchos países europeos no lo cumplen aún y Donald Trump está al acecho…. Rutte, cuyo país ha sido históricamente rezagado en esta área, debe presionar para un mayor gasto de defensa en toda Europa y demostrar su propio compromiso para ser tomado en serio.
Frágil unidad
Por otro lado, Rutte se topa con una numerosa Alianza Atlántica (32 miembros) y deberá de cuidar mucho la gestión de las diferencias entre aliados. La unidad dentro de la OTAN es frágil, con diferentes visiones sobre la estrategia militar en Ucrania, el uso de armas avanzadas y la expansión de la OTAN. Rutte deberá equilibrar los intereses de todos los miembros, especialmente de los países del Este de Europa, que están en la primera línea de amenaza de Rusia, y de las potencias más grandes como EE.UU. y Alemania.
Y por último, pero no menos importante, lidiar con la adaptación a nuevas amenazas y áreas de enfoque. La OTAN también está redefiniendo sus prioridades, con un enfoque cada vez mayor en la región del Indo-Pacífico y en cómo contrarrestar la influencia de China. Rutte tendrá que navegar esta evolución estratégica, asegurando que la OTAN siga siendo relevante para EE.UU. (que es quien paga…) y esté preparada para abordar amenazas en múltiples frentes. También, con una posible guerra total entre Irán e Israel, la OTAN podría verse involucrada en este conflicto.
Implicación de Turquía y aplicación del artículo 5
Una guerra total entre Irán e Israel podría tener un impacto significativo en la OTAN y, aunque Israel no es miembro de la alianza, hay varios factores que podrían implicar la intervención o una respuesta de la organización. Estados Unidos y otros miembros de la OTAN ya están ayudando a Tel-Aviv en su lucha contra Hamás, Hezbolá, hutíes e Irán.
Un conflicto a gran escala entre Irán e Israel podría involucrar a Turquía, un miembro de la OTAN, debido a su proximidad geográfica y su posición estratégica en la región. El artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte establece que un ataque contra un miembro de la alianza puede ser considerado como un ataque contra todos los miembros si ocurre en su territorio, fuerzas, aviones o embarcaciones en ciertas áreas designadas, como el Mediterráneo o el Norte del Atlántico. Si Irán lanza misiles o realiza ataques que afecten a Turquía, la OTAN podría verse obligada a responder para defender a uno de sus miembros, invocando este artículo.
Repercusiones en la seguridad del flanco oriental y del Mediterráneo
La OTAN ya ha reforzado de manera importante su presencia en Europa del Este y en la región del Mediterráneo oriental debido a la agresión rusa en Ucrania. Un conflicto adicional en Oriente Medio, especialmente si se extiende hacia países de la OTAN como Turquía o afecta la navegación en el Mediterráneo, podría forzar a la alianza a redistribuir recursos y desplegar fuerzas adicionales en la región.
Israel no pertenece a la OTAN, pero es un socio estratégico y la cooperación en defensa es estrecha, especialmente en inteligencia y defensa aérea. La OTAN (EE.UU.) podría sentirse obligada a actuar en apoyo de sus socios estratégicos en la región si la estabilidad del Medio Oriente se ve gravemente amenazada. Esto podría incluir el despliegue de sistemas de defensa antimisiles adicionales o la presencia de fuerzas navales para asegurar rutas marítimas clave.
Riesgo de escalada nuclear
Un conflicto entre Irán e Israel siempre plantea el riesgo de una escalada nuclear, dado el potencial de Irán de desarrollar armas nucleares y la posesión confirmada de Israel de este tipo de armamento. La OTAN, con su política de disuasión nuclear y su papel en la no proliferación, podría verse obligada a intervenir diplomáticamente o incluso militarmente para evitar una escalada nuclear que amenace la seguridad global. También habría que ver qué postura adoptarían Rusia y China con respecto a ayudar o no a Irán.
La OTAN dispone de decenas de miles de tropas listas para el combate en el flanco oriental europeo, en comparación con pocas o ninguna hace tan solo una década. Y 23 de los 32 miembros cumplen con el objetivo de gastar al menos el 2% del PIB en defensa, en comparación con solo tres hace una década, pero es verdad que la Alianza Atlántica está actualmente enfocada (y se creó) para contener la amenaza rusa en Europa y no está estructuralmente preparada para abrir un nuevo frente en Oriente Medio. Un conflicto prolongado entre Irán e Israel podría requerir que la OTAN reasigne tropas y recursos que actualmente están desplegados en Europa oriental. Esto podría debilitar la postura de defensa de la alianza frente a Rusia y otras amenazas, especialmente si se extiende a países como Siria o Irak, donde la OTAN también tiene intereses estratégicos.
Posible ajuste estratégico
La OTAN no estaría obligada a intervenir directamente en un conflicto Irán-Israel a menos que algún miembro, como Turquía, fuera atacado directamente. Sin embargo, podría verse arrastrada a la crisis debido a la proximidad geográfica, la amenaza a sus aliados estratégicos y el potencial de escalada nuclear, lo cual haría inevitable un reposicionamiento de sus fuerzas y un ajuste en su estrategia regional.
Si además de tener que aumentar actualmente su ayuda a Ucrania (y arriesgarse a cruzar las líneas rojas nucleares rusas) que se encuentra en plena guerra, involucrarse más para contrarrestar las ambiciones e influencia de China en el Indo-Pacifico, la OTAN se viera involucrada en una guerra entre Irán e Israel, la Alianza Atlántica dejaría de ser una alianza cuyo objetivo principal es parar el ansia imperialista ruso sobre Europa, para convertirse en una verdadera alianza político-militar occidental que lucharía básicamente contra el bloque antagonista de Estados Unidos, es decir, contra Rusia-Irán-Corea del Norte-Venezuela-China.