Las últimas declaraciones del próximo presidente estadounidense, Donald Trump, han puesto en guardia -no nos terminamos de acostumbrar- a la geopolítica internacional. Y es que el pasado martes, en rueda de prensa, el magnate estadounidense no descartó el uso de la fuerza militar para tomar el canal de Panamá y Groenlandia, y también sugirió que tenía la intención de utilizar la “fuerza económica” para hacer que Canadá forme parte de Estados Unidos.
En el caso de la antigua colonia danesa -lo fue hasta 1953, pero ahora es un territorio autónomo de Dinamarca y en 2009 logró el derecho a reclamar la independencia a través de un referéndum- se da la circunstancia de que se trata de un enclave estratégico para Estados Unidos al ser este el trayecto más corto para un posible ataque ruso a sus fronteras. De hecho, el gigante norteamericano tiene allí desde 1941 la base espacial de Pituffik (antigua base de Thule) para proporcionar sistemas críticos de alerta temprana y vigilar la actividad rusa. Otras bases fueron abandonadas en la década de 1970, pero con el deshielo en torno a Groenlandia, la posibilidad de que se abran nuevas rutas comerciales ha transformado la importancia del Ártico.
Cabe destacar que esta idea que ha puesto el próximo presidente estadounidense sobre la página de actualidad no solo desafía la diplomacia contemporánea, sino también pone en jaque los principios fundamentales de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, de la que tanto EE.UU. como Dinamarca son miembros clave.
Esta idea plantea interrogantes sobre las implicaciones geopolíticas, económicas y estratégicas de una eventual guerra entre aliados.
El Interés de EE.UU. en Groenlandia
Groenlandia, una isla autónoma bajo soberanía danesa, es mucho más que un vasto territorio cubierto de hielo. Posee recursos naturales significativos, incluidos minerales raros, petróleo y gas. Además, su ubicación geoestratégica en el Ártico la convierte en un punto clave para el control de rutas navales y militares. El calentamiento global ha reducido el hielo marino, abriendo nuevas rutas comerciales y facilitando el acceso a estos recursos.
Trump ya había expresado su interés en adquirir Groenlandia en 2019, lo que Dinamarca consideró una propuesta absurda. Sin embargo, la idea ha resurgido con mayor fuerza y ahora incluye una amenaza implícita de acción militar. Esto no solo viola los principios del derecho internacional, sino que también pone en entredicho la relación entre aliados de la OTAN.
¿Se avecina conflicto interno en la OTAN?
La OTAN es una alianza defensiva que opera bajo el principio de seguridad colectiva. Su artículo 5 establece que un ataque contra uno de sus miembros se considerará un ataque contra todos.
Sin embargo, no hay precedentes ni mecanismos claros para gestionar un conflicto entre dos países miembros. Si EE.UU. decidiera invadir Groenlandia, Dinamarca podría invocar el artículo 5, lo que obligaría a otros miembros a posicionarse.
Este escenario podría fracturar la alianza. Algunos países europeos, como Alemania y Francia, ya han mostrado su preocupación por las acciones unilaterales de EE.UU. bajo el liderazgo de Trump. Una guerra entre miembros pondría en peligro la credibilidad de la OTAN y podría llevar a su desintegración.
Implicaciones geopolíticas
Un conflicto por Groenlandia también tendría consecuencias más allá de la OTAN. Rusia y China han mostrado un creciente interés en el Ártico, invirtiendo en infraestructura y reclamando derechos sobre partes de la región. Una acción militar de EE.UU. podría desencadenar una reacción de estas potencias, escalando el conflicto a nivel global.
Rusia, por ejemplo, ha advertido que considera el Ártico como una zona de interés nacional. Si EE.UU. intentara anexar Groenlandia por la fuerza, Moscú podría fortalecer su presencia militar en la región, intensificando la carrera armamentista ártica.
China, aunque no tiene fronteras árticas, también ha invertido en Groenlandia, particularmente en proyectos mineros, y podría utilizar su influencia económica para contrarrestar a EE.UU.
¿Qué repercusiones económicas tendría?
El coste de una guerra entre EE.UU. y Dinamarca sería exorbitante, tanto en términos humanos como económicos. Groenlandia no solo es valiosa por sus recursos naturales, sino también porque representa una puerta de entrada al control del Ártico. Sin embargo, explotar estos recursos también implica grandes desafíos debido a las condiciones climáticas extremas y los altos costes de infraestructura.
Además, una guerra podría desestabilizar la economía global, afectando mercados energéticos y comerciales. La interrupción de rutas árticas emergentes podría impactar el comercio internacional, mientras que las sanciones económicas contra EE.UU. o Dinamarca podrían exacerbar la recesión global.
El papel de la diplomacia internacional
La acción militar propuesta por Trump también desafía los principios del derecho internacional. La Carta de las Naciones Unidas prohíbe el uso de la fuerza para adquirir territorio. Una invasión de Groenlandia podría desencadenar una condena generalizada, aislando a EE.UU. en el escenario diplomático.
Dinamarca, por su parte, cuenta con el respaldo de la Unión Europea y otros aliados internacionales. Una acción militar podría fortalecer las relaciones entre Europa y otros actores globales, dejando a EE.UU. en una posición de aislamiento.
En lugar de recurrir a la fuerza, EE.UU. podría buscar alternativas diplomáticas para ampliar su influencia en Groenlandia. Esto podría incluir acuerdos comerciales, inversiones en infraestructura o colaboraciones científicas. Estas acciones no solo serían más efectivas, sino que también respetarían la soberanía de Dinamarca y fortalecerían las relaciones bilaterales.
La propuesta de Donald Trump de utilizar la fuerza militar para anexar Groenlandia plantea un escenario distópico lleno de riesgos geopolíticos, económicos y diplomáticos. Un conflicto de este tipo podría fracturar la OTAN, desestabilizar el Ártico y aislar a EE.UU. en el panorama internacional.
Groenlandia es sin duda una pieza clave en la lucha por el control del Ártico y sus recursos, pero intentar tomarla por la fuerza es una estrategia que amenaza con desencadenar una crisis global. La única vía sostenible y justa es a través del diálogo y la cooperación internacional, principios que deberían prevalecer en un mundo cada vez más interconectado.