Tan solo hace unos días, Rusia se apoderó de más territorio en la guerra con Ucrania que en cualquier otro momento de 2024. Muy olvidados por la actual confrontación entre Israel e Irán, Ucrania pasa uno de sus momentos más agónicos desde que comenzó el conflicto con Moscú. El “Plan de la Victoria” de Zelenski no ha sido acogido como se esperaba entre los aliados y la estrategia de invadir la región rusa de Kursk se ha vuelto tácticamente en su contra. Si la situación continua así en el campo de batalla, Kiev podría caer en algún momento del 2025.
En los últimos meses, las tropas rusas han logrado un avance notable (y continuo) en el Este de Ucrania, ganando bastante terreno, y todo ello a pesar de estar sufriendo pérdidas considerables. Desde el 6 de agosto, la Federación Rusa ha capturado 1.146 kilómetros cuadrados en Ucrania, aproximadamente un 25% más que en los primeros siete meses del año. Durante la última semana, el ejército ruso también ha avanzado 200 kilómetros cuadrados.
A todas estas malas noticias para Kiev hay que sumarles que las tropas ucranianas están perdiendo gradualmente terreno en la región rusa de Kursk, porque Moscú está presionando en esa zona. Recordemos que todos estos hechos (negativos para Ucrania) se están produciendo mientras el propio Zelenski está promocionando su “plan para la victoria”, el cual se basa principalmente en la invitación a Ucrania a unirse a la OTAN; el refuerzo de la defensa ucraniana contra el ejército ruso, lo que incluye obtener el permiso de los aliados para utilizar sus armas de largo alcance en territorio del país vecino y proseguir las operaciones militares de Ucrania en territorio ruso para evitar la creación de "zonas de amortiguación" en Ucrania; la contención de Rusia mediante el despliegue en suelo ucraniano de un paquete de disuasión estratégica no nuclear; la protección conjunta de EE.UU. y la Unión Europea de los recursos naturales fundamentales de Ucrania y uso conjunto de su potencial económico, y finalmente, solo para la fase de posguerra, la sustitución de algunas tropas estadounidenses estacionadas en Europa por tropas ucranianas.
El plan no ha sido totalmente apoyado por Occidente, y en especial por Estados Unidos, lo que dificulta su implantación definitiva, o al menos lo suficiente para contrarrestar las ganancias actuales rusas.
El gran problema de Ucrania: la escasez de soldados
Los soldados ucranianos (y mercenarios) son pocos, y los que quedan están cansados, situación a la que hay que sumar que el gigante ruso no tiene problemas en mandar “carne de cañón” al frente, ni filtra a la hora de reclutar presidiarios o mercenarios de Wagner, paga mejor (y si mueren compensan a sus familiares).
Además ahora se ha producido el envío de tropas norcoreanas a Kursk para luchar contra Kiev, lo que hace que la diferencia de recursos humanos, que estaba clara desde el principio, se haga mucho mayor y mucho más importante al haberse convertido este conflicto en una guerra de desgaste.
Aunque Rusia haya podido tener alrededor de 615.000 bajas según fuentes norteamericanas, y que Ucrania haya podido perder “solo” la mitad de esa cifra, las cuentas siguen sin salir, y es que la población de Ucrania es prácticamente la cuarta parte de la rusa.
Así que Kiev ha tenido que dejar de ser tan políticamente correcto y ha cambiado los requerimientos y exenciones para el servicio militar obligatorio en el país, por lo que el Ministerio de Defensa señaló que alrededor de 500.000 hombres son elegibles para el servicio bajo los nuevos criterios ampliados este año. Aun así, el frente de combate es demasiado largo (y ahora le sumamos la región rusa de Kursk, que fue más un acto de marketing que una operación militar inteligente) y la aparición de la fatiga de combate y la desmoralización de las tropas es inevitable, sumándose a las continuas bajas de soldados experimentados en combate.
Restricciones de Occidente a la victoria ucraniana
Desde el minuto uno del inicio de la guerra, Estados Unidos y sus socios europeos han temido traspasar alguna de las autodenominadas “líneas rojas” que pudiera enfadar a Moscú y convertir este conflicto en la 3ª guerra mundial, o aun peor, en un conflicto nuclear.
A pesar de la millonaria ayuda de los aliados a Kiev, y los complejos y caros sistemas de armamentos que se han enviado al frente oriental ucraniano, Zelenski se ha enfrentado a restricciones sustanciales sobre cómo pueden ser utilizados estos equipos militares. Quizás la restricción aliada a Kiev y la que más daño estaría haciendo es el uso de sus sistemas de armas para ataques en suelo ruso, quitando la profundidad necesaria a Ucrania para hacer daño al Kremlin. Con estas limitaciones se podría estar limitando la interrupción de las líneas de suministro, aeródromos y estructuras de mando que han sustentado los recientes éxitos rusos en el campo de batalla.
Levantar estas restricciones de utilización sobre el armamento occidental seria quizás la forma más inmediata de fortalecer las capacidades militares de Ucrania y detener la actual sangría rusa. Permitir a Ucrania atacar objetivos militares críticos dentro del territorio ruso podría interrumpir las líneas de suministro, aeródromos y centros de mando rusos, forzando a Moscú a redistribuir sus fuerzas en defensa y reducir los ataques a infraestructura crítica ucraniana. Esto podría cambiar la dinámica del campo de batalla a favor de Ucrania y aumentar la presión sobre el Kremlin.
Desde luego la guerra en Ucrania ha entrado en una fase crítica. La incorporación de tropas extranjeras en apoyo a Rusia, junto con la vacilación de Occidente en proporcionar apoyo sin restricciones, ha inclinado la balanza a favor de Moscú, al menos por el momento. Quizás es que todo el panorama mundial se ha congelado a la espera del resultado de las elecciones que se acaban de celebrar en Estados Unidos, y en las cuales, la ya confirmada victoria de Donald Trump puede cambiar toda la estrategia seguida por OTAN y Ucrania hasta ahora, o incluso podría parar la guerra.
Sin cambios importantes en el enfoque estratégico, el panorama para Kiev es cada vez más sombrío una vez confirmado el resultado de las elecciones norteamericanas.