“De la caída del Muro a la invasión de Ucrania” es un ensayo que repasa la evolución del mundo en las tres últimas décadas vistas por un protagonista de excepción. Observador directo, cuando no partícipe, de los hechos, el autor, Javier Solana, describe su libro como “muy personal”. Distinguido con el premio Espasa 2023, confía en haber sido capaz de transmitir la magnitud y la aceleración de los cambios vividos, como europeos y a nivel global. El jurado lo calificó como “fundamental para comprender los acontecimientos decisivos de la historia reciente”.
Solana (Madrid, 1942) pertenece a la generación a la que debemos nuestra transición a la democracia. No le gusta la actual bipolarización española, que cree producto de la global. De su fórmula basada en la cooperación hemos pasado a la confrontación; es el español más importante en la escena global de esos treinta años y relata lo hecho y vivido durante ese largo periodo.
Es esta una obra analítica jalonada por anécdotas, como su relación personal con Yevgueni Primakov, ministro de Exteriores de Boris Yeltsin, recuerdos que contribuyen a la comprensión del desarrollo de los acaecimientos y dan viveza a la narración.
Doctor en Física y formado en EE.UU., Solana llegó a España en los últimos años del franquismo. Su mentalidad científica siempre le ha acompañado, aplica principios y reglas a la difusa línea de la diplomacia.
Elegido por primera vez diputado en 1977, tras el triunfo socialista en las generales de 1982 pasó a formar parte del Ejecutivo de Felipe González. Ministro de Cultura (1982-88), portavoz del Gobierno (1985-88), titular de Educación y Ciencia (1988-1992) y de Asuntos Exteriores (1992-95). Luego vinieron los cargos que hicieron de él un personaje de relevancia mundial.
Comienza con la caída del muro de Berlín, la disolución de la URSS, la primera guerra de Irak. Solana fue asimismo testigo de la guerra de los Balcanes. Los protagonistas de entonces; George H. W. Bush, James Baker, Bill Clinton, Yeltsin...
Lúcido, explica el significado de la importancia de lo sucedido entonces: no solo la ampliación de la Alianza al Este. También, hechos y conceptos quizá menos presentes: así la desnuclearización de Ucrania en 1994 o la importancia para Rusia del principio de profundidad territorial para la seguridad.
De finales de 1995 a 1999 fue secretario general de la OTAN. Llegó a la sede de la organización en Bruselas pocos días después de los acuerdos de Dayton sobre Bosnia. Refiere su primer encuentro con Primakov en 1996, su visita a Dnipró en Ucrania, la negociación y firma del Acta Fundacional de relaciones entre la OTAN y Rusia de 1997 o el 50 aniversario de la OTAN en 1999.
Entre 1999 y 2009 fue el segundo Alto Representante de la Unión Europea para la Política Exterior y de Seguridad Común (PESC). Sin duda, su cargo más importante. Las responsabilidades del puesto no estaban estrictamente trazadas. “A veces las descripciones exhaustivas de los cargos institucionales dificultan más que ayudan”. Una de las muchas frases perspicaces del libro.
En reconocimiento a su contribución a la integración y a la paz fue galardonado en 2007 con el Premio Carlomagno.
Durante esos diez años influyó en Oriente Próximo y posibilitó con Barack Obama el pacto antinuclear con Irán que Donald Trump deshizo nada más llegar. Impulsó la ampliación de la UE y desempeñó un papel fundamental con Rusia en relación directa con Vladímir Putin mientras lidiaba con los presidentes estadounidenses.
En este siglo el terrorismo se ha convertido en una amenaza global. Si bien los atentados del 11-S llevaron a una ola de solidaridad internacional, EEUU no se curó de esa herida. “Cuando la política exterior de un país se deja arrastrar por corrientes emotivas, la diplomacia queda relegada a segundo plano”.
Y la invasión de Irak de 2003 “demostró que el unilateralismo era un método inviable para construir un orden de seguridad internacional”. No obstante, enfatizar diferencias de forma simplista amén de injusto condena a europeos y americanos a un fatalismo improductivo.
Nos describe la reacción de Condoleezza Rice, secretaria de Estado de EEUU, cuando el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero decidió retirar las tropas de Irak.
Expone que “Moscú considera la seguridad en términos geopolíticos, de suma cero”. La seguridad de uno va en detrimento de la de otros. Y recuerda que en el drama de Siria la comunidad internacional quedó paralizada. Rusia vetó doce resoluciones; China bloqueó seis.
En lo referido a Ucrania considera que puede afirmarse que la renuncia de Viktor Yanukóvich a firmar el Acuerdo de Asociación en 2013 fue el detonante de la actual guerra ruso-ucraniana.
En el capítulo “La peor presidencia americana” sostiene que, si bien Donald Trump no empezó ninguna guerra, sí “creó nuevas grietas y ensanchó otras que llevaban tiempo gestándose”. De igual modo las instituciones internacionales fueron víctimas de sus excesos y pasó por alto la preocupante deriva de Putin. Durante la pandemia, el magnate abrazó el “nacionalismo de las vacunas” aunque reconoce que ese fue más bien un error colectivo de una comunidad internacional que no estuvo a la altura. En el contexto norteamericano, Solana alude al presagio de Abraham Lincoln de 1838: “de producirse el ocaso de EEUU no será consecuencia de una amenaza externa, sino de disfunciones internas”.
Identifica la rivalidad de Washington y Pekín como el mayor escollo geopolítico en las próximas décadas. Es la conocida “Trampa de Tucídides” consistente en el alto riesgo de confrontación cuando una potencia emergente amenaza con desbancar a una establecida. Solo un dato: la China de Xi Jinping se ha convertido en el principal productor de materias críticas y es líder en la fabricación y exportación de productos vinculados a las energías renovables. Está a la vanguardia en áreas estratégicas como inteligencia artificial, defensa y espacial. Compite con Washington en los sectores comercial, militar y tecnológico. China no abandera un modelo distinto ‘al’ capitalismo sino un modelo distinto ‘de’ capitalismo.
Respecto a la agresión contra Kiev, la irracionalidad de Putin alertó a los europeos de los riesgos que conlleva la excesiva dependencia de actores externos para su seguridad, tanto económica como militar. Celebra la unidad de Europa mas reconoce que para la mayor parte del mundo la guerra de Ucrania implica una mayor escasez de alimentos y un aumento de los precios de la energía. El Sur Global ven con indiferencia, incluso recelo, las duras medidas de Occidente. Así de los cuarenta países que han impuesto sanciones solo tres son asiáticos (Japón, Corea del Sur y Singapur). Ningún estado africano o latinoamericano.
Ve difícil una paz justa y duradera en el corto plazo, y sabe que no es bueno definir la paz en términos idealistas. Antes que una situación ‘de iure’, la paz es una situación ‘de facto’. O sea, lograr un alto fuego para empezar a negociar.
Además de describir eventos pasados, también aporta reflexiones personales relativas al futuro internacional. ¿Cómo abordar las relaciones entre Occidente y Rusia? ¿Cómo evitar una confrontación entre China y EEUU? ¿Qué papel debe desempeñar Europa? ¿A qué desafíos se enfrenta el vínculo transatlántico y cómo gestionarlos? ¿Qué responsabilidades tiene el Norte hacia el Sur Global?
Español y por ello profundamente europeísta, Solana enumera los asuntos que marcarán la agenda en las próximas décadas. Anima al bloque “a gastar mejor y de manera conjunta” en Defensa; lo importante en el gasto militar no es el cuánto, sino el cómo.
Recalca que “rechazar la interdependencia no solo es la antítesis del proyecto europeo, sino que es incompatible con el multilateralismo y la resolución de problemas globales”.
Subraya que los grandes problemas son globales. El agua, las pandemias, el cambio climático, el dinero… Considera que habría que establecer un acuerdo en torno a eso, coordinar estructuras globales. La UE lo hizo. Sin embargo, puede y debe hacer más. En lo que se refiere al problema de migración y asilo lo define como paradigmático: según datos de la OIM entre 2014 y 2022 murieron un total de veintinueve mil personas en el Mediterráneo.
Y también considera que los bienes públicos han de gobernarse con esa perspectiva. Hay cosas que se gestionan de esa manera muy ejemplar, como es el caso del espacio aéreo, pero eso no se hizo en la energía o la sanidad.
Motivo de preocupación es la carrera tecnológica. Solo hay dos empresas europeas entre las veinte primeras del mundo. La holandesa ASML y la alemana SAP. Europa no puede permitirse quedar rezagada.
Con todo, destacan tres notas positivas sobre el papel de la UE. Es el bloque comercial más grande, si tenemos en cuenta que es el mayor importador y exportador de bienes y servicios. En términos de PIB es la tercera economía. Y el mayor donante de cooperación al desarrollo y ayuda humanitaria. Hace vente años, la Unión puso en marcha su primera operación militar. Hoy tiene veintiuna misiones civiles y militares.
En un mundo cada vez más multipolar e interconectado se pueden tejer sinergias. Así en la transición ecológica y energética. Latinoamérica, con el 40% de la biodiversidad, 30% de las reservas de agua dulce y 25% de la masa forestal, constituye una pieza clave. Tanto en esta relación como con la de África el papel de España es clave.
El libro nos ofrece un retrato esclarecedor y sugerente de todas estas cuestiones.