Dentro del sano ejercicio de acceder al conocimiento de forma objetiva y respetuosa el perfil psicológico de personajes de nuestra actualidad, abordaré el perfil personal de Carles Puigdemont, persona a la que no me une ningún tipo de contacto, ni profesional ni personal, lo que me permite abordar su perfil objetivamente según nuestro modelo de personalidad DISC y con una metodología basada en la observación y análisis documental.
A falta de poder usar pruebas psicotécnicas, solamente se recopila documentación escrita, visual, declaraciones y toda información que el sujeto va difundiendo sobre sí mismo. El observador, acumula, analiza y sintetizar estos datos, hasta construir un perfil probable y riguroso sobre el sujeto objeto de estudio.
A los efectos de este análisis, Carles Puigdemont es un político catalán e independentista, sobradamente conocido por su beligerancia activa en defensa de la creación de un Estado catalán independiente, y en especial, por su hispanofobia sin límites contra todo lo español. Esta peculiaridad no se cuestiona en nuestro análisis, es simplemente un dato más a considerar. Por razones obvias, prescindimos de realizar un análisis biográfico, ni evaluar sus ideas, creencias, valores o ideario político. Tampoco se evaluarán su inteligencia, actitudes ni aptitudes.
El resultado de nuestro estudio nos sugiere que según el constructo DISC, que el perfil probable de Puigdemont responde, al estilo IS/DC. Es decir, alta I(Influencia); alta S (Paciencia); baja D (Dominancia) y baja C (Perfeccionismo). En el esquema siguiente se ofrece una explicación visual, gráfica y descriptiva mediante adjetivos:
Con carácter general, su personalidad quedaría definida por el sumatorio de los cerca de ochenta descriptores contenidos en los cuatro bloques de adjetivos, de los que aproximadamente el 80%, serían aplicables a esta persona, con las intensidades reflejadas en el gráfico. No podemos olvidar que la biografía, aprendizajes y la combinación de los cuatro factores matizan los descriptores generalistas de los cuatro bloques iniciales.
Desde una descripción funcional y resumida, Puigdemont podría definirse como una persona extrovertida, agradable, de atención concentrada, muy testaruda y con baja adhesión a reglas y normas. No es especialmente dominante, cae bien e inspira confianza, a pesar de ser heterodoxa con las reglas. Puede ser dubitativo o excesivamente reflexivo consecuencia de sus bajas D y C, ambas con el mismo grado de intensidad. Soporta bien la rutina y las tareas sedentarias. En el contacto interpersonal es agradable y moviliza emociones positivas.
Su motivador básico sería el reconocimiento personal, profesional o político, así como la búsqueda de la seguridad y continuidad de su estatus social o político, aunque aspire a una legítima promoción social. Su temor principal es el rechazo social y el cambio, si éste no le devuelve más prestigio y sobre todo la inseguridad, una clara explicación de por qué huyo después de su declaración de independencia. Por todo lo anterior, esta persona tiene un perfil muy idóneo para realizar tareas comerciales, de consultoría, formador, comunicador, fidelizador de clientes, tratamiento de quejas y trabajos frente al público.
Si nos sumergimos en cómo su personalidad se proyecta en el mundo de la política, esta persona presentaría las siguientes características singulares:
Liderazgo
Lo que primero destaca es su expresión facial, con un rictus chistoso y aspecto frívolo, carente de fuerza seductora o de carisma arrebatador, aproximándose más al rostro de un cómico que al de un líder emancipador. No obstante, es motivador, organizador y movilizador de emociones positivas. A resaltar su optimismo y positividad. Busca el reconocimiento social sobre todas las cosas, y será capaz de saltarse normas, reglas y legalidades por obtener el reconocimiento de su gente, incluido el martirologio político, con el fin de pasar a la historia. En estos momentos exhibe un espíritu mesiánico, rasgos ególatras y alta autoestima. Peo no puede presumir como líder ejemplar al huir de España en un maletero, además de exhibir una actitud poco valiente a la hora de afrontar las consecuencias de su golpe fallido, lo que marcó los límites de su liderazgo.
Controlado por los refuerzos externos
Depende más de la motivación externa que de su propia motivación interna. Esto hace que sea un perfecto juguete del entorno, más de lo que muchos analistas puedan pensar. Es un comunicador huero, que toma sus contenidos y su energía movilizadora, de los elogios prestado por agentes externos, que, a cambio, controlan su destino. Depende del aplauso del soberanismo de cuyos apoyos vive, carga sus baterías, pero le mantiene hipotecado. Le sostiene el refuerzo emocional y social que le presta el independentismo, que, a cambio de su apoyo, le controla descaradamente. Ignora las críticas de otros catalanes de ideología antagónica.
La belleza del martirologio mesiánico
Vive inmerso en un mesianismo visionario y quiere pasar a la historia como un héroe del secesionismo, un mesías redentor de la supuesta esclavitud de la nación catalana. Necesita arder en la pira del sacrificio ritual soberanista para sentir el éxtasis narcisista de ser el principal héroe del antiespañolismo. Se sostiene amparado por la cobertura emocional de quienes la jalean y sobre la ceguera de su delirio doctrinal racista y supremacista. Pero su perfil personal le aleja, y mucho, del líder y héroe que se esperaría de alguien que quiere ser un ejemplo de mártir de la causa independentista por su forma poco airosa de asumir riesgos.
Testarudo más que dominante
No es dominante ni determinado, sino que compensa con testarudez su falta de determinación. Los dominantes se enfrentan con energía a sus adversarios, son decididos, pelean y son valerosos. Los testarudos son cabezones, esquivos, indirectos y obstinados, resisten pasivamente. Su energía procede de su autoestima mesiánica y su testarudez. El sacrificio derivado de su comportamiento al margen de la legalidad, lo compensa por el reconocimiento de sus seguidores secesionistas. Psicológicamente le compensa y aunque le saliesen bien sus planes, seguiría siendo un personaje voluble, lábil e incluso cuestionado por parte de los suyos.
Las normas son secundarias
No es confiable a la hora de cumplir sus promesas Las reglas, cuando se convierten en un obstáculo para obtener su alimento emocional, son ignoradas, ya que su referente es satisfacer a su gran controlador: el soberanismo. A partir de este momento, se guía por su criterio peculiar de lo legal, asociándolo a la utilidad política y social de sus objetivos. Es arbitrario y negacionista con la legalidad española; pragmático, si le viene bien, la acepta y sino, se la salta. Aporta un exceso de frivolidad en la utilización de sus lealtades y si se tercia, competirá con otros grupos afines por acumular más prestigio y reconocimiento social. Hay mucho delirio doctrinal en la escala de valores que el antiespañolismo secesionista ha introducido en su mundo.
Conclusiones
No se pude decir que Carles Puigdemont sea un líder modélico, ni desde la teoría psicosociológica ni en la práctica política. Tiene poco, o muy poco, de heroico o admirable. Pero en cambio, sí se le puede considerar como un líder resistente, testarudo o si se prefiere, resiliente. Es un líder oportunista más que un líder conquistador. No consigue las cosas por su capacidad combativa, sino que sabe sacar ventajas pasivamente de los factores de contexto sentado en su sillón de Austerlitz. Estamos ante un ejemplo de liderazgo desde la ausencia.
No obstante, en la política nacional, a partir del precio desorbitado que pone de sus votos, y la ambiciosa sed de poder de un presidente de gobierno necesitado y sin escrúpulos, Puigdemont podría obtener negociando en el momento oportuno, lo que no sería capaz de ganar luchando o combatiendo en el campo político español. En la política regional, los éxitos de Puigdemont siguen el mismo patrón: combate a distancia, incruento, telemático o virtual, de estrategias y tácticas oportunistas contra sus adversarios. Sus seguidores participan de esta pasividad forzosa como su líder, que agazapado espera el desgaste de sus contrincantes para cobrarse su presa, sentado en su despacho en el exterior.
Prestemos atención a este líder voluble e inconsistente, ultra adoctrinado, sin apego a reglas, normas o promesas, porque su entrega al oportunismo situacional hace que, sus posibles éxitos sean tan impredecibles como sus potenciales fracasos.