• Home /

  • Sociedad /

  • Una investigación revela que el odio contra los medios de comunicación está coordinado

Una investigación revela que el odio contra los medios de comunicación está coordinado

El estudio ha detectado que este tipo de mensajes son diseminados a través de granjas de bots situadas en Filipinas, Rusia y Venezuela.

Pedro Fernaud

Periodista

Guardar

Los discursos de odio buscan manipular a la opinión pública.
Los discursos de odio buscan manipular a la opinión pública.

El odio hacia los medios de comunicación en redes sociales no es fruto de la casualidad, sino de estrategias coordinadas que buscan debilitar la confianza en estos actores clave de la democracia. Así lo señala un estudio de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), elaborado en coordinación con otras siete universidades españolas, que analizó más de nueve millones de mensajes en plataformas como X (antes Twitter) y Facebook entre 2021 y 2022. Los resultados son alarmantes: más del 56% de los mensajes que se escrutaron durante este periodo contienen expresiones de odio.

¿Y quiénes son los destinatarios de esas dosis de aversión? Principalmente los colectivos vulnerables: por ejemplo, inmigrantes (destinatarios, en muchos casos, de discursos vejatorios de corte racista) o que atentan contra los derechos, la integridad y la reputación de las personas pertenecientes al Colectivo LGTBIQ+, de las mujeres, así como de las personas que profesan la religión musulmana.

Estas dinámicas evidencian una tendencia más que preocupante: el uso de la desinformación y el odio como herramientas para manipular a la opinión pública y debilitar la confianza en las instituciones periodísticas, pilares fundamentales de cualquier democracia. La investigación señala que la mayoría de estos ataques no son espontáneos, sino que responden a estrategias cuidadosamente coordinadas por grupos políticos e ideológicos con el apoyo de granjas de bots ubicadas en países como Filipinas, Rusia y Venezuela (que por cierto integran la nómina de naciones en las que menos se respetan los derechos humanos a escala mundial, de acuerdo a los relatos documentados de Amnistía Internacional).

El proyecto, denominado Hatemedia, pone de manifiesto la gravedad del discurso de odio en los entornos digitales, alertando de manera pedagógica sobre su impacto en la convivencia social y los valores democráticos. Al identificar cómo se orquestan estos mensajes y a quiénes afectan, los investigadores proponen medidas proactivas para contrarrestar esta amenaza, como el uso de herramientas tecnológicas avanzadas y la promoción de narrativas inclusivas.

En un contexto donde la digitalización expande tanto las oportunidades como los riesgos, el papel de los medios de comunicación es crucial: su capacidad de promover debates racionales y combatir la polarización puede marcar la diferencia entre una democracia resiliente y una sociedad fracturada.

Qué es el odio en redes sociales

El odio que se vierte en las redes sociales representa una clara manifestación de hostilidad, discriminación o violencia verbal que se difunde a través de plataformas digitales. Este discurso divisor suele expresarse mediante insultos, amenazas, discursos de odio o desinformación dirigida a individuos o grupos por motivos como la raza, el género, la orientación sexual, la religión o la ideología. Este fenómeno se ve amplificado por el anonimato, la viralidad y la falta de regulación adecuada, lo que genera un entorno tóxico que puede afectar gravemente a la salud mental de las personas afectadas, y a las que consumen (de manera voluntaria o involuntaria) esta clase de contenidos que alimentan la polarización social.

¿Qué clase de ejemplos de odio en redes sociales se pueden hallar? Sin hacer un gran esfuerzo, lamentablemente, se localizan con bastante facilidad insultos racistas hacia deportistas tras perder un partido, comentarios misóginos dirigidos a mujeres que expresan opiniones públicas, mensajes homófobos hacia creadores de contenido LGBTQ+, discursos xenófobos en debates sobre inmigración y acoso masivo a figuras públicas por sus decisiones o apariencias. También se observan campañas de desinformación diseñadas para desacreditar a grupos o individuos específicos, lo que genera conflictos y división.

Qué tipos de odio existen

El odio en redes sociales puede clasificarse de varias maneras: odio racial, dirigido a personas por su etnia o color de piel; de género, como la misoginia o transfobia; religioso, contra creencias o prácticas espirituales; político o ideológico, que ataca posturas o movimientos; homófobo, hacia la comunidad LGBTQ+; xenófobo, contra extranjeros o culturas diferentes, y por discapacidad o apariencia física. Estos tipos de odio, a menudo interconectados, se amplifican por el anonimato y la viralidad digital.

Claves del estudio auspiciado por el proyecto Hatemedia

El reciente estudio, liderado por Elías Said, Julio Montero y Almudena Ruiz, docentes de UNIR, muestra la naturaleza poco espontánea de los ataques de odio hacia los medios en redes sociales. El campo de estudio sobre el que se sustenta esta aseveración radica en el análisis de nueve millones de mensajes publicados entre 2021 y 2022, en los que se identificaron patrones comunes en horarios, estilos de escritura y objetivos de los mensajes.

“Es muy difícil que 50 parejas bailen exactamente igual en un salón, replicando los mismos pasos. El odio no es espontáneo, hay una coordinación detrás; la mayoría no son personas, sino grupos políticos e ideológicos con intereses muy concretos”, afirmó Said, catedrático y codirector del proyecto Hatemedia, durante la presentación de esta investigación en Pozuelo de Alarcón, Madrid, en declaraciones que recoge el diario El País.

El proyecto, convertido en un monitor de odio en tiempo real, muestra que el 56,2% de los mensajes analizados son de odio. De las redes sociales examinadas, X es la plataforma con mayor proporción de ataques (61,3%). La investigación detectó granjas de bots en países como Filipinas, Venezuela y Rusia, que intensifican y amplían los mensajes de odio de manera estratégica.

Según Julio Montero, también catedrático y codirector del proyecto Hatemedia, este fenómeno va más allá de las plataformas, ya que las granjas de troles y cuentas falsas replican narrativas hostiles para generar una “cultura del odio”. En ese sentido, Montero señala que “la normalización de estados de odio es el peligro más patente para una democracia. No generan violencia, pero favorecen la tolerancia ante la discriminación y una cultura cada vez más permeable al odio”.

 Además, el estudio identifica las categorías de los ataques, que van desde misoginia hasta xenofobia, y destaca cómo los mensajes de menor intensidad contribuyen a una mayor tolerancia social hacia la hostilidad. Según los datos recopilados por el Monitor de Odio, la herramienta diseñada para analizar este fenómeno, el 70% de los comentarios en medios digitales y redes están dominados por odio político y mensajes incívicos.

7.000 clases de expresiones para expandir el veneno del odio

El Monitor de Odio clasifica los mensajes según cinco categorías (odio general, político, sexual, misógino y xenófobo) y cuatro niveles de intensidad, desde mensajes incívicos hasta amenazas explícitas. Durante su desarrollo, se analizaron más de un millón de mensajes, identificando términos asociados al odio gracias a una librería que incluye más de 7.000 expresiones.

Este esfuerzo busca apoyar a medios y agentes sociales para prevenir la presencia de discursos de odio. Asimismo, Hatemedia detecta que los “odiadores” actúan de forma coordinada para posicionar narrativas en la opinión pública, especialmente contra políticos, periodistas y medios. Estas campañas han sido observadas durante acontecimientos como la DANA en Valencia, donde se difundieron mensajes orquestados de descrédito a instituciones, autoridades y medios de comunicación dirigidas a una población vulnerable, con el objetivo de incrementar el desasosiego o la desconfianza entre la opinión pública para así generar desconfianza generalizada.

Para Said, la solución no radica únicamente en contranarrativas, ya que esto implica asumir una posición defensiva. En su lugar, subrayó que los medios deben fomentar debates racionales como herramienta para contrarrestar el odio emocional. “Es la única cultura que salva del odio”, expresó. El monitor también busca ayudar a los medios a gestionar su presencia en redes, de manera que afronten las nuevas responsabilidades que plantea el entorno digital, donde, según Montero, “las reglas anteriores, más cívicas, ya no valen”.

La investigación concluye que los medios deben adaptarse a estas nuevas dinámicas y asumir responsabilidades proactivas en el entorno digital para contrarrestar los efectos negativos del odio coordinado. De lo contrario, estos discursos representan un riesgo para la cohesión social y la confianza en las instituciones.

Los medios que son objetos del estudio de Hatemedia

El proyecto Hatemedia estudia cómo se difunden las expresiones de odio en los entornos digitales asociados a algunos de los principales medios informativos profesionales de España (La Vanguardia, ABC, El País, El Mundo y 20 Minutos). El objetivo de esta investigación ha consistido en identificar los grupos vulnerables afectados, de tal manera que se ha analizado la intensidad y estrategia de diseminación de estos mensajes, al tiempo que evalúa el rol de los medios, ya sea como detractores o promotores de tales discursos.

El estudio se justifica en el contexto de un ecosistema digital híbrido, donde redes sociales como X y Facebook amplifican los mensajes. Esta dinámica genera entornos polarizados, lo que afecta negativamente la cohesión social y los valores democráticos. La investigación reconoce que los grupos más atacados incluyen inmigrantes, comunidades religiosas como musulmanes, la población LGTBI y colectivos raciales, que sufren un incremento de expresiones de odio basadas en narrativas extremistas y populistas.

El proyecto propone una metodología innovadora para clasificar estos mensajes según cinco niveles de intensidad, desde términos despectivos hasta hostilidad extrema. También pretende desarrollar un modelo predictivo y una herramienta online gratuita para detectar y monitorear estos contenidos, lo que potencialmente puede contribuir en el futuro a corto plazo a la creación de estrategias preventivas en la lucha contra el discurso del odio.

Odio que pone una alfombra roja a los extremismos

Uno de los aspectos más relevantes de la investigación es que destaca que las expresiones de odio no solo afectan a las personas directamente señaladas, sino que erosionan la convivencia pacífica. Este fenómeno es impulsado por usuarios y bots que operan desde el anonimato aparente, utilizando tácticas organizadas para viralizar contenidos y reforzar ideologías extremas.

Otro de los hallazgos relevantes es que la responsabilidad de los medios informativos en este contexto no es uniforme. Si bien algunos contribuyen a la proliferación del odio al compartir contenido sesgado o estereotipado, otros pueden actuar como contrapeso, promoviendo narrativas inclusivas y éticas. Sin embargo, la pasividad frente a mensajes de odio en sus plataformas amplifica el problema.

Desde una perspectiva técnica, el proyecto utiliza herramientas avanzadas de análisis de datos y lingüística computacional para identificar patrones y términos asociados al odio en castellano. Además, integra enfoques sociológicos y comunicativos para comprender el impacto emocional y social de estas expresiones.

Beneficios del proyecto Hatemedia

En términos de impacto práctico para combatir los discursos de odio en general y de descrédito de los medios de comunicación en particular, el desarrollo de una librería pública de términos que contienen la semilla del odio y la creación de un algoritmo robusto, desarrollados por Hatemedia para identificar esa clase de mensajes y discursos divisivos, podrían facilitar la detección proactiva del odio en los medios digitales, lo que puede contribuir a una regulación más efectiva y a un cambio cultural hacia la tolerancia y el respeto.

El estudio aborda una temática de creciente relevancia internacional. Al centrarse en el caso español, busca no solo generar conocimiento local, sino también contribuir al debate global sobre cómo las democracias pueden combatir las narrativas de odio en un mundo digitalizado.

En suma: frente a la creciente amenaza del discurso de odio coordinado en entornos digitales, el papel de los medios y las instituciones es clave para contrarrestar su impacto. Herramientas como el Monitor de Odio del proyecto Hatemedia ofrecen soluciones prácticas para identificar patrones y diseñar estrategias preventivas que promuevan la convivencia y el respeto. Sin embargo, los medios también deben asumir una responsabilidad activa en la moderación de sus entornos digitales y en la promoción de debates racionales e inclusivos. Como muestra este estudio, no combatir estas dinámicas supone un grave riesgo para la estabilidad democrática y la confianza en las instituciones.