Caroline Duddrige se ha vuelto viral por su particular tradición navideña. Como si se tratara de la celebración de una boda española, la mujer británica ha decidido cobrar a sus hijos y nietos una entrada para cubrir los gastos de las comidas de fin de año.
“O pagan o no vienen”. Según el relato de la protagonista de esta historia, habitante de Cardiff, capital de Gales, año tras año debía hacerse cargo de los preparativos, la compra y preparación de los platos de las reuniones de diciembre, pero no recibía ayuda de sus familiares. Así que ha puesto un precio al encuentro, aclarando que tienen que pagar antes, o no podrán disfrutar del banquete.
“Hay algunos que piensan que soy un poco 'Scrooge'”, dice la pensionista de 63 años a la BBC, en referencia al personaje protagonista del clásico ‘Cuento de Navidad’ de Charles Dickens, un hombre gruñón, egoísta y malhumorado que odia la Navidad. “Pero mis amigos piensan que es una buena idea”, se reconforta la mujer. Y aclara: “No busco obtener ganancias, lo hago solo para tener un poco de ayuda con el costo".
La primera vez que la abuela decidió poner precio a las reuniones navideñas fue en 2015, tras fallecer su esposo, cuando los costes de su funeral no le permitieron cubrir los gastos de las comidas de fin de año sin ayuda de sus hijos. Al principio hubo algunas quejas, admite, pero después de un tiempo la costumbre se ha instalado en la familia.
Sin embargo, hay contemplaciones según los ingresos y la edad de cada comensal. Duddrige ha establecido que sus dos hijos deberán pagar 15 libras cada uno (unos 17,5 euros), mientras que sus tres hijas tendrán que colaborar con 10 libras por cabeza (11,66 euros). Por los nietos mayores de cinco años, sus padres deberán pagar 5 libras y por los más pequeños les pedirá 2,5 libras (5,83 euros y 2,92 euros respectivamente). El plan es que, entre los 12 miembros de la familia la ayuden a cubrir el total de los gastos que implican las reuniones de estas fechas.
Además, le sucedía en el pasado, que “siempre terminaba con cientos de rollos de salchicha y bolsas de patatas, pero no mucho más”, ya que sus familiares llevaban la comida. “Al menos así tengo un poco de autonomía sobre lo que puedo comprar y ahorro en desperdicio de alimentos, que es otra cosa importante”, apunta la anfitriona a la BBC.