Descubren un nuevo y prometedor tratamiento para la obesidad

Consiste en una aplicación semanal que reduce el apetito y el peso, con menos efectos secundarios que pruebas previas. Aún no se conoce la duración necesaria o si será efectivo para todos los pacientes.

Anahí Di Santo.

Periodista.

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diabetes insulina
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La búsqueda de la milagrosa pastilla para adelgazar se ha parecido, en una gran cantidad casos, a una búsqueda del tesoro. Muchas investigaciones y salud de los pacientes, tanto física como mental, han quedado en el camino. La novedad, esta vez, son resultados más contundentes, de la mano de drogas como la semaglutida y otras análogas de la hormona GLP-1.

La noticia se conoció en noviembre pasado, cuando se realizó la conferencia ObesityWeek, en California, Estados Unidos. Allí, representantes de la compañía farmacéutica Novo Nordisk, con sede en Dinamarca, expusieron los descubrimientos de una investigación realizada en adolescentes, quienes suelen ser más resistentes a este tipo de tratamientos. Según narra la revista Nature, los resultados sorprendieron a los mismos investigadores: con la aplicación de una inyección semanal durante 16 meses, junto con algunos cambios en el estilo de vida, se redujo el peso corporal en al menos un 20%. Y esto ocurrió en más de un tercio de los participantes. Otros estudios realizados previamente, habían arrojado sorprendentes resultados también en pacientes adultos.

Estos resultados cobran mayor relevancia al comparar estas cifras con las de los fármacos utilizados en el pasado, que sólo alcanzaban una pérdida de peso de hasta el 10%. Y el otro dato, prometedor y para nada menor, es que esta nueva droga no provoca los graves efectos secundarios que han causado las pruebas anteriores, especialmente en el corazón.

¿De dónde proviene este fármaco?

El sitio de difusión Medlineplus explica que la semaglutida pertenece a una clase de medicamentos llamados miméticos de las hormonas incretinas (la GLP-1 es una de ellas), es decir que imitan el comportamiento de estos aminoácidos, encargados de la secreción de insulina por el páncreas y la disminución en los niveles de glucosa en sangre. Por lo tanto, su aplicación reduce el azúcar en la sangre y por eso ha sido aprobada para tratar la diabetes tipo 2. Otro de sus efectos es la desaceleración del movimiento de la comida a través del estómago y la reducción del apetito, de allí su utilización en estas recientes investigaciones relativas a la obesidad.

¿Cuál es el lado B?

Los descubrimientos son recientes y aún no es posible generalizar los resultados, pues se desconoce si todos los pacientes responderán al tratamiento con la misma efectividad. Del mismo modo, resta comprobar la duración de estos procedimientos, y una de las dudas es si será necesario realizarlos de por vida para mantener esos niveles de peso. Un subconjunto de participantes del ensayo clínico que dejaron de tomar semaglutida y detuvieron las intervenciones de estilo de vida del estudio recuperaron aproximadamente dos tercios de su peso perdido después de un año.

Contemplada esta salvedad, también entran en juego los altos costos, que dificultarán el acceso al tratamiento: en Estados Unidos las inyecciones tienen un valor aproximado a los 1.000 dólares al mes. En España, estas drogas rondan los 300 euros, pero están aprobadas únicamente para el tratamiento de la diabetes tipo 2.

Por otro lado, también es importante considerar que este tipo de descubrimientos vinculados con la pérdida de peso pueden provocar un mal uso o un abuso de estas drogas en pacientes que no son obesos y que pongan en riesgo su salud. En relación a esto, son varias las disciplinas que cuestionan los valores que se ponen en juego con la aparición de estos tratamientos. El citado artículo de la revista Nature rescata la opinión de Sarah Nutter, psicóloga de la Universidad de Victoria en Canadá, que se especializa en el estigma del peso y la imagen corporal: "Dudo mucho en entusiasmarme con algo que creo que es potencialmente dañino desde la perspectiva del estigma del peso". A su vez, colectivos que reivindican la diversidad corporal y luchan contra la discriminación y la obsesión por la delgadez, señalan que la gordofobia actúa como un mecanismo de opresión. “Tiene que ver con controlar y regular la vida de los cuerpos de las personas construyendo unos cuerpos más válidos que otros, generando una norma, que se impone como absoluta y que legitima la violencia”, explican desde el grupo Cuerpos Empoderados.

A lo largo de los años, la medicina ha investigado y probado diferentes técnicas y tratamientos contra la obesidad. Distintas corrientes han pasado de acusar a las personas con sobrepeso de “pereza” a la hora de encarar tratamientos, ejercicio físico y mantener dietas, a considerar esta morfología corporal como una enfermedad. Si bien es cierto que hay problemas de salud relacionados directamente con el sobrepeso, como la diabetes tipo 2, el cáncer o las enfermedades cardio y cerebrovasculares, no todas las personas que poseen cuerpos más grandes y robustos se enfrentan a dificultades médicas. El éxito de estos tratamientos tiene entonces una pata fundamental e innegable en la medicina y en la ciencia, pero también hay otra de gran importancia para la salud mental y la integración de todas las personas, que tiene que ver con la formación en la diversidad y la aceptación, en la que la pérdida de peso sea una opción y no una obligación para encajar y cumplir con los parámetros de la una sociedad que rinde culto a la belleza y la delgadez.