Una de las cuestiones que más preocupan a los usuarios españoles de tecnología es lo que se ha dado en llamar obsolescencia programada. Así se denomina a la programación del fin de la vida útil de un producto, de modo que, tras un período de tiempo calculado de antemano por el fabricante o por la empresa durante la fase de diseño del mismo, este se torne obsoleto, no funcional, inútil o inservible por diversos procedimientos, y haya que comprar otro nuevo que lo sustituya.
Según una encuesta de la OCU, el 46% de los usuarios decide no reparar su móvil si este sufre algún daño. Si el dispositivo ha cumplido los dos años y el coste supera el 30% de su precio original, lo desechan sin contemplar otras opciones. Y lo mismo ocurre con tablets, aspiradoras y televisiones. Más del 50% no se reparan.
Esta situación ha suscitado la preocupación de asociaciones, instituciones y hasta de los propios fabricantes que buscan encontrar una fórmula para alargar la vida útil de los productos y abogar por su reparación en lugar de su sustitución. En esta línea, el Ministerio de Consumo anunció el año pasado la creación de un Índice de Reparabilidad que mostrase de forma muy clara a los consumidores si un dispositivo era fácil o difícil de arreglar.
Es una medida que ya se aplica en Francia de manera muy sencilla. Los dispositivos llevan una nota de 0 a 10 en función de lo fáciles o difíciles que sean de reparar. Y no todos los terminales superventas sacan buena nota. Algunos, como el iPhone 12, tienen una nota de 6,0 sobre 10. Es decir, la reparabilidad no tiene por qué condicionar la venta del terminal, pero sí ofrecer más información al usuario final.
Para obtener la puntuación final se tienen en cuenta cinco criterios. Cada uno de ellos podrá puntuar hasta veinte. La suma total se divide entre diez y, de este modo, se obtiene la clasificación final en el índice de reparabilidad.
Los criterios a tener en cuenta son los siguientes:
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Si el fabricante aporta documentación relacionada con su reparación y, en caso positivo, su nivel de detalle.
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Si el producto se puede desmontar fácilmente.
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Si existe una alta disponibilidad de piezas de repuesto.
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Si el precio entre las piezas de repuesto y el producto original está equilibrado o no.
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Otros criterios específicos según el tipo de producto analizado.
Así es al menos como se está calculando en Francia, primer país europeo en implantar la medida. En España, el desarrollo de este etiquetado aún está por definir. Desde la patronal que agrupa a las principales empresas de innovación tecnológica y digital se abogó ayer por crear un Índice de Reparabilidad “armonizado con los desarrollos que todavía se están definiendo en la Unión Europea sobre esta materia; que concrete metodologías y criterios técnicos allá donde sea posible para dar uniformidad al marco legal; y que incorpore un periodo transitorio de voluntariedad, para fomentar una implementación progresiva y más efectiva.
“La mejor práctica de economía circular es alargar la vida de los dispositivos”, ha destacado Juan Antonio Prados, EMEA Country Governance Lead de Lexmark y líder de la línea de trabajo de la asociación en sostenibilidad.
En la actualidad, la humanidad utiliza el equivalente a 1,75 Tierras para proporcionar los recursos que usamos y para absorber nuestros desechos. Esto significa que nuestro planeta tardaría un año y 8 meses en regenerar lo que usamos en un año.