Este reportaje toma como hilo conductor y elemento de inspiración el artículo Europe’s energy information problem, publicado por el think tank Bruegel, con sede en Bruselas, que aborda una problemática crucial que afronta la Unión Europea (UE): la falta de un sistema centralizado y eficiente para recopilar y distribuir datos energéticos. Esta deficiencia no solo complica la planificación de inversiones en infraestructuras, sino que también dificulta la respuesta rápida y efectiva ante crisis, como la provocada por la invasión rusa de Ucrania. Los autores, Ben McWilliams, Simone Tagliapietra y Georg Zachmann, argumentan que “sin información precisa y actualizada, los responsables políticos pueden tomar decisiones ineficientes o tardías, lo que en la práctica eleva los costes de inversión y compromete la transición hacia una energía más sostenible”.
La falta de coherencia en el suministro informativo
El problema radica en que la información energética en Europa está fragmentada entre múltiples fuentes, como agencias nacionales, empresas y operadores de red. Sin embargo, estos datos no siempre son accesibles o comparables entre países, lo que impide una visión clara del mercado energético europeo. En contraste, un país de enorme tamaño en términos geográficos y demográficos, además de una referencia central en el plano económico y energético, como Estados Unidos, ha desarrollado instituciones como la Energy Information Administration (EIA), que proporciona datos centralizados y de acceso público. Ante esta necesidad y reto, la UE debería considerar la creación de un organismo similar para mejorar la transparencia y la eficiencia en la gestión energética.
Otro punto clave de esta carencia de información energética en el ámbito europeo se expresa en el impacto de esta deficiencia en la seguridad energética. Europa ha intentado reducir su dependencia del gas ruso, pero sin datos precisos sobre la capacidad de almacenamiento y la demanda en cada país que ha comportado esta variación. Ante esta falta de claridad en la información relativa a los consumos y fuentes energéticas actuales en clave europea, resulta difícil diseñar estrategias efectivas. Por ejemplo, durante la crisis de 2022, la UE tuvo que tomar decisiones urgentes sin información completa sobre las reservas disponibles de gas, lo que generó incertidumbre y volatilidad en los precios. Además, los datos energéticos dispersos dificultan la implementación de políticas para fomentar las energías renovables, ya que no hay un sistema fiable para medir en tiempo real la generación y el consumo de electricidad verde en toda la región.
Para solucionar esta situación, resulta más que recomendable que la UE establezca una entidad que recopile, analice y publique datos energéticos de manera unificada y accesible. Esta unificación de la información energética facilitaría la planificación de infraestructuras, reduciría los costes de inversión y posibilitaría a los Gobiernos actuar con mayor rapidez ante crisis energéticas. Además, esa mejora de la transparencia en los datos energéticos podría beneficiar no solo a los responsables políticos, sino también a las empresas y a los ciudadanos, quienes accederían a información más clara sobre los mercados energéticos y sus precios.
¿Qué es la crisis energética europea?
La crisis energética europea es el resultado de una combinación de factores que han afectado el suministro y los precios de la energía en la región. La fuerte dependencia del gas ruso, interrumpida tras la invasión de Ucrania en 2022, junto con el cierre de centrales nucleares y de carbón en varios países, ha generado un déficit energético que ha disparado los precios de la electricidad y el gas. Este sobrecoste energético ha impactado en industrias, hogares y economías nacionales, de manera que ha contribuido a una inflación elevada y ha obligado a Europa a diversificar sus fuentes de energía.
Este cambio se ha reflejado en que los europeos han incrementado las importaciones de gas de Noruega, Estados Unidos y Argelia, y, en simultáneo, han acelerado de manera considerable en la transición hacia un modelo energético que gravita de manera creciente alrededor de las energías renovables. Sin embargo, la competencia por el gas natural licuado (GNL), la especulación en los mercados y la insuficiente infraestructura de energías limpias han dificultado una solución rápida. Ante esta crisis, la UE ha adoptado medidas como la compra conjunta de gas, reformas en el mercado eléctrico y programas de ahorro energético, pero la estabilidad a largo plazo dependerá de lograr un equilibrio entre seguridad energética y sostenibilidad.
¿Cómo podemos solucionar la crisis energética?
Para solucionar la crisis energética en clave europea, resulta fundamental acelerar la diversificación de fuentes de energía, reduciendo la dependencia del gas ruso mediante el aumento de importaciones de gas natural licuado de países como EE.UU. y Qatar. Este cambio se está expresando en la intensificación de las interconexiones energéticas entre Estados miembros, al tiempo que se promueve una reforma del mercado eléctrico para reducir la volatilidad de precios. Además, la UE debe intensificar la inversión en energías renovables, almacenamiento energético e hidrógeno verde, junto con planes de eficiencia y ahorro energético.
Si se analiza el contexto español, la respuesta pasa por aprovechar el enorme potencial solar y eólico de nuestro país, al tiempo que se agiliza la instalación de energías renovables y se mejora la infraestructura de almacenamiento y las redes eléctricas. También es clave reforzar las interconexiones con Francia para exportar excedentes y reducir la dependencia del gas, además de fomentar el autoconsumo y la electrificación de sectores estratégicos como la industria y el transporte.
Claves de cómo la UE está sorteando la crisis energética
Ante la crisis energética derivada de la invasión rusa de Ucrania y el uso del gas como arma geopolítica, la UE ha implementado un conjunto de medidas para reducir la dependencia energética de Rusia, estabilizar los mercados y proteger a empresas y ciudadanos. Entre ellas destaca el Plan REPowerEU, que busca acelerar la transición hacia energías renovables y diversificar el suministro mediante acuerdos con países como Egipto, Israel, Azerbaiyán y Estados Unidos. ¿Cómo se ha articulado este plan? Se han impuesto metas de reducción del consumo de gas en un 15% y de electricidad en un 10%, además de regulaciones sobre el almacenamiento de gas, que alcanzó más del 90 % de su capacidad antes del pasado invierno. También se han introducido mecanismos de corrección del mercado para evitar precios excesivos, así como la compra conjunta de gas por los Estados miembros para mejorar la negociación de precios.
Para mitigar el impacto de la crisis en los ciudadanos, la UE ha promovido medidas nacionales que redistribuyen los ingresos extraordinarios del sector energético, al tiempo que imponen contribuciones solidarias a las empresas de combustibles fósiles y limitan los ingresos de los generadores de electricidad de bajo coste. Además, ha fomentado la inversión en infraestructura, con nuevos interconectores de gas en Europa, y ha fortalecido la solidaridad entre los Estados miembros mediante acuerdos de suministro en casos de emergencia. En paralelo, ha reforzado su apuesta por las energías renovables, hasta el punto de elevar el objetivo de esta clase de energías para 2030, del 40% al 45% de la producción energética. Todas estas acciones buscan garantizar la estabilidad del mercado, reducir los costes para consumidores y empresas y asegurar el suministro de energía en los próximos inviernos.
Claves tecnológicas para un futuro energético más resiliente
La Directiva Europea de Eficiencia Energética 2023/1791 de la UE establece objetivos ambiciosos para reducir el consumo de energía en un 11,7% para 2030, y lo hace con la promoción de la sostenibilidad en todos los sectores. Para lograrlo, la tecnología desempeña un papel clave. La digitalización permite un control más preciso del consumo energético a través del Internet de las Cosas (IoT), sensores inteligentes y gemelos digitales, optimizando en tiempo real la climatización, la iluminación y otros recursos. Mientras que el Big Data y el análisis predictivo ayudan a anticipar picos de demanda, detectar ineficiencias y mejorar el mantenimiento de infraestructuras.
Por su parte, la inteligencia artificial (IA) ajusta dinámicamente los sistemas de calefacción y producción para minimizar el desperdicio. Además, las redes eléctricas inteligentes (smart grids) facilitan la integración de energías renovables y el almacenamiento de electricidad, lo que equilibra la oferta y la demanda de manera eficiente. La inversión en tecnologías limpias y el acceso a fondos europeos impulsan este proceso, alineando la innovación con la sostenibilidad en un modelo de negocio más competitivo y responsable.
Estás iniciativas se enmarcan en planes como REPowerEU, que busca reducir la dependencia de combustibles fósiles mediante eficiencia energética y energías renovables. Por su parte, Schneider Electric propone que la electrificación, las energías renovables y la digitalización son claves tanto para la seguridad energética como para la acción climática. Para ello, recomienda a las empresas monitorizar su consumo, modernizar sus infraestructuras, electrificar procesos e invertir en energías renovables y microgrids. La combinación de medidas inmediatas y estrategias a largo plazo permitiría a las empresas resistir futuras crisis energéticas y avanzar hacia la descarbonización.
Retos para completar una transición energética ordenada
McKinsey & Company, Inc. es una consultora estratégica global que se centra en resolver problemas concernientes a la administración estratégica. Un artículo en su página web analiza los retos y las medidas necesarias para que la UE logre una transición energética ordenada que cumpla con sus ambiciosos objetivos de descarbonización. La idea es que el cumplimiento de esos retos garantice al mismo tiempo la seguridad energética, la accesibilidad y el crecimiento económico.
Aunque la UE ha sido líder en la transición energética global, sus metas de reducción de emisiones de CO2 del 55% para 2030 y de alcanzar emisiones netas cero para 2050 se han visto amenazadas por factores como la invasión rusa de Ucrania, la pandemia, las disrupciones en las cadenas de suministro y la inflación. Para alcanzar estos objetivos, la UE necesita triplicar el ritmo actual de despliegue de energías renovables y electrificación.
En ese sentido, esta consultora destaca cinco áreas clave de acción para acelerar la transición de manera ordenada:
- 1. Crear cadenas de suministro resilientes para tecnologías de descarbonización esenciales, como paneles solares y turbinas eólicas, mitigando la dependencia de materiales y componentes producidos en pocas regiones.
- 2. Ampliar la infraestructura de redes eléctricas para integrar de manera eficiente las energías renovables y mejorar la flexibilidad de la red.
- 3. Reexaminar el uso del suelo y las restricciones regulatorias para agilizar el desarrollo de las energías renovables.
- 4. Rediseñar los mercados de energía para alinearlos con los objetivos de descarbonización y asequibilidad.
- 5. Asegurar la accesibilidad económica de las tecnologías limpias para fomentar su adopción.
Además, el informe señala que, aunque la transición energética puede generar grandes beneficios económicos, como el crecimiento del empleo y la mejora de la seguridad energética, un enfoque desorganizado podría aumentar los costes de la energía para los hogares y las empresas. La implementación exitosa de la transición requerirá un esfuerzo colectivo de los Estados miembros de la UE, lo que representa un cambio profundo en las fuentes de energía y una electrificación masiva en sectores clave como el transporte, la industria y los edificios.
Conclusiones
En síntesis, la transparencia y el flujo democrático de la información energética en Europa son esenciales para garantizar una gestión eficiente y sostenible del sector. En esa dirección, la creación de un organismo centralizado, similar a la Energy Information Administration de Estados Unidos, posibilitaría a la UE mejorar la accesibilidad y comparabilidad de los datos energéticos entre países.
Esto no solo facilitaría la planificación de infraestructuras y la implementación de políticas para fomentar las energías renovables, sino que también reduciría la incertidumbre y la volatilidad en los mercados energéticos. Además, una mayor transparencia beneficiaría a empresas y ciudadanos, proporcionándoles información clara sobre los mercados energéticos y sus precios. Sin una mejora en la gestión de la información energética, la UE corre el riesgo de comprometer sus objetivos de sostenibilidad y seguridad energética, lo que refuerza la necesidad de una acción coordinada y urgente.