La inteligencia artificial se ha convertido en un nuevo paradigma que trae sorpresas casi a diario. Claro que sus avances no se producen de un día para el otro: el trabajo de investigación lleva años, y los ciudadanos promedio, que no conocemos los entretelones de los laboratorios, apenas nos enteramos de las pruebas-error que finalmente desembocan en cada nuevo salto tecnológico.
Así sucedió, por ejemplo, con la nariz electrónica desarrollada por un grupo de investigadores de la Universidad de Extremadura, que a principios de este año presentó su novedoso dispositivo, similar a un reloj, que puede reconocer diferentes compuestos volátiles, y, por lo tanto, olores y aromas.
Uno de los profesores de la Escuela de Ingenierías Industriales de esta universidad, Jesús Lozano, destacó que el equipo llevaba cerca de 20 años creando sistemas olfativos artificiales que “tratan de imitar el sentido del olfato humano”. En este caso, la innovación estuvo orientada “a la detección de la calidad del aire, el hallazgo de ambientes explosivos o químicos y el descubrimiento de billetes falsos o drogas”, comentó Lozano a Europa Press.
Las e-narices pueden detectar problemas mucho más allá de las capacidades humanas, garantizando alimentos más frescos y seguros antes de que lleguen a los consumidores.
Gran parte del impulso de estos descubrimientos lo ha proporcionado la inteligencia artificial, que funciona imitando un cerebro humano, almacena estímulos eléctricos en una base de datos y luego los compara con nuevas muestras, con eficiencia y precisión. El fuerte de la IA se evidencia puntualmente en el momento de procesar los datos brutos, cuando los patrones identificados se convierten en algoritmos, asegurando que los datos recolectados puedan revelarse como información útil.
La IA aplicada a la seguridad alimenticia
Ahora, empresas de biotecnología han desarrollado nuevas narices electrónicas avanzadas, o “e-narices”, orientadas a la detección de cepas de bacterias que se encuentran en la comida y pueden ayudar tanto a detectar productos en mal estado como potenciales daños a la salud por alimentos contaminados.
Es el caso de Sensifi, un dispositivo que imita el olfato humano y fue creado para realizar controles en los ambientes de producción de alimentos. Según el análisis que publica la compañía Zenshield, los biosensores que tiene esta nueva tecnología son rastreadores de alta sensibilidad basados en IA, con la capacidad de detectar y distinguir olores.
Cuando las bacterias entran en contacto con los alimentos, generan Compuestos Orgánicos Volátiles –COV– distintivos, que son las “huellas olfativas” que dejan estos microorganismos, y revelan su presencia. Los biosensores de las e-narices de Sensifi detectan estos COV y alertan al sistema de la presencia de la o las bacterias. Esto facilita la identificación de cada una y, a su vez, brinda información sobre el estado del alimento. “Estas e-narices pueden detectar problemas mucho más allá de las capacidades humanas, garantizando alimentos más frescos y seguros antes de que lleguen a los consumidores", asegura Steffan Black, experto tecnológico en Zenshield.
Las e-narices aplicadas al uso común
Esta tecnología avanzada puede utilizarse en la industria alimentaria pero también tiene aplicación en la vida cotidiana. Por empezar, ayuda a detectar la calidad de alimentos y bebidas que tenemos en casa, identificando su frescura, en especial aquellos como lácteos y carnes que pueden pasar un tiempo en la nevera y no sabemos si aún son seguros, pues son fácilmente perecederos.
La prevención de enfermedades es una de sus funciones más importantes, ya que muchas provienen de bebidas o alimentos contaminados por bacterias, jugando un papel clave en la prevención de estas afecciones.
En experiencias más placenteras y recreativas, las e-narices puede ayudar a realizar maridaje de alimentos y vinos, incluso a quienes tienen conocimientos limitados en las artes culinarias, basándose en sus perfiles aromáticos.
La utilización de esta novedosa herramienta también podría tener un impacto económico significativo, al evitar brotes de enfermedades transmitidas por alimentos, y ahorrar, de esta manera, gastos en salud pública que este tipo de brotes pueden ocasionar.
En el futuro, los e-narices podrían integrarse a los hogares inteligentes o dispositivos portátiles para mejorar las experiencias personalizadas. Por ejemplo, ajustando los aromas ambientales según las preferencias individuales o las necesidades de salud.
“Ahora podemos afrontar los desafíos de las enfermedades de origen alimentario de una manera mucho más eficaz y eficiente, cambiando fundamentalmente de una posición reactiva a una posición proactiva”, destaca Steffan Black, especialista de Zenshield, quien considera que estos avances prometen nuevos horizontes y una potencial revolución en el mundo de la seguridad alimentaria.