Más de un tercio de la superficie global de la tierra (36%) se destina a la agricultura, un sector que consume el 70% de los suministros de agua del mundo. Pero, ¿cómo sería poder cultivar sin tierra?
Aunque parece difícil de concebir, es una solución que ya existe, y se presenta como mucho más sostenible, además de más sabrosa. Este tipo de plantaciones pueden situarse en las ciudades o directamente en los propios restaurantes, por lo que no solo nos ahorramos el CO2 derivado de su transporte, sino que los alimentos llegan directos a la mesa, con lo que eso supone en términos de frescura y sabor.
La clave de la agricultura vertical es el cultivo por aeroponía. Esta tecnología permite que las plantas crezcan a base de humedad y el calor de una luz artificial. Por tanto, no se requiere tierra, ni sol ni agua. De este modo, los cultivos serán constantes a lo largo del tiempo, sin depender de factores externos. Además, la luz que utilizan es un sistema de iluminación LED, de bajo consumo, que sustituye la luz natural y da calor a las semillas, que se sitúan en unas telas reciclables, creadas a partir de plásticos reciclado.
Esto reduce el consumo de agua hasta un 95% y asegura un crecimiento más rápido y sano debido al aumento de oxígeno en estos lugares cerrados. Mediante el cultivo tradicional, los vegetales crecen en unos 30 días, mientras que gracias a este innovador método, son capaces de hacerlo en 16. Se sitúa como una alternativa perfecta si a esto le sumamos que no requiere el uso de pesticidas, ni herbicidas.
¿Dónde está el fallo?
Presentado así, parece la solución perfecta. ¿Por qué no se ha extendido más en las ciudades españolas? Principalmente por su coste. Aunque las bombillas LED tengan un consumo más bajo que las tradicionales, siguen teniendo un coste muy alto, especialmente en tiempos de crisis energética.
Y, sobre todo, está la inversión inicial. Como suele ocurrir en muchos proyectos relacionados con la eficiencia energética, el coste de ponerlo en marcha es elevado, aunque luego rentabilices la inversión a medio o largo plazo. En Suecia, una empresa planteaba construir un moderno edificio de 16 plantas y 60 metros de altura para transformarlo en huerto urbano, pero el proyecto se fue al traste por falta de financiación.
Con todo, las perspectivas para este tipo de plantaciones son muy positivas para los próximos años. Según recoge la publicación Startup’s Oasis, el valor global del mercado agrícola vertical llegará este año a alcanzar los 6.400 millones de dólares para 2023, desde los 403 millones de referencia en 2013, con casi la mitad de ese crecimiento en EE.UU.
Prueba de este crecimiento en este país ha sido el desarrollo de Aeroframs, la compañía americana que patentó tecnología LED para que las plantas pudieran hacer la fotosíntesis, que construyó en Nueva Jersey la mayor granja vertical del mundo, con 6.500 metros cuadrados y una producción de más de 900 toneladas anuales de vegetales.
Primeras empresas en España
En España ya hay varias empresas que ofrecen servicios relacionados con este tipo de agricultura. Ekonoke empezó instalando huertos verticales en establecimientos gastronómicos de la Comunidad de Madrid y ahora reparten lechugas cultivadas en agricultura interior, que no necesitan tierra. Solo reparten en un entorno de 50 km a para contribuir así a la reducción de la huella de carbono y asegurar que las lechugas llegan vivas al lugar de envío.
Optimus Garden ha creado un sistema funcional y ecológico, que permite colgarse en la pared, adaptarse al espacio y conseguir así huertos verticales modulares de fácil mantenimiento. Con una autonomía de 2 a 3 semanas, este huerto vertical cuenta con un depósito de agua integrado que incentiva el crecimiento natural de las plantas en aproximadamente 17 días.
Por su parte, Niwa ofrece un pequeño invernadero conectado a internet, que permite al cliente tenerlo en casa y monitorizar su crecimiento desde su app. El usuario puede ahora convertirse en agricultor, con solo seleccionar las condiciones más idóneas para determinado cultivo y hacer crecer su planta.
Esta tecnología es fácilmente escalable, puesto que aunque ofrezcan un pequeño compartimento del tamaño de una maleta, podría adaptarse a un gran contenedor o incluso un invernadero entero. De este modo, cualquiera puede consumir su propio tomate o lechuga cultivado en el salón de su casa, a pesar de no tener un gran espacio verde. Solo necesitará el producto y un móvil.