La cumbre del clima COP29 está siendo una de las más decepcionantes de los últimos años. El peso de la victoria de Donald Trump, y su apoyo inquebrantable a los combustibles fósiles, se nota mucho en un ambiente en el que al menos 1.770 representantes de la industria de los combustibles fósiles, sumados a los delegados enviados por petroleras y aquellos que forman parte de las delegaciones nacionales pero con intereses en esta industria, forman la cuarta delegación en importancia, solo por detrás de la anfitriona Azerbaiyán (2.229 miembros), la de Brasil, que el año que viene acogerá la próxima cumbre, y la de Turquía. Por su parte, Argentina, al calor del looby fósil también ha retirado a su delegación, aporta otro punto de pesimismo a la gran nube negra que se aproxima en relación con la necesidad de prescindir de los combustibles fósiles.
Frente a esta situación cabe citar la reciente publicación del informe Perspectiva Energética Mundial 2024 por la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el cual marca un hito crucial en la transición hacia un futuro energético más sostenible. En el estudio, se anticipa que la demanda de combustibles fósiles alcanzará su punto máximo en 2030, mientras que las energías renovables, especialmente la solar y la eólica, están en camino de cubrir la mayor parte del crecimiento de la demanda energética global. A pesar de este avance, el director de la AIE, Fatih Birol, advierte que las políticas actuales “son insuficientes para evitar un aumento de la temperatura global superior a los 1,5 °C”, lo que subraya la urgencia de implementar medidas más ambiciosas.
De cualquier modo, según el director de la AIE “estamos moviéndonos a gran velocidad hacia la era de la electricidad”, con la previsión de que, para 2030, la mitad del consumo eléctrico planetario provenga de fuentes de bajas emisiones. Sin embargo, Birol advierte de que la reducción de emisiones de dióxido de carbono (CO₂) es esencial, ya que, sin políticas climáticas más estrictas, el aumento de la temperatura podría alcanzar los 2,4 °C para finales de siglo, muy por encima del objetivo de 1,5 °C del Acuerdo de París.
El informe de la AIE
El informe también destaca la necesidad de retirar los combustibles fósiles del sistema energético actual. A pesar del avance en energías limpias, en 2023, dos tercios del aumento de la demanda de energía se satisficieron con combustibles fósiles. Según el diagnóstico de la AIE, “la clave está en lo que hay que retirar (los combustibles fósiles)”, lo que es fundamental para lograr un cambio efectivo en la dinámica del mercado energético. Las políticas actuales están lejos de ser suficientes para frenar el calentamiento global, porque los compromisos actuales solo permitirían una reducción de emisiones del 1% anual hasta 2050, muy por debajo de la tasa necesaria del 15% para alcanzar el objetivo de 1,5 grados.
Además, la AIE anticipa una nueva fase de precios bajos de combustibles fósiles debido a un exceso de producción y a la abundancia de tecnologías de energías renovables. En esa línea, Mark Campanale, fundador y director de Carbon Tracker, subraya que este informe es una “advertencia” para los inversores, al tiempo que señala que muchos productores de petróleo y gas enfrentarán dificultades económicas. La AIE concluye que “las tecnologías limpias son cada vez más rentables” y que deben aprovecharse los precios bajos para acelerar la transición energética hacia un futuro más sostenible.
Por su parte, Frauke Thies, directora ejecutiva de Agora Energiewende, enfatiza que “las renovables van a satisfacer prácticamente todo el crecimiento de la demanda de energía”, lo que representa un cambio esencial en el modelo energético mundial. Sin embargo, la AIE dice que la baja en los precios de los combustibles fósiles podría obstaculizar la transición hacia tecnologías más limpias. Mientras que el director de la AIE también subraya que “la bajada de los precios del gas natural debería disipar parte del pesimismo de Europa sobre su competitividad industrial”, hay un riesgo de que la disminución de precios frene el impulso hacia energías limpias. A medida que el mundo entra en un nuevo contexto energético, Birol considera que los responsables políticos deben aprovechar esta oportunidad para acelerar la transición hacia un modelo energético más sostenible.
Por qué deterioran la salud del planeta
En la misma línea, funciona el último informe del IPCC (Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático), que subraya que el fin de los combustibles fósiles es crucial para limitar el calentamiento global a 1,5 °C, hasta el punto de que destaca que es necesario reducir drásticamente las emisiones de gases de efecto invernadero para evitar impactos catastróficos. En esa línea, el informe indica que, aunque se están realizando avances hacia la transición energética, los compromisos actuales no son suficientes y se requiere una eliminación rápida del uso de petróleo, carbón y gas, sustituyéndolos por fuentes de energía renovable, junto con políticas globales más ambiciosas y firmes en el capítulo de la sostenibilidad.
¿En qué se van a traducir los efectos adversos del uso de combustibles fósiles? Fundamentalmente, en el aumento de las temperaturas globales, olas de calor más intensas y la aceleración del derretimiento de glaciares. En ese sentido, el informe del IPCC destaca que los combustibles fósiles, como el carbón, el petróleo y el gas, son responsables de aproximadamente el 75% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Estos combustibles generan la mayoría de las emisiones de gases de efecto invernadero, exacerbando el cambio climático y sus efectos devastadores, entre los que también se cuentan las sequías prolongadas, el aumento del nivel del mar y la pérdida de biodiversidad.
¿Cómo nota estos impactos el ciudadano medio en su vida cotidiana? En que amenazan la seguridad alimentaria, los ecosistemas y las economías globales. Frente a ese panorama desolador “dibujado” por las energías procedentes de los combustibles fósiles, las energías renovables, como la solar, eólica e hidroeléctrica, no sólo son más limpias, sino que también son cada vez más económicas y accesibles.
Según un estudio de la IEA, una clara transición hacia un sistema energético basado en las energías renovables reduciría las emisiones, mejoraría la calidad del aire y reduciría los costes de salud pública asociados a la contaminación. La Agencia Internacional de Energía estima que el gasto de la energía solar ha caído un 90% en la última década, lo que la convierte en una opción viable y competitiva. Y es que las energías renovables ofrecen ventajas claras: reducen las emisiones de CO2 y están mejorando en eficiencia y coste.
Países que están pavimentando un futuro
El fin de los combustibles fósiles está avanzando con decisiones contundentes en países como Francia y Dinamarca, entre otros. En 2017, Francia aprobó una ley para prohibir la producción de petróleo y gas para 2040, una medida en gran parte simbólica debido a su limitada producción, pero que busca catalizar acciones globales. Según António Guterres, secretario general de la ONU, el reciente informe del IPCC es un “código rojo para la humanidad”, y considera que esta transición es vital para evitar que el carbón y los combustibles fósiles destruyan el planeta. Por su parte, Groenlandia, una de las regiones más importantes de Dinamarca, dotada con vastos recursos petrolíferos, decidió en 2021 prohibir nuevas exploraciones para proteger su entorno natural y su economía basada en la pesca y el turismo. El Gobierno danés afirmó en su momento que “el precio de la extracción es demasiado alto, tanto económicamente como para el medio ambiente”.
No en vano, Dinamarca, uno de los mayores productores de petróleo en Europa, acordó en 2020 poner fin a la producción en el Mar del Norte para 2050. Dan Jørgensen, ministro del Clima, afirmó: “Estamos poniendo fin a la era fósil”. Esta medida forma parte de un esfuerzo más amplio para que el país se convierta en neutral en carbono, comprometiéndose a reducir sus emisiones un 70% para 2030, con cifras similares a los niveles de 1990. Mientras tanto, países como Belice, Irlanda y España también están tomando medidas similares. Belice, por ejemplo, prohibió la exploración petrolífera para proteger sus arrecifes de coral, y España aprobó una ley climática en 2021 que prohíbe nuevas prospecciones de combustibles fósiles con efecto inmediato.
Los datos en España
En el primer trimestre de 2024, España alcanzó un récord de producción renovable, hasta el punto de que nuestro país generó en energías limpìas el 65,2% del total energético, un 15,6% más que el mismo período de 2023. La energía eólica lideró nuestra producción energética con el 27,1%, seguida por la hidráulica (22%) y la solar fotovoltaica (13,6%). La producción sin emisiones alcanzó un máximo histórico del 82,2%, gracias a la combinación de renovables y energía nuclear. Este avance ha sido impulsado por condiciones climáticas favorables y una mayor inversión en energías limpias, lo que marca un progreso significativo hacia la sostenibilidad energética.
Panorama de las energías renovables a escala mundial
En 2023, el 30% de la electricidad mundial fue generada por energías renovables, un hito relevante en la transición hacia fuentes sostenibles. En ese sentido, España se ha consolidado como uno de los líderes mundiales, ubicándose en el top 10 en energía solar y eólica, con una producción per cápita de 1.200 kWh y un 18% de su electricidad total proveniente de la energía solar. A escala global, la energía solar creció un 24% y la eólica un 17%, mientras que los combustibles fósiles, aunque aún dominan en varias regiones, sólo crecieron un 0,8%. Sin embargo, factores como la sequía, que afectó gravemente la producción hidroeléctrica en naciones como China, India y México, obligaron a aumentar el uso del carbón, lo que elevó las emisiones globales un 1%. En la Unión Europea, países como Grecia y Hungría también avanzaron en la adopción de energías renovables.
El panorama es de un crecimiento tan pujante que, para 2025, se espera que las renovables superen al carbón como la mayor fuente de electricidad. La energía solar fotovoltaica (PV) es la tecnología renovable de más rápido crecimiento, alineada con el escenario de Emisiones Netas Cero para 2050 (NZE), pero la energía eólica, hidroeléctrica y otras renovables deben expandirse más rápidamente para cumplir con los objetivos climáticos globales. El apoyo político, como REPowerEU de la UE y la Ley de Reducción de la Inflación de EE. UU., impulsará aún más el despliegue de energías renovables, aunque persisten desafíos en la integración de renovables variables y en la rápida escalabilidad.
En definitiva, resulta más que recomendable que la comunidad humana vaya prescindiendo de los combustibles fósiles debido a su significativa contribución al cambio climático, que ha provocado un aumento de 1.1°C en la temperatura global desde la era preindustrial, según el IPCC. La transición hacia energías renovables, como la solar y la eólica, es esencial por el cuidado del medioambiente que ofrecen. Tanto es así que se espera que la producción renovable supere al carbón como la principal fuente de electricidad para 2025.
Este proceso afronta desafíos como la integración de tecnologías renovables en las redes eléctricas y la necesidad de inversiones de hasta 4 billones de dólares anuales para cumplir con los objetivos climáticos de 2030. A pesar de estas dificultades, expertos como Fatih Birol, máximo responsable de la AIE, resaltan que la “era de las energías renovables ha llegado”, lo que brinda esperanza para un futuro más sostenible.
No en vano, las energías renovables reducen las emisiones de gases de efecto invernadero, de manera que contribuyen a mitigar el cambio climático y mejorar la calidad del aire. Además, su creciente rentabilidad y accesibilidad fomentan un sistema energético sostenible, al tiempo que impulsan la innovación y crean empleos en el sector verde.