Las acciones militares y los enfrentamientos armados provocan incalculables pérdidas. Las primeras en la lista son las vidas humanas, acompañadas de violencia, hambre y consecuencias traumáticas; luego se contabilizan los daños materiales, las ciudades, viviendas, tejido industrial, la agricultura y la ganadería. Pero poco conocemos sobre los efectos ambientales que los ejércitos y las carreras armamentísticas pueden provocar. Y esto no es casual.
En primer lugar, no hay registros oficiales de las emisiones de dióxido de carbono que provoca la actividad militar, a diferencia de sectores como la energía o el transporte, a pesar de que representan el equivalente al CO2 que genera toda la industria del planeta, y más del doble que la aviación comercial.
Estos cálculos provienen de la organización independiente Científicos por la Responsabilidad Global (Scientists for Global Responsibility) que elaboró el informe “Estimando las emisiones militares mundiales de gas de efecto invernadero”, y publicó que la huella de carbono militar global es de aproximadamente 2.750 millones de toneladas de dióxido de carbono equivalente (MtCO 2 e), es decir, el 5,5% de las emisiones globales totales expulsadas a la atmósfera.
La mayor parte de estas emisiones militares se generan al quemar combustible en los aviones, alcanzando casi el 70% del CO₂, pero también al utilizar barcos de guerra, tanques, y otras actividades menos pensadas, como el mantenimiento de bases militares, el proceso de producción de armamento y hasta los entrenamientos, destaca RTVE.
Sucede que, en el Acuerdo de París sobre el Cambio Climático, firmado en 2015, se sugirió a los países informar sus emisiones de CO2 pero no de manera obligatoria, con lo que sólo algunos lo hacen y de forma parcial. Ningún estudio contabiliza, por otro lado, lo que se emite en aguas internacionales o en el espacio aéreo.
Algunos de los parámetros que utiliza el informe de Científicos por la Responsabilidad Global para estimar las cifras del informe son el número de personal militar activo de cada ejército, las emisiones militares de carbono procedentes del uso de energía en bases militares por cabeza de personal militar y las procedentes del consumo de combustible de aviones, barcos o vehículos terrestres. Así, los países con los ejércitos más numerosos son los que más contaminación generan.
Los Estados Unidos, entonces, se encuentran en la cima de esta lista con el mayor ejército del mundo y, por ende, el más contaminante. Según datos publicados por RTVE, EEUU gasta más en sus tropas que Rusia y China juntos, y sus emisiones militares contaminantes superan el global de países como Suecia o equivalen a los de Israel. Una comparativa más visible indica que el Pentágono contamina lo mismo que 257 millones de coches, que es el doble de los vehículos que hay en las carreteras en Estados Unidos, reveló un informe de la Universidad de Brown, EEUU.
En Europa, en tanto, desde el inicio de la guerra en Ucrania, el gasto militar ha subido hasta alcanzar los niveles de la Guerra Fría, su mayor aumento interanual en al menos 30 años, indica el Instituto Internacional de Estocolmo para la Investigación de la Paz (SIPRI). Esta publicación destaca, a su vez, que los tres países que más gastaron en sus ejércitos en 2022 son Estados Unidos, China y Rusia, y juntos representaron el 56% del total mundial.
Las graves consecuencias del gas de efecto invernadero
El principal problema que acarrea el incremento de emisiones de dióxido de carbono es evidentemente el calentamiento global y las peligrosas repercusiones climáticas que esto implica. En 2022 las emisiones totales llegaron a un nuevo récord, alcanzando los 40.600 millones de toneladas de CO2. Según analiza un estudio de Global Carbon Project, de mantenerse estos niveles de forma persistentes habría un 50 por ciento de posibilidades de que el calentamiento global supere en los próximos años el objetivo de 1,5ºC, previsto para el final del siglo, informó EuropaPress.
“Hay poca evidencia de que el cambio tecnológico pueda reducir las emisiones militares tan rápidamente, o incluso reducirlas”, señalan los Científicos por la Responsabilidad Global, al repasar las nuevas iniciativas militares que incluyen avances con bajas emisiones de carbono, pero que no tienen un impacto realmente significativo. “Después del final de la Guerra Fría, entre 1990 y 2000, las emisiones militares de Estados Unidos disminuyeron un 41% y las del Reino Unido provenientes de la aviación y el transporte marítimo militares cayeron un 45%. La alternativa obvia a tratar de encontrar formas de hacer la guerra un poco menos dañinas para el medio ambiente es buscar la paz más vigorosamente”, reflexionan los expertos.
La afectación del suelo, el agua y la biodiversidad
Los gases de efecto invernadero provocan serias consecuencias en el medio ambiente, pero no son las únicas. “La tala de árboles o los incendios ponen en peligro la biodiversidad o los ecosistemas naturales, las armas arrojan gases tóxicos y partículas al aire y filtran materiales pesados en el agua y en el suelo, y las bombas provocan profundas marcas en los paisajes”, señalan desde la Cruz Roja, y recuerdan dos ejemplos muy alarmantes: “En la guerra de Vietnam, el ejército estadounidense roció con productos químicos vastas franjas de selva con el objetivo de devastar los bosques y de esta forma privar de protección a sus fuerzas enemigas. Por otro lado, la guerra civil en Mozambique, que se prolongó durante 15 años, hizo que el Parque Nacional de Gorongosa perdiera más del 90% de sus animales”.
Más cerca en el tiempo, pueden verse los efectos de la guerra en Urania. Las bombas provocan incendios que dejan devastadas miles de hectáreas, y la destrucción de fábricas e instalaciones químicas liberan sustancias que contaminan todo a su alrededor, como el suelo y el agua dulce, al punto de que “en algunos sitios será casi imposible vivir” y hay zonas que son “imposibles de recuperar”, informó RTVE.
Durante la última cumbre de la OTAN realizada en Madrid, los países europeos se comprometieron a aumentar los gastos de defensa y algunos ya han doblado sus inversiones militares. Este incremento tendrá consecuencias directas sobre el cambio climático, y socavará el objetivo de la última cumbre del clima, que planteó reducir las emisiones en un 43% en esta década para limitar el aumento de temperatura a 1,5 grados, concluyó Stuart Parkinson, director de Científicos por la Responsabilidad Global.