El pasado lunes, el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, comunicó a primera hora de la mañana la convocatoria de elecciones generales para el próximo 23 de julio. Se trataba de un adelanto de la fecha -inicialmente prevista para finales de año- que sorprendió a muchos, pues por primera vez en la historia de España estos comicios se celebrarán en verano.
Las elecciones generales son un evento crucial en la vida democrática de cualquier país. Son el momento en el que los ciudadanos tienen la oportunidad de ejercer su derecho al voto y elegir a sus representantes políticos. Sin embargo, a pesar de su importancia, también tienen un impacto en el medio ambiente y contribuyen de forma relevante a la contaminación ambiental.
Ahora bien, ¿cuánto contaminan estas elecciones y cómo se puede mitigar su impacto? Ningún estudio ha evaluado de forma pormenorizada los costes ecológicos que supone un proceso electoral, aunque sí podemos determinar con cierta exactitud los gastos monetarios que generan unos comicios.
En concreto, las recientes elecciones autonómicas y municipales han tenido un presupuesto de 203 millones de euros, 5,73 euros por cada uno de los 35,4 millones de electores llamados a votar. En las generales votará casi la misma gente, con la única excepción de unos 400.000 extranjeros residentes en España que sí pueden votar en las elecciones municipales pero no en las generales.
Así que, aunque no se conoce aún el presupuesto que el Ministerio del Interior destinará a las elecciones de julio sí podemos estimar, a grandes rasgos, que oscilará en torno a los 200 millones de euros. Y, según las partidas recogidas por El Economista, un 46,55% del presupuesto se destinará al voto por correo.
El resto del dinero público se repartirá, si se sigue un esquema parecido al de las elecciones municipales, de la siguiente manera: un 38,76% para las Administraciones públicas; un 6,54% para la difusión del escrutinio provisional y telecomunicaciones; un 6,50% para logística electoral y un 1,59% para imprevistos.
Cualquiera que haya votado recientemente por correo recordará la enorme cantidad de papel –aunque sea reciclado- que se utiliza en cada votación. Aunque tenga muy claro por quién decantarse, el votante recibe en su domicilio las papeletas de todos los partidos que se presentan, con todos sus candidatos, incluidos algunos partidos de los que un lector medianamente informado no ha oído hablar nunca hasta ese momento.
Con todo, no es el gasto de papel lo que más perjudica al medio ambiente, sino el transporte de los votos y el CO2 que generan estos desplazamientos. Uno que se intuye además mucho mayor este verano al encontrarse buena parte de la población lejos de sus colegios electorales.
Pero hay más factores de contaminación asociados a las elecciones generales. Quizás el más dañino es la propaganda política. Durante los días previos a las elecciones, los partidos políticos inundan las calles con carteles, pancartas y vallas publicitarias. Estos materiales suelen estar fabricados con plástico y otros materiales no biodegradables que, al final de la campaña, suelen terminar en vertederos, generando residuos que tardarán años en descomponerse.
Además de la propaganda física, las campañas electorales también generan una gran cantidad de residuos de papel. Los partidos distribuyen volantes, panfletos y folletos informativos que, en muchos casos, acaban siendo descartados sin siquiera haber sido leídos. Esta sobreproducción de material impreso tiene un impacto significativo en los bosques, ya que para su producción se talan árboles y se consume una gran cantidad de energía y agua.
Otro aspecto que contribuye a la contaminación en las elecciones es la movilidad. Durante la campaña electoral, los candidatos y sus equipos viajan de un lugar a otro, celebrando mítines, visitando ciudades y pueblos, y participando en debates y entrevistas. Esto implica un aumento en el consumo de combustibles fósiles y, por ende, en las emisiones de gases de efecto invernadero. Además, la logística asociada a las elecciones, como el transporte de urnas, boletos y material electoral, también genera un incremento en la huella de carbono.
¿Cómo reducir este impacto?
A tenor de lo visto, el impacto ambiental de unas elecciones parece inevitable, pero se pueden tomar medidas para reducirlo o minimizarlo de manera significativa. Igual que hay compañías que se denominan “neutras en carbono”, ¿podremos ver algún día procesos electorales que compensen sus emisiones?
Utilizar materiales reciclables, racionalizar el uso del papel, apostar por la digitalización en lugar de la propaganda física, emplear energía verde o desplazarse en medios no contaminantes son algunas de las medidas que ya se pueden tomar y a las que se podrían sumar otras como -¿por qué no?- plantar un bosque por cada proceso electoral.
Es fundamental que tanto los partidos políticos como los ciudadanos sean conscientes de la importancia de minimizar la contaminación ambiental durante las elecciones y trabajen juntos para implementar medidas que reduzcan la huella ecológica de este proceso democrático. Solo de esta manera podremos lograr que las elecciones generales en España sean no solo un ejercicio de democracia, sino también una muestra de compromiso con la protección del medio ambiente y la sostenibilidad que beneficie a todos.