Tiene el mundo de las criptomonedas entusiastas devotos, pero también desaforados críticos. Parece que no genera indiferencia, y las reacciones van desde el entusiasmo al escepticismo pasando por la ignorancia, algunas veces atrevida. Los detractores de lo “cripto” argumentan que, con el panorama de acelerado desastre climático trufado con una crisis energética de dimensiones inesperadas, la gran masa de energía que necesita la tecnología del minado de bitcoins y otras criptomonedas se antoja obsceno.
Estamos hablando nada más y nada menos que de 91 teravatios-hora de electricidad al año (dice el New York Times), el 0,5% del consumo mundial de electricidad. Un informe de Bank of America señala que la mayor parte del minado se produce en los países emergentes. Otro estudio, esta vez del Cambridge Center for Alternative Finance (CCAF) de la Universidad de Cambridge (Reino Unido), indica que el bitcoin representa el 0,37% de la producción mundial de electricidad y el 0,43% de su consumo. Por seguir comparando: solo la red de bitcoin consume más electricidad que Finlandia, Bélgica o Chile.
La ingente huella de carbono que provocan los criptoactivos no casa con las políticas sociales a favor del medio ambiente. La estrategia de gobiernos y empresas por conseguir los tan ansiados Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS) de la Agenda 2030 y la sensibilización ciudadana colisionan con este nuevo sector creciente. Pero como suele suceder, el propio sistema tiene los mecanismos para transformarse y por eso están surgiendo con fuerza las llamadas criptomonedas verdes, que contaminan menos y precisan menos consumo de energía.
Cambiemos el minado
Sostienen los expertos que basta con modificar el método de minado para que las criptomonedas puedan presentar parámetros de sostenibilidad. La red bitcoin precisa un alto consumo de energía porque usa el consenso Proof-of-Work, que necesita una potente red de computadoras. Por eso el ethereum está modificando el método de minado por el denominado sistema ‘prueba de participación’ (Proof-of-Stake), que reduce un 99,5% el consumo. Puede, sin embargo, que tenga más brechas de seguridad este Proof-of-Stake en comparación con el método imperante. No vale solo con cambiar de protocolo. La lupa de la mirada ecológica no deja ningún cabo suelto: también es muy importante la procedencia de la energía. No es lo mismo un origen fósil que uno renovable.
Cardano figura entre las criptomonedas verdes de más éxito. A decir de sus fundadores, la eficiencia energética es 1,6 millones de veces más potente que el bitcoin. Otras monedas verdes de interés son IOTA, Solarcoin, Stellar o Nano, demandadas en gran medida por jóvenes, que suelen estar más sensibilizados con el medio ambiente.
IOTA (MIOTA) presenta una red de bajo nivel de consumo de energía, aunque utiliza el mecanismo Proof-of-Work. Y esto se debe al uso del Consenso Probabilístico Rápido. SolarCoin (SLR), por su parte, intenta la movilización ambiental en el mundo real. Los usuarios son obsequiados con un SolarCoin por cada mw/hora generado por su tecnología solar.
Stellar (XLM) busca un equilibrio entre el sistema bancario tradicional y las monedas digitales. Facilita las transacciones financieras de manera eficiente. Las transacciones de Nano (NANO) son gratuitas y por ello no depende de la minería. Se trata de una criptomoneda escalable y de baja latencia con una de las huellas de carbono más bajas.
Cambios en la industria
Los esfuerzos del sector por ser sostenible llevaron el año pasado a la fundación del Acuerdo Cripto Climático (Crypto Climate Acoord), inspirado en los Acuerdos de París e impulsado por la industria financiera y la de las criptomonedas. El objetivo es conseguir ser 100% renovable en 2025 y que se acelere la utilización de energía eólica y solar.
Un software de código abierto se está desarrollando para poder saber el origen energético que alimenta los servidores. Se busca combinar el trabajo entre operadores de red, generadores fotovoltaicos, eólicos y desarrolladores de criptomonedas.
Intel también apuesta por el negocio de criptomonedas gracias a un plan de programación de aceleradores de eficiencia energética con la característica de que son 1.000 veces más rápidos que las tarjetas gráficas tradicionales.
El trabajo de Intel ha estado dirigido a reducir la huella energética del blockchain porque su nuevo acelerador tiene tan solo un chip de fabricación sencilla y con el mismo rendimiento que una granja de criptomonedas. Este anuncio supone un cambio sustancial en la forma de minar criptomonedas, porque se abandonaría el uso de tarjetas gaming.
Las grandes compañías vinculadas con el mundo blockchain están desarrollando estrategias de descarbonización. Un ejemplo es Sorare, la empresa del juego de deportes fantasy internacional, que ha llegado a un acuerdo con Plan A y Blisce para identificar sus emisiones relacionadas con el blockchain. El propósito de Sorare, que ya ha limitado su huella de carbono corporativa un 99% porque ha migrado la mayor parte de sus transacciones a la Layer 2 de Ethereum (2.000 veces más eficiente en consumo energético), es llegar a las cero emisiones netas de carbono.
Sorare usa tecnología no fungible que permite a los participantes coleccionar, intercambiar y jugar con cartas digitales de jugadores reales almacenadas en el blockchain Ethereum, una tecnología asociada a un alto impacto puesto que consume grandes cantidades de electricidad.
Del cerdo se aprovecha todo
La fintech catalana Green Data Chain basa su estrategia en la minería regenerativa, que reutiliza los excrementos de una granja de animales para producir bitcoins. La energía usada proviene de placas fotovoltaicas y biogás a partir de heces de cerdos.
Esta segunda vida de los excrementos porcinos posibilita la reducción de más de un 80% de sus emisiones de gases de efecto invernadero. El amoníaco de las heces cuando está en contacto con el aire causa partículas contaminantes con un impacto similar al de las emisiones de dióxido de nitrógeno.
La tecnología blockchain puede ser utilizada para optimizar el sistema de gestión de residuos. Minsait, compañía de Indra, y Ecoembes, entidad que contribuye al reciclaje de envases mediante los contenedores amarillo y azul en España, han unidos sus fuerzas en la aplicación de la tecnología blockchain al sistema de reciclaje con el proyecto Circular Trust.
El diseño de Circular Trust está concebido para la optimización del proceso de selección, recogida y reciclaje de residuos, para limitar sus costes y el impacto en el medio ambiente, con más transparencia. El sistema de registros distribuidos hace posible que los agentes que participan (administraciones públicas, entidades locales, operadores, recicladores y otras organizaciones) tengan acceso a los datos del sistema y así optimizar las transacciones de información.
Este tipo de propuestas son clave en las políticas de empresas y administraciones públicas, sobre todo si se tiene en cuenta que en la Unión Europea (UE) se generan en torno a 2.500 millones de toneladas de residuos al año, lo que requiere una adecuada gestión para reducir su impacto.