Desde tiempos inmemoriales, el arte ha jugado un papel fundamental a la hora de concienciar a los humanos de la importancia de realizar ciertas tareas, sean del ámbito que sean. En pleno siglo XXI, sigue siendo una herramienta efectiva para ello, como demuestra la exposición organizada por el Museo Thyssen-Bornemisza, que agrupa las obras de ocho artistas internacionales con un objetivo claro como el agua: preservar la riqueza y diversidad de los océanos.
La muestra puede visitarse desde el pasado 10 de octubre, y podrá verse hasta el 24 de enero de 2024. El proyecto se complementa con un extenso programa de encuentros, charlas, performances y proyecciones que reunirá a comisarios, artistas, músicos, performers, científicos, filósofos e investigadores internacionales.
La salud de los océanos, indispensable para la subsistencia y el bienestar del planeta, es un factor crucial en la crisis climática. La explotación indiscriminada de sus recursos, la contaminación acústica y química, además de las amenazas presentes y las que se dibujan en el horizonte -como la extracción masiva de materiales de los fondos marinos -, lo deterioran de manera irreparable y tienen implicaciones inimaginables en el futuro de las especies.
La exposición reúne obras de ocho artistas internacionales, algunas pertenecientes a la Colección TBA21 (Lucas Arruda, Jumana Manna y Ana Mendieta), dos nuevas producciones de la Fundación (Beatriz Santiago Muñoz y Sonia Levy) y tres instalaciones creadas expresamente para la ocasión (Saelia Aparicio, Inês Zenha y Anne Duk Hee Jordan).
Entender el océano como inteligencia líquida implica abrir la imaginación y la capacidad de admiración por la complejidad de sus ecosistemas y considerarlo como una entidad que no solo transporta y posibilita el oxígeno y la vida, sino que tiene su propia inteligencia (aunque diferente de la nuestra) y derecho a tener representación.
"Una de las grandes dicotomías incorporadas a nuestra cultura es una forma de pensar que prioriza la materia sólida y considera secundarios los fluidos y la vida líquida. Entender el océano como inteligencia líquida no sólo nos permite cuidarlo y amarlo, sino que también exige que lo aceptemos como una entidad con agencia y capacidad para decidir y proponer futuros desde su propia perspectiva", asegura Chus Martínez, la comisaria de la exposición.
La exposición se aparta del concepto de inteligencia artificial para centrarse en otro más preciso e inclusivo: la inteligencia conductiva, un término que concibe la inteligencia como fuerza que conecta vida, experiencia y producción de conocimiento; una capacidad que, recurriendo a la imaginación y la fantasía, territorios que los artistas siempre han explorado, permita proyectar los futuros posibles basados en la coexistencia de todas las especies.
La muestra despliega múltiples propuestas artísticas y recurre a diversos lenguajes que nos acercan al océano y a los ecosistemas acuáticos, generando experiencias inmersivas. La expresividad de las piezas y el amplio programa de actividades que se ha confeccionado tienen una meta: introducirnos en la sustancia misma de la percepción para conocer y comprender la inteligencia líquida.
Las obras que componen esta exposición transportan al visitante a los paisajes acuáticos imaginados por Lucas Arruda o a la laguna de Venecia con Sonia Levy, además de mostrar el universo inmersivo de la artista surcoreana Anne Duk Hee Jordan y lograr envolvernos en mareas y corrientes de la mano de Inês Zenha.
Según indican desde el Museo, Inteligencia líquida supone el primero de una serie de proyectos de la Fundación que tendrán lugar en el Museo Thyssen con el objeto de conocer y debatir sobre los diferentes temas en torno al conocimiento y cuidado del océano que la exposición propone.