Morirse puede parecer un derecho universal al que tenemos acceso todos los humanos, pero eso no es del todo cierto. Hay lugares del mundo donde está prohibido hacerlo. Como en el archipiélago de Svalbard, un lugar muy al norte en el reino de Noruega, donde hay más osos polares que personas y las temperaturas rondan los 35 grados bajo cero.
En este lugar existe una curiosa ley que data de 1950 y prohíbe morirse en el territorio del archipiélago. Según relata en un hilo de Twitter Mar Gómez, doctora en Físicas y responsable de meteorología en eltiempo.es, todo esto tiene una explicación. Los cadáveres allí no se descomponen.
El problema está en los cuerpos enterrados en el permafrost, la capa de terreno permanentemente congelada durante dos años consecutivos como mínimo y que está bajo el suelo activo que pisamos en regiones frías del planeta. Estos cuerpos no alcanzan la descomposición, y el motivo para imponer esta curiosa ley radica en el miedo a la propagación de los virus.
Aunque, según los expertos, existe poco riesgo real, el temor de que los cadáveres diseminen enfermedades no es infundado. En el año 1998 un equipo exhumó varios cuerpos de mineros que habían llegado hasta allí y muerto de gripe española y vieron que el virus estaba presente en ellos
La paranoia de que el virus pudiera resurgir se extendió entre los habitantes de la isla hasta tal punto que el gobierno tuvo que realizar una reforma legal con el objetivo de ilegalizar los entierros. Por eso, el cementerio está vacío desde 1968. Si alguien quiere morirse, debe trasladarse al continente, a Noruega, porque en las islas Svalbard hay una ley que te impide fallecer.
La reserva de semillas de la humanidad
En este peculiar territorio, donde se calcula que existe una población de 3.000 osos polares por solo 2.642 humanos, no existen carreteras, y las temperaturas mínimas en marzo alcanzan los 46 grados bajo cero. Quizás por estas extremas condiciones metereológicas y la elevada conciencia medioambiental de sus habitantes ha sido elegida como el lugar donde preservar toda la riqueza biológica de la humanidad o, dicho de otra forma, la reserva de semillas del mundo.
Es una especie de “arca de Noé” que contiene especies de todas las semillas del mundo para protegerlas en caso de holocausto nuclear. Está construida en el permafrost ya que las bajas temperaturas permiten su conservación incluso cuando desaparece la nieve, ya que es el permafrost el que actuará como refrigerante natural en caso de fallo eléctrico.
Este búnker conocido como la "Bóveda del fin del mundo" puede resistir terremotos, bombas nucleares y todo tipo de desastres. Creado para salvaguardar la biodiversidad de cultivos, acoge en su décimo aniversario 70.000 nuevas muestras de arroz, trigo, centeno… Se encuentra a más de 120 metros de profundidad y conserva 1.059.646 semillas de diferentes especies.
Con todo, también ha sufrido los efectos del cambio climático y en el año 2016 se inundó parte de su pasillo principal debido a la fusión del hielo y la nieve. Al igual que en grandes partes del Ártico, la peligrosa retroalimentación del albedo del hielo también se puede notar en Svalbard: debido al derretimiento sustancial del hielo, las superficies de hielo se transforman en aguas abiertas, cuya superficie más oscura absorbe más energía solar en lugar de reflejarla; como resultado, estas aguas se calientan y más hielo en el área se derrite cada vez más rápido, creando más aguas abiertas. Se espera un aumento de temperatura de entre 7 y 10 grados en Svalbard para fines de siglo.