A finales del siglo pasado había en España 66.889 cabinas telefónicas. Corría el año 1999 y este invento, que se pudo ver por primera vez en el Florida Park (Parque del Retiro, Madrid) en el año 1928, llegaba a su punto álgido. Desde entonces hasta hoy su desaparición ha sido fulgurante y hoy, acometiendo los últimos compases del año 2023, podemos afirmar que el 88% de los españoles jamás ha utilizado una cabina telefónica.
Son datos de un estudio hecho por la CNMC en el año 2020 y reflejan de forma inequívoca la velocidad a la que se mueve la tecnología. A pesar de haber protagonizado una de las mejores películas de cine español de todos los tiempos y de contar con un monumento en el centro de Madrid, la mayor parte de la población una ha usado una cabina telefónica, y gran parte de ellos no sabe lo que son.
Se trata de una pequeña estructura, que en su interior contiene un teléfono público. El diseño más conocido de las cabinas telefónicas son las rojas usadas en varias ciudades del mundo, como Londres. Están hechas para que quien las utilice no se moje cuando hay lluvia y también para respetar la privacidad de los hablantes.
En España, más allá del primer experimento que se instaló en 1928, las cabinas se desarrollaron en los años 60, llegando primero a las grandes ciudades y después a las zonas rurales. Al principio no funcionaban con monedas, sino con fichas que se compraban en bares y estancos. En los 70 llegarían las monedas y ya en los 90 las tarjetas electrónicas.
Pero luego llegó el móvil y lo cambió todo. Las cabinas –que ya no eran cabinas sino teléfonos al aire libre en la mayoría de los casos- dejaron de ser necesarias en un país cuya tasa de penetración de móviles el año pasado era del 124%. Es decir, que existen 124 líneas de teléfono por cada 100 habitantes.
Las cabinas, además, eran deficitarias. Las pocas que quedaban en pie efectuaban una media de 0,17 llamadas al día, que es tanto como decir una a la semana. En enero de 2022, seis años antes de que este invento cumpliese su centenario, el Gobierno eliminó la obligación de mantenerlas en aquellos lugares donde todavía subsistían.
Talleres para bicicletas
¿Qué pasará con las que aún quedan? Aún es pronto para saberlo. Telefónica ha retirado algunas de las mejor conservadas y las guarda en los almacenes de Cabitel, filial de la compañía, para posibles usos relacionados con el cine o para decorados de época.
Otra iniciativa relevante es la que acaba de poner en marcha el consistorio de Vitoria, que ha transformado algunas de estas instalaciones en talleres para el arreglo de bicicletas. La ciudad –informa el Ayuntamiento- cuenta ahora con dos nuevos puntos de reparación y mantenimiento de bicicletas abiertos al público en general y gratuitos.
Ello ha sido posible gracias a la labor de recuperación de dos antiguas cabinas telefónicas que iban a ser retiradas, ubicadas en el número 1 de la calle Fermín Lasuen, en Zaramaga, y en la confluencia de las calles Portal de Foronda y Francisco Javier de Landáburu, en Lakua-Arriaga.
El origen de esta iniciativa surgió cuando Telefónica anunció que retiraría todas las cabinas telefónicas que tenía distribuidas por la ciudad, debido a su escasa o nula utilización. En total, el Ayuntamiento solicitó diez cabinas, dos de las cuales fueron adscritas al Departamento de Políticas Sociales del Ayuntamiento para este proyecto.
Los educadores de calle empezaron a idear posibles usos en cuya materialización colaborarían jóvenes con dificultades de inclusión social. Finalmente optaron por plantearle al Ayuntamiento su conversión en pequeños puntos de reparación y mantenimiento de bicicletas o bike stations, en consonancia con la apuesta que hace la ciudad por la movilidad sostenible.
Tras lograr el visto bueno del Departamento de Políticas Sociales del Ayuntamiento, se pusieron en contacto con la artista gasteiztarra Irantzu Lekue, que se puso manos a la obra para realizar un diseño en colaboración con los jóvenes participantes, que también colaboraron en la reparación de las estructuras de las viejas cabinas e incluso en tareas de pintura.
Tras semanas de trabajo, el resultado ofrece una estética vistosa y atractiva. Estos puntos ofrecen herramientas para hacer pequeñas reparaciones e infladores para las ruedas de bicicleta, pero también susceptibles de ser usados con ese mismo fin por patinetes eléctricos, cochecitos de bebé y sillas de ruedas.