Internet, el fenómeno más representativo e influyente de la globalización posmoderna, alberga en China una noción algo distante a la del resto del mundo. Lo que para todos –en su mayoría– se considera una red global de conexiones espontáneas y voluntarias, en China se tinta de matices múltiples o, si se quiere, acota su significado hasta marchitarse a una digitalización utilitarista. Sin embargo, la expansión de las interconexiones es inatajable y el gobierno Chino ve cada vez más complicado demarcar las localizaciones online a las que acceden sus habitantes que, cada día, son más cercanos al occidente de la interfaz. Por otro lado, esta desemejanza en el desarrollo del uso digital trae consigo cambios paradigmáticos en las sociedades. Así pues, el reto consiste en hallar los límites conceptuales de las condiciones de internet, su aplicabilidad y sus conclusiones reales, tomando a China por paradigma.