Pedro Sánchez concluyó recientemente una gira por el noroeste de África visitando Mauritania, Gambia y Senegal, en la que ambicionaba reforzar los lazos migratorios mediante la propuesta de migración circular. Dicha propuesta tornó a ejercicio hace años en otros países donde ya se practica este género de gestión internacional de la migración. A pesar de ser un hábito burocrático, no ha sido fenómeno, no ha sido noticia hasta que los países relacionados han dejado de ser o bien antiguas colonias españolas o bien países con severos riesgos bélicos. Si bien la situación de este tridente incipiente en la colaboración con España no es fenomenal en términos de calidad de vida y de oportunidades, los medios y la opinión pública política se debaten en corresponder esta decisión o reprobarla. Por lo pronto, las negativas se suceden alrededor de la capacidad del Estado para acoger de manera fructífera nuevas olas de inmigrantes; de nuestro lado queda, empero, reconocer los límites así prácticos (realistas), como teóricos de esta decisión y su correspondiente base teórica.