Apple lleva años trabajando en su nuevo modelo de negocio. No, no hablamos de los recién presentados AirTags o los rumores que hablan de que están trabajando en un coche autónomo, unas gafas de realidad virtual o incluso una Smart TV propia. Nos referimos a una idea de negocio con la que limitan al máximo la libertad del usuario.
Para ponerlo en contexto tenemos que remontarnos a finales de los años noventa, cuando Steve Jobs, después de haber sido expulsado de la empresa que él mismo había fundado, acababa de regresar a una compañía hundida y tenía algo en la manga para reflotarla. Por un lado, iTunes, todo un mercado musical que, con el tiempo, demostraría ser el futuro de la industria musical. Por el otro, el iMac, un ordenador personal que llegaría para competir directamente con los PC de Microsoft.
Su baza era la de ofrecer al usuario un producto cerrado, en el que hardware y software fueran de la mano. Esto mejoraría la experiencia de usuario, dado que cada uno de los componentes internos del ordenador y los programas que se iban a usar en él estarían, literalmente, hechos el uno para el otro. Para ello, utilizaría procesadores PowerPC (PPC), una arquitectura diseñada a medias con IBM, Motorola y la propia Apple. Con ella, tratarían de competir contra el otro binomio que dominaba el mercado: el de Intel y Windows.
Si bien iTunes fue todo un éxito al integrarse en todos los iPod, los ordenadores con PowerPC corrieron diferente suerte y fueron abandonados por Apple en 2006, cuando decidieron incluir los procesadores de Intel en sus ordenadores. Hasta ahora.
Regreso al sueño del "todo en uno"
En 2020, Apple daba un nuevo giro a la industria de la tecnología anunciando su procesador M1. Este chip contiene todo el trabajo que desde Apple llevan haciendo desde el 2007, cuando lanzaron el primer iPhone y, con él, su procesador A1. Este no fue sino otro intento de vender un producto que integrara software y hardware diseñado por ellos mismos, lo cual ha terminado saliéndoles increíblemente rentable, superando los 65 millones de teléfonos vendidos en el primer trimestre de 2021 y llevando a la empresa a ser la segunda más valiosa del mundo.
Los principales benchmarks (informes de rendimiento) de los teléfonos de Apple siempre los sitúan como los más potentes del año, aunque la competencia integre más memoria RAM o más núcleos del procesador. ¿Cómo es esto posible? Pues, sencillamente, porque optimizan sus procesadores para el uso que harán las aplicaciones que ellos mismos diseñan.
Por eso, la noticia de que finalmente se lanzaban a crear un procesador propio para sus ordenadores no pillaba de sorpresa a nadie. Era solo el último paso para cerrar el círculo alrededor de su particular modelo de negocio.
Un equipo imposible de actualizar
Un paso lógico si tenemos en cuenta la evolución de la compañía y una nueva oportunidad para venderle al usuario un sistema cerrado. Si bien sus anteriores ordenadores, como el iMac o los portátiles ya eran bastante complicados de actualizar o ampliar con el tiempo (con la salvedad de los módulos de memoria RAM) lo cierto es que ahora se antoja imposible.
Actualmente, el usuario puede comprar un Mac Mini, un MacBook o MacBook Pro o un iMac con procesadores M1 de Apple y elegir si quiere que tengan más o menos núcleos (hasta 8), memoria RAM hasta 16 GB y almacenamiento SSD hasta 2 TB. Pero ¿qué ocurre si decide ampliar la RAM el año próximo? Sencillamente, no se puede.
Apple ha diseñado un procesador "todo en uno" en el que integran GPU (el equivalente a la tarjeta gráfica), memoria RAM y procesador, todo soldado en una misma placa base. Si se quiere cambiar o actualizar algún componente, habrá que cambiarlos todos, o lo que es lo mismo, pasar por caja para adquirir un nuevo equipo.
Mejor rendimiento, mayor seguridad
Como era de esperar, el rendimiento que han mostrado estos procesadores en las pruebas es muy alto y rivaliza con algunas de las mejores opciones del mercado, tanto de Intel como de AMD, en diferentes tareas. En especial, trabajando con aplicaciones nativas de Apple, como las que ya vienen instaladas por defecto en cualquier Mac o las apps profesionales como Final Cut Pro X, para editar vídeo, o Logic Pro X para trabajar con audio o producción musical.
La seguridad es otro de los puntos a favor y Apple lleva haciendo hincapié en esto durante mucho tiempo. Si tenemos en cuenta que desde hace años, su sistema operativo limita la instalación de software que no se haya comprado en la App Store por defecto, nos hacemos una idea de por dónde van los tiros. Es cierto que existen muchos menos virus y malware para el sistema operativo de Apple que para Windows. Además, por cómo funciona su sistema operativo, basado en UNIX, es más complicado que el sistema se bloquee por completo. Pero ¿a qué precio?
En cuanto a la privacidad, también cabe destacar que ofrecen múltiples soluciones para evitar el rastreo, tanto de apps como de webs. Así, incluyen opciones para bloquear la recopilación de datos del usuario, tanto en MacOS como en iOS y han lanzado opciones como Sign with Apple para que no sea necesario registrarse con una cuenta de correo (con el fin de evitar el spam).
En un mundo ideal (para Apple) la compañía propone que el usuario compre su equipo y su software y lo use de manera conjunta. Ahí, la compañía se hace fuerte y prometen ser los mejores en todo. Pero los usuarios más exigentes, que busquen exprimir todas las posibilidades que ofrece su ordenador, por desgracia, no entran en los planes de la compañía.